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Cada parte de nosotros ©

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Blurb

En la etapa de la adolescencia muchas situaciones pueden definir quién serás en el futuro, pero cuando la realidad se ve alterada por un factor externo todo parece perder sentido; Las amistades, el amor, la familia y hasta la percepción propia.

¿Cómo fue que Violet Shadow acabó siendo victima de este "fallo"? ¿Cómo saber en quién confiar cuando todo es manipulado por la mente una persona perturbada y obsesiva?

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Capítulo 1
    Por lo general, cuando se habla de problemáticas urgentes, son muy pocos los que piensan en los trastornos mentales como una de ellas. Su poca visibilidad los posiciona en un segundo o tercer plano donde un gran número de personas se estancan y otros toman la desesperante decisión de acabar con sus vidas. O, en su defecto, de tomar la de alguien más.     Pensaba a menudo en eso cada que la profesora de lenguaje nos hacía alguna charla con fines educativos y al mismo tiempo la veía fuera de clase contemplando a la nada, con una expresión desamparada y vacía. O en el chico del salón de al lado, quién por muchos años sufrió de acoso escolar, y a veces, cuando lo veía en el receso, consideraba la posibilidad de que estuviese armado y listo para la acción.     Pero estas ideas sólo se me venían a la mente en clase de psicología. Ciertamente esa profesora hacía bien su trabajo, dejando que mi mente se preguntara el porqué de las cosas y en lo débiles que somos algunos. La observé en silencio; era una mujer delgada, con el pelo recogido cuidadosamente y sus ojos ligeramente verdes contemplando a todos sus alumnos. Tenía la habilidad de mantener entretenido hasta al más disperso de la clase con las dinámicas que de vez en cuando utilizaba.     —Chicos —comenzó a decir alzando las manos—. La dinámica de este primer semestre va a ser en grupos de a dos. A cada uno le asignaré un tema para trabajar, del cual deberán buscar información y entender lo que van a escribir —muchos giraron sus cabezas mirando a quién seguramente deseaban tener como pareja. Ella caminó pensativa por los estrechos pasillos que habían entre mesa y mesa mientras señalaba a cada persona y les indicaba el tema que deberían abarcar—. Damián con... —miró hacia mi dirección y me apuntó con su dedo— Con Violet. Su tema deberá hablar de las bases biológicas del comportamiento.     Mi vista se cruzó con la de él y me permitió apreciar sus oscuros ojos grises pese a algunos mechones castaños que le caían por la cara. Nunca me había detenido a prestarles atención, después de todo fuimos compañeros medio año y no parecía ser alguien hablador ni participativo en las clases, igual que yo. Siempre se sentaba en las mesas alejadas del fondo, haciéndole pasar desapercibido. Era un chico atractivo, cabizbajo, muy tranquilo, y me atrevería a decir que también solitario, pero eso se debía a que el año pasado entró a mitad de semestre y eso complicó un poco su inclusión.     —Bien. Pueden comenzar cuando gusten, pero recuerden que tienen que hacer un trabajo detallado y exhaustivo del tema que les tocó. Y, sobre todo, en equipo —el sonido del timbre que anuncia el receso le interrumpió—. Nos vemos la próxima semana.     Guardé mis cosas con lentitud mientras suspiraba. Pude sentir la presencia de Damián acercándose a mí y sólo lo miré.     —Hola, compañero —sonreí mientras le indicaba con la mano que tomara asiento a mi lado.     —Gracias —musitó sentándose. Nunca fuimos amigos, pero solíamos compartir una que otra charla referente al colegio, así que estaba algo emocionada por compartir más con él ya que de todos en el curso era el que más me agradaba.     —Puedes sentarte aquí si gustas, de ahora en más —propuse algo nerviosa, pero sabía que si lo tenía cerca podríamos trabajar mejor.     —Por eso vine. Además, creo que haremos buen equipo —dice apoyando su mentón sobre la palma de su mano. Tenía el codo sobre la mesa, con el torso levemente inclinado hacia mí y aquella posición le hacía ver tierno, y un poco intimidante.     —Eso mismo estaba pensando —dije imitando inconscientemente su postura.     —¿Qué te parece el tema que nos eligió?     —Bueno, creo que podría ser interesante... estudiar el comportamiento básico de los seres humanos —ambos nos reímos de lo ridículo que sonó aquello.     —Sí. También lo creo. De hecho... —la brusca llegada de dos compañeras al salón logró interrumpir nuestra charla.     —No puedo creer que no se cambiara de curso todavía... o de colegio. Debería darle vergüenza —dice con un profundo desprecio una de las chicas. Ingrid no era alguien que gozaba burlándose de los demás, pero cuando se trataba de Rachel, su lado de maldita salía a la luz.     —Intenta hablar con la profe. Quizás puedas convencerla de alguna forma —dice Nicole, quien está a su lado.     —Es inútil. No harán nada. Voy a tener que aguantarla todo el año.     Damián y yo las observábamos en silencio. Rachel se encontraba en una de las mesas del fondo, con unos auriculares que impedían escuchar lo que había a su al rededor. Estaba tensa en su lugar, escribiendo quién sabe qué en una libreta y su cabello n***o cubriendo por completo su rostro. Ingrid y Nicole eran conscientes de esto, por eso se daban la libertad de hablar en voz alta y expresar su disgusto.     —Odio que la traten así —susurré mientras tironeaba la manga de mi suéter ligeramente.     —Creo entender lo que Rachel debe estar sintiendo ahora —la miró—. Ser nuevo en un grupo que siempre estuvo "unido" es... raro.     —Sí. Tú entraste a mitad de semestre el año pasado y eso tampoco ayudó. Se notaba tu incomodidad, o al menos yo lo noté.     —Bueno, no era algo que pudiera disimular muy bien. Aunque a mí no me molestaron como a ella. A veces pienso que es mejor que te ignoren a que ser el centro de atención constante de alguien.     Sentía mucha impotencia cada que veía como Ingrid se expresaba respecto a Rachel. No lograba entender por qué su odio era tan grande hasta el punto de tratarla como un monstruo. Antes pensaba que podía tratarse de su apariencia, pero no tenía sentido. Ingrid era una chica delgada igual que Rachel, de tez blanca igual que Rachel, y hasta sus cabellos eran parecidos. No había ningún motivo físico para burlarse de ella. También pensé que quizás era la vestimenta, ya que Rachel vestía de n***o, pero Damián y yo también vestíamos de n***o y nunca se metió con nosotros, por lo que llegué a la conclusión de que podría tratarse de un tema personal que nadie más que ellas conoce.     —Tal vez nuestro trabajo de los comportamientos nos ayude a entender qué pasa por la mente de Ingrid, incluso de Rachel —dije pensativa.     —Tal vez. Incluso podríamos aprender de nosotros mismos, ¿no?     Luego de que las clases terminaran, Damián y yo caminamos juntos hasta la salida del colegio. No decíamos nada, pero no era incómodo; sólo caminábamos. Lo miré de reojo un momento y pensé en lo emocionada que estaba por trabajar con él. Además, aunque no me gustara admitirlo, siempre quise conocerlo. Había algo que me llamaba la atención de él más allá de su físico.     —Creo que debería pasarte mi número para que podamos coordinar y empezar con la tarea —dice mientras nos deteníamos pocos metros fuera de la salida.      —Claro —saqué mi celular del bolsillo trasero de mi pantalón y se lo di para que guardara su número—. Luego te enviaré un mensaje para que tú me agendes a mí.     —Lo estaré esperando entonces —habló despacio mientras me devolvía el celular—. ¿Vas por allá? —preguntó señalando el camino que efectivamente se dirigía a mi casa.     —Sí. ¿Tú también?     —Bueno, tengo que doblar a pocas cuadras, pero podemos ir juntos... si quieres.     Pensé por unos segundos antes de responder. Nunca lo había visto ir en la misma dirección que yo, aunque eso podía deberse a que él solía ser el último en salir de clase, así que tampoco era extraño. Lo que sí me daba curiosidad era el repentino interés que mostraba sobre mí, siendo que nunca se había molestado en querer algo más que charlas banales de colegio.     —Por supuesto —incliné mi cabeza mientras lo seguía mirando con curiosidad y trataba de ocultar una sonrisa.     Mientras caminábamos tuve la oportunidad de notar su comportamiento más de cerca. No era alguien que mantenía la mirada en los ojos de los demás por mucho tiempo, quizás por alguna inseguridad, o cualquier otro factor que ahora desconocía, pero era interesante analizarlo en silencio como si de un experimento personal se tratase.     —Nunca mencionaste porqué te cambiaste de colegio —dije con calidez para no sonar muy entrometida.     —Es que no hay mucho que decir al respecto —respondió dubitativo—. He pasado por muchos colegios a lo largo de mi vida, pero la razón es tan sencilla como decir que nos mudamos mucho con mi familia.     —Entiendo —volví mi vista hacía el frente—. Siempre me dio curiosidad.     —¿Qué te daba curiosidad?     —No sé. En general las personas nuevas me dan curiosidad.     —¿Por eso te interesa Rachel?     —No es que me interese mucho, pero siento empatía por ella. Tiene pinta de que cambió de colegio por algo fuerte.     —¿Y eso te hace pensar que yo pude haber pasado por algo fuerte? —sonrió.     —No creo eso, pero me paso mucho tiempo sola como para dejar que mi mente se cree historias sobre vidas ajenas —reí, un poco apenada por mi sorprendente sinceridad.     —También me pasa —admitió—. Por lo que no es algo de lo que debas apenarte. De hecho, ahora entiendo porque se te dan tan bien las evaluaciones de psicología. La profesora debe amar tus historias y conclusiones —ambos sonreímos antes sus palabras. Era un halago un poco inusual, pero me agradaba.     —Sí, bueno. Creo que me gusta tener la mente ocupada, y cada que veo la oportunidad de expresar lo que pienso sólo me dejo llevar.     —Entonces me alegra tenerte como compañera para este trabajo.      —Me gustaría decir lo mismo, pero no sé nada de ti.     —Yo tampoco de ti, pero es algo que se nota de lejos —dice deteniendo el paso—. Mi camino llega hasta acá. Es interesante hablar contigo.     —No te creía hablador —dije en tono de broma.     —No lo soy, pero cuando me siento cómodo puede que sí.     —Nos vemos pronto entonces —sonreí.     —Adiós, Violet—ambos nos hicimos un gesto de despedida con la mano y acto seguido lo vi irse por otra dirección. Me quedé largos segundos en mi lugar, aún con una sonrisa en el rostro que poco a poco se iba desvaneciendo hasta convertirse en una expresión vacía.     Todavía me quedaba un tramo para llegar a casa, pero no tenía apuro alguno. Damián había logrado distraerme de mis problemas cotidianos que sinceramente prefería evitar, así que emprendí mi camino dando pasos muy pesados.     Con una de mis manos hurgué dentro del bolsillo de mi campera y saqué una hoja torpemente doblada. Había olvidado que la tenía ahí. Se trataba de una carta escrita por mi padre que dejó la noche anterior sobre mi escritorio. No quería leerla todavía, ya que se me hacía un poco cobarde de su parte. Sin embargo, en el fondo sabía que si se trataba de unas disculpas yo no estaba en posición de exigir más, después de todo sabía lo orgulloso que era.     "Violet... Lamento no poder dar la cara, pero me quema la vergüenza. Discutir contigo siempre es arriesgado, pues temo perderte algún día. Eres mi luz, mi niña, mi última hija. Espero puedas perdonarme por tratarte como te traté ayer. Tú si eres importante."     Releí varias veces las líneas escritas en la carta mientras me mordía la uña del pulgar. No pude descifrar qué efecto tuvo dentro de mí leerla, pero si tuviera que ponerlo en palabras era una mezcla de enojo y lástima. Efectivamente eran disculpas que no se atrevía a dar en la cara, pero las acepté, a mi forma.     Seguía caminando aún con los ojos puestos en la hoja, ignorando por completo mí alrededor, lo que provocó que eventualmente mi tosquedad se interpusiera en el camino de alguien más. Sentí mi hombro estrellarse contra un brazo masculino e inmediatamente me disculpé. Al mirarlo con atención noté como me perdía en su mirada. El chico tenía unos ojos grisáceos muy bellos y el cabello rubio oscuro, que curiosamente lucía bien peinado.     —No pasa nada. Fue mi culpa —dice suavemente sin quitarme la mirada de encima. Me veía de una forma extraña, como si estuviera examinando cada partícula de mi rostro, y eso me incomodó un poco.     —De hecho, sí lo fue. Estaba distraída —dije notando que la carta se había caído de mis manos. Me agaché rápidamente para recogerla.     —¿Cómo te llamas? —preguntó de repente, dejándome sorprendida. Me quedé callada un momento y lo miré con rareza— Oh, lo siento —dice riendo—. No quería asustarte. Es sólo que... —me observó nuevamente en silencio—. Te pareces a alguien que conozco.     —Creo que no soy esa persona. Lo lamento —musité mientras daba pequeños pasos adelante—. Un gusto conocerte —susurré y giré sobre mis talones para seguir con mi camino a casa, dejando a aquel chico atrás. A pesar de encontrarme a cierta distancia de él, podía sentir aún su mirada sobre mí y curiosamente ya no me sentía incomoda, sino intrigada. Definitivamente fue un encuentro extraño que logró desviar mi situación mental acerca de mi padre. Sensación que duró todo el trayecto a casa.

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