El aire en el Reino del Sueño era espeso, ondulante, como si respirarlo implicara tragarse un océano de susurros. Samael avanzó con decisión por el portal recién abierto, su corazón latiendo con una furia que no había sentido desde hacía siglos. Al otro lado, el infierno personal de Silvia lo esperaba. Miles de sombras danzaban en círculos irregulares. Eran figuras deformes, apenas humanas, cada una surgida del rincón más oscuro del subconsciente humano. Sus ojos eran fractales de odio. Sus bocas estaban selladas. Y todas estaban fijando su atención sobre tres presencias. Azazel e Isriel estaban de pie. Azazel con los brazos alzados protegiendo su costado más vulnerable, Isriel a su lado, los ojos encendidos por la furia. El aura de ambos vibraba, contenida, pero a punto de explotar. E

