Nuevo hogar

1119 Words
Kalinda, mi guardián me envió a un nuevo lugar, aunque ir sola no era algo que deseaba, las ocupaciones de mi guardián no le habían permitido acompañarme al lugar. Mi nueva compañera; si era ella, aquella nueva bestia que se había convertido en un tatuaje permanente en mi muñeca era hembra, una nueva compañera de batallas, o eso fué lo que mi guardián y su hermano me anunciaron antes de salir del castillo; me trajo hasta el lugar que con un encantamiento mi guardián le había anunciado. Afortunadamente, Ángela y Aarón también me acompañaban, mis compañeros de viaje eran ruidosos y me hacían sentir un poco de incomodidad, pero al mismo tiempo estaba agradecida de no tener que hacer sola el viaje. Volar era una sensación increíble, sentir el viento fresco acariciar mi rostro me daba paz, sentir las brisas al atravesar las nubes era agradable y no estar sola era la mejor parte. Mientras descendía poco a poco por el aire comencé a notar un pequeño territorio de tierra rodeada de agua, era una isla, una isla con una enorme montaña rocosa cubierta de niebla y naturaleza viva. Sonreí, no podía evitarlo tras ver aquella mágica escena ante mis ojos, no había señal de civilización alguna y por un momento imaginé que estaría yo sola, con mi actuales acompañantes, rodeada de naturaleza viva y me sentí feliz. Tocar tierra de nuevo después de aquellas horas por el aire se sentía extraño, mis pies sentían que seguían flotando por los aires y el clima me dejaba pensar que seguía entre la suave brisa de las nubes en el cielo. Era el clima perfecto. El tatuaje de mi mano regresó y mi compañera de batallas se volvió parte de mí -Es por aquí -señaló Aarón un camino casi imperceptible Había vuelto a su forma tangible y un instante lo sentí extraño, aún no lograba acostumbrarme a que aquella lucecita cerca de mi oído se convertía en un ser con un cuerpo completo, casi igual al mío, aunque de menor estatura. Me guió a través de la isla por un sendero apenas perceptible, rodeado de naturaleza y tranquilidad, y entonces extrañé mi hogar, extrañe mi casa, extrañe a mis padres y sentí melancolía. -Ocurre algo -preguntó Ángela preocupada Ella seguía siendo una luz tintineante cerca de mi oído -Sólo… recuerdos -suspiré -Es bueno tener recuerdos -respondió ella -Son los que te hacen ser tú misma. Esos recuerdos te han convertido en lo que eres ahora. Sonreí sin muchas ganas de hacerlo para mostrar empatía, una nueva vida comenzaba para mí, un nuevo hogar abriría las puertas para mí ahora que sentía que no pertenecía a ningún lugar. -Hemos llegado -anunció Aarón tras detenerse frente a una pared rocosa -¿Es… una broma? -pregunté confundida -No, no lo es, este es el lugar, serás bien recibida -dijo complacido y se convirtió de nuevo en una luz tintineante -¿Debemos dejarla sola? -preguntó Ángela a su hermano -Lo sabes -respondió él mientras ambos se alejaban de mí -Ella debe encontrar el modo -Pero… es muy pequeña -respondió Ángela -No lo es -respondió Aarón en tono seguro Pronto dejé de verlos y me concentré en el lugar, no, no había ninguna puerta, ninguna señal de que este fuera siquiera un lugar adecuado para vivir. Me quedé observando por unos minutos, o quizá un poco más y cansada de esperar y observar me senté sobre una roca frente a la montaña. Cerré mis ojos con el deseo ferviente de regresar a mi hogar, a mi antigua vida, al lado de mis padres, pero eso ya no era una opción, suspiré y me concentré de nuevo. Mis manos comenzaron a arder y mi cuerpo me obligó a ponerme de pie. Abrí mis ojos para darme cuenta de que había un fuego rojo brillante en mi mano izquierda, lo sostuve con cuidado y respiré profundo hasta que el fuego se volvió azul y fresco como el hielo, mi instinto me llevó hasta el muro de piedra, rocé con mi fuego helado aquella superficie y frente a mí apareció una puerta. Dos enormes columnas de roca custodiaban aquella extraña cerradura, la había visto antes, en uno de mis sueños, aquel sol rodeado de signos y leyendas había brillado unas noches antes en uno de mis extraños sueños, mi fuego había iluminado aquel sol dándole su propio brillo, entonces comprendí lo que debía hacer. Usé toda mi concentración y mi fuerza para crear aquel brillo con mis manos, lo acerqué al sol que estaba frente a mí, y este explotó en un instante. No fue una gran explosión, sólo hizo abrir la puerta para mí. -Te dije que no debías preocuparte -anunció Aarón con voz orgullosa. Miré de nuevo a mi lado a ambas luces tintineantes y sonreí orgullosa por haber encontrado sin ayuda, el lugar al que según todos, ahora pertenecía. Con pasos inseguros caminé por el sendero que se había descubierto para mí, las paredes eran de mármol claro, suave, brillante y frescas al tacto, y el piso oscuro del mismo material era resbaladizo. Quizá el calzado que llevaba en ese momento no era el apropiado para ese lugar, o quizá simplemente yo no era apropiada para ese lugar; parecía lujoso y sencillo a la vez; ordinario pero increíble; común, pero mágico; un lugar en el que seguramente no encajaba. -Ven aquí pequeña Circe, este el camino que debemos tomar –dijo Aarón guiándome por el extenso pasillo De nuevo me llevó a un callejón sin salida, había muro de diamante rojo frente a mí. ¿De nuevo debía usar mi magia? -No es lo que piensas -dijo Ángela -sólo debes llamar a la puerta y esta se abrirá de inmediato Así lo hice y la enorme puerta de diamante rojo se abrió ante mis ojos, di un paso hacia dentro pero ni Ángela, ni Aarón me siguieron dentro. La enorme puerta se cerró tras de mí con un ruido estruendoso, y no había salida. De una parte oscura de la habitación vacía salió un enorme felino, parecía salvaje y molesto. Me quedé helada esperando un ataque, ¿qué manera de recibirme en mi nuevo hogar era esta? Me quedé inmóvil observando detenidamente sus movimientos premeditados. No había hecho nada para enfadarlo, ¿por qué habría de a****r? La enorme bestia se acercó a mí y su aliento me cubrió la cara, no sentí miedo ¿eso estaba mal? la bestia no intentaba hacer nada, o eso pensaba, sentía confianza en ella. Levanté mi mano con un movimiento sigiloso y amable, y la coloqué en su mejilla. La bestia no parecía incómoda, su pelaje se erizó por completo, pero su acción siguiente me dejó perpleja…
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