Esa tarde, mientras las sombras se alargaban, me dirigí hacia la torre. El aire se electrificaba con cada paso que daba. Las voces de mis compañeros resonaban en mi mente, quienes siempre habían visto en mí a la soñadora, la idealista. Pero esta vez, no había espacio para la duda. Al llegar a la torre, un anciano guardián me recibió con una mirada inquisitiva. —¿Qué buscas aquí, joven hechicera? —preguntó, cruzando los brazos. —Vengo a solicitar una audiencia con las autoridades mágicas. He tomado una decisión que cambiará el futuro del mundo mágico —respondí con una confianza que ni siquiera yo sabía que poseía. El anciano arqueó una ceja, pero asintió, conduciéndome a través de pasillos adornados con antiguas inscripciones llenas de poder. Sabía que la confrontación que se avecinaba e

