Una noche horrible
Estoy sola en casa mientras hablo con mi mejor amiga, Clara.
- Clara, no voy a salir, llueve mucho.
- Está bien, amiga, nos vemos mañana entonces, recuerda el trabajo de mate.
Somos estudiantes, ambas tenemos 16 años, es complicado en mi caso ya que estudio y trabajo medio tiempo en la tienda de mis padres, así ayudo con los gastos ya que ellos no le tienen que pagar a alguien más, en cambio, Clara es rica, no trabaja y sólo estudia, sale cuando puede y yo, la verdad es que no me gusta mucho eso de salir, pero intento acompañarla ya que no me gusta que beba sola, es pequeña pero le encanta el alcohol.
- Si, ya lo tengo listo ¿Lo hiciste?
- No, mañana te copio. - No hace falta decir que no es la primera ni será la última vez que haga lo mismo, lo que nos causa gracia a ambas.
Mis padres han trabajado mucho para poder tenerme en el Élite Institute de California, así mismo, mis notas son bastante buenas por lo que podré ir a la universidad en cuanto deje el instituto.
Quiero estudiar Periodismo, es una carrera que me tiene emocionada, de sólo imaginar en conocer el mundo haciendo lo que me gusta me siento aún más motivada a seguir trabajando y estudiando, el sacrificio es necesario para cumplir las metas.
Son las 3 AM cuando alguien llama y estaba dormida así que no estoy muy lúcida pero logro encontrar el teléfono a tientas y me lo coloco en la oreja para escuchar quién rayos me despierta a esta hora, si es Clara juro que la mato.
- ¿Aló? - Digo aún somnolienta.
- Hola ¿Hablo con Dalia Herrera? - No conozco esa voz por lo que me levanto brusco del sillón y me siento para poder estar más alerta.
- Si, con ella. ¿Quién habla? - Esto me está asustando, no me gusta para nada.
- Con el detective Tristán Barker. Le estoy llamando de la estación de policía para pedirle que se acerque al hospital de California.
- ¿Porqué? ¿Que sucede? - Ahora si que me invade el pánico.
- Sus padres han sufrido un accidente de tránsito. - ¿Que rayos dijo?
- Yo... Voy a pedir un Uber, estaré alla en media hora.
- Está bien, la espero.
Mierda, mierda, no por favor, no, que no les haya pasado nada grave por favor. Dios, te lo ruego.
Me coloco una chamarra rápidamente y mis zapatillas mientras pido un uber. Diablos, llega en 3 minutos por lo que tomo mis cosas y cierro la casa con llave, mientras me aseguro que no hayan luces prendidas.
- Buenas noches, al hospital de California por favor.
Le pido al chofer del uber en cuanto llega, la lluvia no ha cesado por lo que ya que estoy mojada, me da igual correr hacia el hospital bajo la lluvia en cuanto llegamos. Dios, solo necesito saber que está todo bien.
En cuanto entro, un hombre alto, guapo y rubio con uniforme azul se acerca a mí.
- ¿Dalia Herrera? - Pregunta en cuanto llega a mi lado.
- Si, ¿Dónde están mis padres? - Estoy nerviosa, estoy alterada y mojada, no es momento de saludar.
- Srta. Herrera, mire, lo que sucede es que sus padres chocaron contra un muro de contención cuando se atravesaron en el camino de otro auto, al intentar esquivarlo, el otro auto frenó bruscamente chocando contra un árbol y ellos perdieron el control de su auto, lo que los hizo fallecer en el acto.
- ¡¿QUÉ?! ¿QUE ESTÁS DICIENDO?
Me coloco histérica y comienzo a gritar mientras caigo al suelo en una pérdida del equilibrio, no puedo respirar y no puedo dejar de llorar, mi mundo se acaba de partir en pedazos frente a mis ojos, ya no hay nadie en este mundo que me acompañe, no hay nadie que me contenga ni que me abrace, en mi vida ya no hay nadie.
¿Porqué este maldito mundo es tan cruel? ¿Porqué tiene que pasar esto? ¿Porqué mis padres? ¡No Puede Ser!
Mis padres no, esto es mentira, no está pasando.
Lloro hasta quedar seca, lloro porque no hay nada más que pueda hacer, lo acabo de perder todo, las únicas personas que siempre estuvieron aquí, hoy ya no están y eso no lo puedo reparar.
El oficial Barker me tiene en sus brazos mientras me consuela y yo no sé si quiero volver a respirar.
- Srta. Herrera, debe ir a firmar unos papeles por favor. - Me dice el oficial y yo sigo sin poder decir ni una sola palabra.
- ¿Srta. Herrera? - Alguien más me llama y no sé quién es.
Levanto la cabeza y veo a un hombre hermoso frente a mi, su cabello n***o, sus ojos verdes, su mirada fría y su cuerpo perfecto enfundado en un hermoso y caro traje n***o.
- Buenas noches, soy Jorge Swan, soy quién se encontraba en el otro auto.
- ¡¿Mataste a mis padres?! - Pregunto yo encolerizada y levantándome para quedar cerca de su altura, aunque es bastante más alto que yo.
- No, ellos fueron los que atravesaron al otro carril, casi me matan a mi.
- Claro, por eso son ellos lo que están muertos ahora.
Digo sentándome de nuevo y volviendo a llorar, no puedo más.
- Srta. Herrera, tiene que ir a firmar los documentos. - Dice el oficial Barker pero sigo sin poder reaccionar, sólo escucho.
- Yo lo haré por ella. - Escucho al Sr. Swan hablar nuevamente y el oficial Barker me intenta hablar.
- Dalia ¿Alguien puede responder por ti?
- ¿Porqué le preguntas eso? - Jorge otra vez es quien habla.
- Porque ella es menor de edad.
- Mierda. - Dice Jorge en un suspiro.
- Mira Barker, yo me haré cargo de ella pues está en shock y necesita que la revisen, mientras puedes ayudarme con el papeleo para que la chica pueda estar más tranquila.
- No puedo hacer eso, Sr. Swan, ella necesita un tutor.
- Yo pediré su tuición.
- ¿Porqué lo haces, Jorge?
- Porque es una niña y está sola.
- ¿Lo haces por Lucía? - No sé de quién hablan pero Jorge se queda callado.
- Está bien, Swan, yo te ayudaré con eso.
El oficial se va y Jorge me coloca entre sus brazos tomándome de los hombros y llevándome hacia una sala más pequeña, luego sale y vuelve con un médico para que me revise.
Después de un par de exámenes, el doctor me inyecta algo y es lo último que recuerdo de aquella noche horrible en la que lo perdí todo.
Una semana después
No tengo a nadie, no tengo nada, estoy sola en el mundo, hoy hice el último trámite que quedaba por la muerte de mis padres. Resulta que tenían algunas deudas y mis estudios les salían más caros de lo que yo pensaba, hay mucho que debo pagar mientras no tengo un solo peso en los bolsillos. No sé qué voy a hacer.
- Srta. Herrera. - Un imponente hombre de piel dorada y ojos verdes se cierne sobre mi.
- Sr. Swan. - No puedo olvidar que por él mis padres están muertos, se que no es su culpa, pero la vida me los quitó a ellos y lo dejó vivir a él.
- ¿Cómo está? - Me pregunta y aunque agradezco la amabilidad aún así me molesta la pregunta tonta.
- Bien, gracias ¿y usted? - Estoy siendo un poco tosca con el.
- Bastante mejor, sólo un brazo con un esguince. ¿Puedo preguntar que será de usted ahora?
- ¿A qué se refiere?
- A que es menor de edad y no puede mantenerse sola.
- Gracias por recordarme que estoy sola.
- Solo quiero saber si su arrogancia estará bien. - Me responde algo molesto.
- Mi arrogancia no sé compara a la suya.
- Entiendo su enojo... - No dejo que continúe con sus palabras.
- No. Usted no entiende nada.
- Yo también he perdido gente a la que amo.
- ¿A si? ¿Perdió a sus padres la misma noche? - Demonios, cómo duele esto.
- No, pero... - Mi rabia me consume.
- Entonces no tiene la menor idea de lo que se siente.
- Vine a ayudar, nada más. Si quiere mi ayuda entonces busqueme. Si se puede quedar sola, pues bien.
Diablos, él tiene razón, no puedo estar sola, no puedo firmar papeles siendo menor, no quiero que me lleven a un orfanato hasta mis 18, y no voy a poder volver al colegio si no tengo un tutor. Ah, que rabia, puto mundo injusto.
- Sr. Swan... - Digo antes de que él se vaya.
- Dígame. - Esa melodiosa voz me habla.
- Si necesito ayuda. No quiero ir a un orfanato. - El voltea y me observa con algo de melancolía mientras una brisa de verano nos mueve el cabello a ambos.
- No lo harás. Desde hoy, tu te vienes a vivir conmigo.
Eso sí no me lo esperaba de este grandulón. Nadie hace cosas gratis, quizá esto me salga más caro que la vida misma.