Capítulo 2.- La primera pelea.

1135 Words
POV Isabella — ¡Lo vez! No puedes ni siquiera responder una simple pregunta, eso es porque no eres para nada lo que dices. —No volveré a caer en tu juego tonto, la única que no… ¡como sea! deja que sea el abuelo que nos diga lo que tiene que decirnos, no pienses que me gusta estar en el mismo lugar en donde tu estas siempre. Retorne mis pasos hasta uno de los sillones del despacho, donde me deje caer toda frustrada por no poderme ir a mí antojo, de reojos vi que se dibujaba una sonrisa en la cara de ese tipejo, la cual me dieron ganas de borrar de unos cuantos guantazos para que la quitara de una vez por toda, y de paso arruinar su rostro. No conozco un hombre tan vanidoso como él, aun después del accidente sigue están orgulloso de él. En ocasiones he llegado a pensar que tal vez, y conste que estoy diciendo que lo he pensado, pero nunca lo he manifestado que sea Gay de closet. —Gay de closet… — ¿Qué dijiste, Isabella? vas de nuevo con tus prejuicios, ya te he dicho que no le hables así a tu primo. ¡Sopas! está vez si la había regado por completo, tanto pensarlo se me salió delante del abuelo y del inculpado. Yo y mi gran bocota, cuando aprenderé a controlarme un poco y no ser tan… tan… tan yo. —No sé de qué hablas, yo ni siquiera e abierto la boca, abuelito hermoso. Más me valía hacerme la inocente y no testerear la furia de ese hombre, porque el mismo me dejaba fuera de la herencia al igual que a todos mis descendientes. Si me quedaba era porque mi abuelo me lo pedía, no porque quisiera estar a su lado. Lo mire con cara de pocos amigos, antes de levantar mi mano y mostrarle el dedo de en medio como persona madura que era. Creo que se molestó, porque se puso más rojo que un tomate y pude ver cómo le resaltaban las venas de la frente y de todos lados ¡Lástima! Había aprendido a conocer que acciones le molestaban desde hace mucho y cuando nadie me veía era lo primero que hacía, sin proponérmelo se convirtió en mi hobbies favorito. Creo que molestarlo era lo único que nunca olvidaba, era como si al hacerlo me diera un poco de paz y vida al mismo tiempo. Iván rodo su silla de ruedas hasta donde me encontraba, con la intensión de sostener mi mano, por fortuna fui más rápida que él y di un pequeño brinco atrás del sillón donde no pudiera alcanzarme; donde muy sensatamente le saque la lengua en señal de que no podría detenerme. Debo decir que me sentí la mujer más rápida del mundo por mis acciones, pero la verdad es que ese brinco me hizo ver mi suerte. Ya no estaba en condiciones de andar saltando de un lado a otro, había cambiado mis zapatillas de deportes por unas que hasta el momento me dejaban más dinero. —Deberías de ir al gimnasio o hacer algún tipo de ejercicio, te estas quedando lento como una tortuga, querido primo «El burro hablando de orejas» —Te voy atrapar… te juro que te voy atrapar y te vas arrepentir de lo que te voy hacer Isabelita, así me lleve toda la vida, pagaras por todo lo que haces, no pienses que me quedaré de por vida en esta silla. Me repateaba el hígado que me dijeran de esa forma, eso lo conocía de sobra también. Mi talón de Aquiles sin duda era el diminutivo de mi nombre y que me trataran como una chica hueca sin cerebro, que solo sabía ir de compras por la ciudad para gastarse el dinero de sus padres. —No me digas Isabelita, no soy una niña chiquita para que me hables de esa forma. Cuando te quieras dirigir a mí, primero debes lavarte la boca con jabón para no ensuciar mi nombre Ivancito; después debes de pensarlo dos veces antes de que te coma la bruja de los cuentos de hadas. Le regrese el golpe de la misma manera, esa era la forma en que nos hablaban de pequeño, y que a ambos nos desagradaba en absoluto. —Jóvenes, yo no llevo prisa, créanme que me puedo pasar todo el día encerrado observando sus niñerías; sin embargo, hoy es viernes y uno de ustedes tiene una cita con sus amigos, mientras que el otro tiene un viaje de negocios. Así que ustedes dicen cuando quieren empezar a ponerme atención, eso es todo lo que necesito para explicarle lo que está pasando. La voz del abuelo, nos hizo controlar nuestro mal humor de nuevo, solo él nos podía tener en el mismo lugar sin matarnos verdaderamente aunque lo intentáramos mil veces. — ¿Qué es eso tan importante que tienes que decirnos? —Detalles, detalles muchachos. Necesito que me pongan toda la atención del mundo y dejen su mal humor para otro día que escucharlos pelear ya no causa ningún efecto en mí. Iba a pegar el grito en el cielo, pero el abuelo tenía razón, ya no podía seguir perdiendo el tiempo. —A partir del lunes ustedes dos van a trabajar juntos en la empresa. — ¿Qué? —de las pocas veces que nos ponemos de acuerdo, la voz de ambos retumbo por toda la oficina. —Sin gritos, sin sombrerazos, sin mordeduras, sin nada de nada. Isabella serás la asistente, brazo derecho o secretaria o como le quieras llamar de Iván; nadie corre a nadie y tampoco nadie renuncia, aquí todos se aguantan y cumplen con la parte que le corresponde o me asegurare que se haga afecto mi testamento por adelantado. —P-pero abuelo, n-nosotros no…no… —Me importa poco lo que tengas que decirme Isabella, acabo de dar una orden y no pienso hacer nada para que se detenga. Si mis decisiones no son las mejores para tu vida, las puertas de esta casa están muy grandes, ya sabes que tienes que hacer. —Te acompaño a la salida, Isabella. —Lo mismo va para ti Iván, no te haga que la virgen te habla y no te llega el mensaje. Está vez hablo muy en serio, pero muy en serio, si no me creen lean ustedes mismos las condiciones del contrato que están por firmar para que no les quede duda de mi palabra. Ahora si nos cargó San Juditas, este contrato nos está dejando pero en la miseria, no tan solo se ponía en entredicho mi vida, también la de Iván Vargas y la de muchas personas que de enterarse, serian dos funerales a celebrar al mismo tiempo. —Abuelo, ¿estás seguro de esto?
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