bc

La reina de corazones

book_age18+
647
FOLLOW
5.4K
READ
dark
opposites attract
kickass heroine
powerful
independent
mafia
feminism
crime
villain
like
intro-logo
Blurb

Si pensaste que el matrimonio y un hijo podía volver a una mujer sumisa, estás esquivada. Gina es cada vez más ella misma y no deja que nadie la controle, ni siquiera su esposo, quien ahora es el capo de Las Vegas.

A pasar de que prometio de que jamás volvería al mundo de la mafia, estar casada con el rey de una organización criminal es mucho más divertido de lo que creía, sobretodo porque por fin puede ser ella misma, dejar salir su lado oscuro y entrenarlo para su beneficio. Aquello le será muy útil, pues a pesar de que después del matrimonio y los hijos debería venir el "vivieron felices para siempre", su historia está lejos de terminar y lo único que le depara el futuro son más problemas.

*SEGUNDA PARTE DE EL CORAZÓN DEL DIABLO*

chap-preview
Free preview
1.
La cuestión más importante cuando amas a alguien es que lo quieres por lo que es, por lo que conociste, no esperas que cambie para ti, pero al mismo tiempo esperas una adaptación, un equilibrio entre las cosas que te molestan de esa persona y lo que amas. Es ese balance lo que te lleva a una relación sana, relativamente tranquila y lo más importante, prolongada.  Con Gina ese equilibrio no existe. La mujer es quien es y jamás ha pensado en cambiar, lo cual tampoco le gustaría, por algo la ama, pero a veces lo vuelve loco y se pregunta por qué acepta ese sufrimiento. Hay días en que sinceramente piensa en echarla de la casa, no perseguirla cuando va al departamento de Frances, entonces se ve forzado a dormir solo en la cama, fría, vacía y se siente como en los años anteriores a que conociera a Gina, lo que lo lleva a darse cuenta que aquello no era vida, sino no supervivencia. Ella lo ha hecho ver el mundo con colores de nuevo y todo lo que siempre odio, hoy en día es lo que más valora: una mujer a la que volver; un hijo que es la luz de su vida, un estúpido perro que si bien no es su ser favorito, es lindo y le hace compañía en las noches de trabajo. Un hogar repleto de las cosas que ama, de sus personas preferidas, de la familia que ha construido con Gina. Y su mujer, Dios… Es algo de otro mundo. Tan salvaje como el día que la conoció, audaz, sensual, hermosa; alguien digna de temer, incluso el propio Massimo cuida de no provocarla más de lo necesario. Pero más allá de su brutalidad astuta, Gina tiene un lado suave que tan solo conocen los más cercanos y su esposo tuvo que recurrir a toda su paciencia para llegar a apreciar aquellas otras características de Gina. Tomó tiempo que fuera a acostarse a su lado sin arrepentimientos, que confiara en él lo suficiente para contarle sus problemas y miedos, que se sintiera segura para acurrucarse a su lado, hacerle cariño, para acercarse a él primero. Uno pensaría que el matrimonio la haría más dócil, cuando en realidad Massimo cree que ha tenido el efecto contrario, ha despertado ella un salvajismo que jamás había visto antes, y le encanta, pues es consonante con su propia bestia. Por mucho tiempo creyó que su sombra se quedaría sin compañía y que nadie la aceptaría, pero con Gina descubrió que no es necesario estar solo, que todos tienen esa otra mitad perfecta para uno. Gina es ese igual —incluso un poco peor que él, diría Massimo— que lo acompaña en todas sus locuras. Y aquello lo hace sentir malditamente orgulloso de ella. —Aprendí esto en clases— dice con una gran sonrisa —, perdona mi pésima técnica, ya sabes que uno necesita práctica para convertirse bueno en algo. Mueve la daga que tiene en la mano por el pecho del hombre, quien llora y le suplica piedad, pero ella no tiene ese palabra en su vocabulario, así que tan solo sigue con su trabajo, tomándose su tiempo para torturar al hombre, deteniéndose para hidratarse y darle espacio a Massimo para interrogarlo.  Le encanta lo bien que funciona, lo dinámico y fluido que es todo, esa conexión entre ellos. Jamás pensó que Gina sería igual que él en ese sentido, que disfrutaría tanto el torturar y tener la vida de una persona en sus manos, pero al parecer sí lo hace y es mucho mejor que sus propios hombres en el trabajo, pero a pesar de su hambre de sangre, la última parte del trabajo siempre la completa él. No sabe si es por una reticencia a matar o si en verdad tan solo disfruta torturar, conociéndola lo más probable es que sea lo último. —Deberías dejarlo vivir— opina ella al final de la sesión —, quiero que alguien aprecie mi trabajo. —Yo lo aprecio. —Sabes que no es lo mismo, la gente debería saber que soy yo detrás de todas esas torturas— cruza los brazos sobre el pecho y carga la cadera hacia un lado —. Quiero que me teman tanto como a ti. Massimo se acerca, le pasa un brazo por la cintura y deja un beso en su mejilla. Gira recibe la caricia con gusto, disfrutando de ella y de la forma en que su corazón se acelera haciéndola sentir viva. Su esposo tiene ese efecto en ella y aunque luchó contra él por mucho tiempo ahora ha aprendido a aceptarlo. —No necesitas que te teman. —No— coincide —, pero quiero que lo hagan. Ambos miran al hombre a sus pies, inconsciente, magullado y apenas respirando. Massimo necesita enviar un mensaje a todos aquellos que creen que pueden robarle, no va a dejarlo vivo incluso si es Gina quien se lo pide, pero puede hacer algo más. Retrocediendo, golpea la puerta y dos hombres entran de inmediato, notando la escena se queda petrificados bajo el marco de la puerta; Gina está manchada de sangre y sigue con el cuchillo en la mano, mientras su esposo se ha retraído en una esquina, dejando claro quién fue la encargada de hacer gritar al hombre en el suelo y dejarlo en tan deplorable estado. —Terminen el trabajo y que no encuentre el cuerpo— ladra la orden, después se gira hacia su mujer. Extiende la mano en su dirección y ella la toma con gracia, deslizando los dedos entre los suyos y caminando a su lado con el mentón bien en alto, los hombros rectos y esa esencia segura y dominante emanado de ella. Gina pasa al baño para limpiarse. Capta un vistazo de su reflejo y se sorprende al ver ese brillo sádico en sus ojos y encontrar cierta belleza en su aspecto gore. Se lava las manos y se quita la camiseta que trae, quedando con una polera de pabilo abajo. Limpia su rostro también y todavía flotando en una nube de adrenalina deja un poco de sangre y la mueve a sus mejillas para usarla como rubor. Se analiza frente al espejo y lo que ve le asusta, no es solo el brillo que se mantiene en sus iris; es esa sonrisa satisfecha, el sonrojo en sus mejillas, es el hecho de que no puede sentir ni una pizca de arrepentimiento. A veces aquello le asusta o la pone en conflicto consigo misma porque tampoco quiere ser una mujer despiadada sin corazón y no entiende como es que ese deseo asesino se equilibra con su lado más suave, aquel que llena de besos a Golden y lo acurruca en su pecho y lo trata como la luz de su vida. Son dos partes de ella completamente diferentes, pero con ambas se siente cómoda y a pesar de que no sabe cómo coexisten, no quiere deshacerse de ninguna de las dos. Sale del baño sintiéndose fresca, una energía eléctrica vibrando bajo su piel, esta pone una sonrisa en su rostro y la hace moverse dando pequeños saltos hasta la oficina de Marco. Abre la puerta sin tocar antes y se adentra con pasos seguros, el mentón en alto y los hombros cuadrados. Su esposo y el dueño del burdel están conversando sobre números y los empleados de ahí, mayoritariamente stripers y las camareras que están reclamando porque muchos hombres se sentían con el derecho a toquetearlas cuando no era así. —Quizás deberían echar a los que se ponen demasiado sobones con las meseras. Marco levanta la mirada de Massimo para posarla en ella, una pequeña mueca de desprecio en sus labios que no se molesta por esconder. Gina le responde con una sonrisa cínica y va a sentarse en el borde del escritorio, dejando sus largas piernas a la vista para su esposo mientras el hombre detrás del escritorio se enfrenta a sus iris fulgurantes y amenazadores. —No creo que funcione. —¿Por qué?— Pone su cara más inocente —. Los hombres son como los niños, tienes que mostrarles las consecuencias de sus actos para que realmente aprendan y no es como si fueran a ir a otro lado, los que viene aquí es porque quieren lo mejor y no pueden conseguirlo en otro local. Massimo se levanta y busca su mano para ponerla de pie a ella también. Gina se deja llevar, sabiendo que frente al resto es menester mantener un frente unido, incluso cuando eso significa hacer cosas que no le gustan o que la hacen ver débil, como ahora. Massimo dirigiéndola fuera de la oficina con una mano en su cintura, prometiéndole a Marco que luego retomaran el tema. Le parece un movimiento condescendiente, como si estuviera loca o no supiera de lo que habla y su esposo tuviera que protegerla de sí misma. Apenas salen del local se aleja de él y cuando se suben al auto se gira hacia su Massimo. Se sostiene con una mano en el apoyacabeza y la otra la deja resbalar por su muslo, subiendo lentamente hacia su entrepierna. —No vuelvas a hacer eso, no soy un princesita a la que tengas que cuidar de sí misma. —Eso está claro, pero sabes que tienes que tener cuidado con lo que dices, puede que yo te respete, pero no todos quieren escuchar la opinión de una mujer. Termina su camino poniendo la mano en la entrepierna de él, agarrando sus bolas con firmeza. Massimo da un brinco en su lugar y su rostro se contorsiona con incomodidad, una pizca de dolor que desvía la sangre de su cerebro hacia abajo. —Es que no soy cualquier mujer— aprieta un poco más fuerte y Massimo se estira intentando escapar del agarre mortal —, ¿o tengo que recordarte con quien te casaste? —Para nada— se relaja bajo su mano, presionando su erección contra ella y Gina no se sorprende ni un poco —, sé muy bien el tipo de mujer que eres y que no puedo controlarte ni mucho menos decirte que hacer. —Pero— tensa la mano sobre su m*****o y los ojos de él se entrecierran. —Pero eso no quita que quiera cuidarte. No todos aprecian tu intelecto como yo. Su rostro su suaviza y una sonrisa comienza a tirar en sus labios, pasa de tenerlo agarrado de las pelotas a sobar su erección, disfrutando de como Massimo tiembla de placer, sus párpados caídos y los labios entreabiertos, su respiración comenzado a alterarse. Se inclina sobre él, deposita un beso corto sobre sus labios y luego regresa a su asiento. Sonríe satisfecha al ver que necesita reacomodarse y tomar un par de respiraciones profundas antes de partir el auto. —Mierda, corazón— es lo único que dice, apenas un susurro. Gina muerde su labio inferior y prefiere fijarse en el paisaje exterior, las calles transitadas, los habitantes de Vegas y aquellos turistas que prefieren venir en temporada baja porque es más barato. Se fija en las madres e hijos caminando de la mano y una sensación de nostalgia la asalta. Golden está siendo cuidado por Sonia y la última vez que lo vio fue hace un par de horas, pero aún así lo extraña con todo su ser y no puede esperar a llegar a su lado para abrazarlo, llenarlo de besos y pasar tiempo de calidad con él. Ahora que ya tiene un año es mucho más divertido estar con él, aunque eso significa que también es más cansador porque ahora Golden exige más atención y cuidado y actividades que involucran correr o una participación activa de su parte, a diferencia de cuando era un bebé y tan solo lo ponía sobre su pecho y dormían juntos. Al llegar a su departamento, un penthouse que Massimo compró luego de que la casa a las afueras de Las Vegas fuera destruida, lo primero que hace saludar a Pup que ya la está esperando impaciente en la puerta. Le rasca detrás de la oreja, acaricia su panza cuando se echa en le suelo y luego lo empuja hacia un lado cuando se pone demasiado pesado. El perro va detrás de Massimo, quien no le presta atención, más concentrado en escanear todo el lugar, una mano en la cadera, sobre su pistola. Después del incidente en el cumpleaños de Golden no iba a arriesgarse a que algo le pasará a Gina y aunque estaban buscando un nuevo lugar con mejor seguridad todavía no han encontrado nada que los convenza. En realidad es ella quien está poniendo los “peros” y tiene un motivo importante para ello, pues no ha decidido cuántas habitación van a necesitar en realidad, pero ese es un tema en el que no quiere pensar todavía. El pasillo se abre en un comedor y sala de estar, los que se ven mucho más amplios de lo que son gracias a los ventanales de suelo a techo y la terraza en el exterior que tiene el mismo largo del espacio interior. Massimo se cerciora de que no haya nadie afuera ni ninguna señal de que entraron al departamento, luego se mueve hacia el lado contrario, yendo a revisar las habitaciones. Gina se le adelanta, escuchando la voz de su hijo en su cuarto. Abre la puerta para encontrárselo frente a ella, pañal en la mano y una sonrisa amplia en sus labios rosados. —Mami, yo botarlo. —Oh, qué grande estás— le da una sonrisa reconfortante. Saluda con un movimiento de cabeza a Sonia y después camina detrás de Golden hacia el baño, en donde desecha el pañal. Se lavan las manos y luego Gina le da un beso en la mejilla, él le responde con un abrazo apretado y una charla extensa de lo que hicieron mientras ella no estaba. La mitad de las palabras están mal pronunciadas y algunas ni siquiera puede entenderlas, pero eso no lo detiene a la hora de contarle como fue su tarde. Gina lo escucha con atención, haciendo pequeños comentarios e interrumpiéndolo de vez en cuando, así es más una conversación y no un monólogo, pero se distrae con otras cosas cuando Massimo aparece en la sala de estar y Golden comienza a contar las mismas historias de nuevo, Pup está con ellos en el sillón demandando la misma atención que el infante y de vez en cuando bajándose para ir ladrarle a algún pájaro que veo o a intentar comerse alguno de los juguetes de Den. Aprovechando que Massimo está cuidándolo, va a bañarse, necesitando quitarse la suciedad del trabajo y cambiarse por ropa más limpia y además cómoda. Asegura su cabello en un tomate para solo lavarse el cuerpo y luego de secarse y ponerse crema toma una de las camisetas de su esposo y un pantalón de yoga, deja sus pies descubiertos y vuelve a la sala de estar, aunque no los encuentra ahí. Sigue el ruido hacia la cocina, encontrándose con una imagen que le revuelve el estómago o quizás sean los olores fuertes que flotan por la cocina: el ajo, vino y la bolsa de Doritos que Den abrió. Massimo es un buen papá, no lo va a negar y le genera algo cada vez que lo ve en esa faceta preocupada, protectora o simplemente cumpliendo su rol paternal; como ahora, que le está enseñando a Den a prender la arroceras y le recuerda que tenga cuidado con la estufa de la cocina porque está caliente y puede quemarse, después lo premia y revuelve su cabello con afecto. Su corazón se derrite por algo tan simple, luego se contrae al pensar en que pasaría si la familia creciera, si tuvieran otro hijo y se siente terrible al darse cuenta de que no lo quiere, no ahora por lo menos. Las cosas están perfectas así como están: ellos tres, con su dinámica relajada, con tiempo para terminar la universidad y ocasionalmente acompañar a Massimo en su trabajo. Y eso es lo otro, recién ahora retomo sus estudios, no va a abandonarlos de nuevo, pero al mismo tiempo se siente egoísta por ponerse a sí misma primero y no pensar en el bebé que crece en su interior. Tan solo de pensarlo su estómago se contrae y resiste la tentación de cubrir su boca, pero de igual manera su garganta se contrae con una arcada. —¿Estás bien?— Massimo se pone a su lado en un segundo, una mano recogiéndole el cabello por si su cuerpo decide vomitarlo todo. Asiente, respirando por su boca para mantener el olor de la comida alejado de ella, pero no funciona muy bien y tiene que moverse a la sala de estar. A pesar de que le dice que está bien, Massimo la sigue, luego va por un vaso de agua y lo pone frente a ella. Entorna los ojos, pero de todas maneras le da pequeños sorbos bajo la mirada escudriña de su esposo. —¿Qué? —¿Estás embarazada? Siempre tan directo, sin sensibilidad a la hora de decir las cosas. —Voy a tomarme eso como una completa ofensa—alza un poco el mentón, no pudiendo evitar ponerse a la defensiva —, no estoy tan gorda. —Estás perfecta, no tiene nada que ver con eso. Bebe del agua con sorbos lentos, dándose tiempo para pensar en que responder. Se había estado guardando la noticia porque no sabía como decirle, pero el mundo es cruel y le ha dado la oportunidad de contarlo antes de llegar a un acuerdo consigo misma y con lo que quiere, pero tampoco puede mentirle a la cara. —¿Entonces? Gina pone los ojos en blanco, pero responde. —Sí, me embarazaste de nuevo, ¿feliz? Una sonrisa enorme aparece en su rostro, pero la controla relamiendo sus labios y poniéndose serio. —Lo estoy si tú lo quieres. Puede sentir todo los músculos de su cuerpo relajarse. No es que vaya a tener un bebé que no quiere, pero esperaba con todo su ser que Massimo y ella estuvieran en la misma pagina y que esté poniendo la decisión en sus manos —como corresponde—, es un gran alivio para ella. —Lo estoy pensando aún— baja la mirada a sus manos y luego se recuesta en el sillón. —Espérame un poco— Massimo la apunta con un dedo y lo escucha correr a la cocina. Vuelve después con Den en brazos y Pup caminando detrás de él, su cola agitándose con emoción. Cuando el niño es depositado en la alfombra entiende que se debe a la bolsa de Doritos que Golden todavía tiene en las manos. » Yap, ahora sí. ¿Por qué lo estás pensando? Se sienta en el sillón, poniendo sus pies sobre su regazo, pero Gina cambia de posición para no tener que hablar tan fuerte. Apoya la cabeza sobre su hombro y tomando una respiración profunda deja que caigan sus muros. —Porque acabo de volver a estudiar, porque hace dos semanas alguien pensaba en matarnos, porque me gusta mi vida como está. —Entonces lo abortas— dice como si fuera muy sencillo —, ¿o eso va contra tu honorable corazón? Se ríe entre dientes, duda que tenga un corazón e incluso si lo poseyera no sería honorable. Massimo busca su mano y entrelaza sus dedos, dandole un apretón confortante. —Me siento egoísta y que mis motivos por no querer tenerlos son estúpidos. Tira de ella, obligándola a sentarse en sus piernas, le aparta algunos mechones del cabello y la mira directo a los ojos, dejándola apreciar las emociones contenidas detrás de sus iris azules. Puede escuchar los latidos de su corazón, lentos, constantes y fuertes, reverberando en su pecho y llamándola para acurrucarse en él y hacerse un espacio entre las costillas, justo a bajo de su corazón. Y es por eso que se siente mal por querer abortar; ama a Massimo y todo lo que proviene de él, han creado cosas tan lindas juntos: Golden, su familia, un imperio y una reputación de temer. Ama todo lo que han hecho juntos, ¿entonces porque no quiere a este bebé? —¡Mami! ¡Mami! Golden se lanza a sus brazos sin advertencia previa y pone uno de sus juguetes en su cara esperando que ella comprenda que quiere decirle, pero con su limitado vocabulario no hay mucho que pueda comunicar, aunque de nuevo, con su poder de mamá y muchas señales, logra entenderle. —Sí, que lindo el auto, ¿es tu favorito? El niño asiente y balbucea otro par de cosas. Mientras Massimo le contesta e interactúa con él, Gina piensa en todo lo que tuvo que pasar durante el embarazo de Golden, que si bien no fue malo porque nunca tuvo nauseas o mareos, ni se sintió mal en particular, fue algo desgastante, que no quiere volver experienciar, no ahora por lo menos.

editor-pick
Dreame-Editor's pick

bc

Enamorada por mi venganza.

read
10.2K
bc

Mi Única

read
687.6K
bc

Crónicas de una Ninfómana

read
7.8K
bc

El monstruo de mis sueños.

read
228.8K
bc

Un matrimonio sin amor.

read
45.8K
bc

Perfecto Error

read
127.8K
bc

LA ENFERMERA DE LA MAFIA

read
12.4K

Scan code to download app

download_iosApp Store
google icon
Google Play
Facebook