La ira hierve en mi sangre a cada segundo, mi corazón bombea y mis dientes rechinan con sólo recordarlo ¿Qué se creyó ese imbécil? Simplemente estaba preocupado por Brenda, nada más. Pero él lo toma todo personal, a pecho, ¡sé creerá el centro del mundo! Doy un golpe sobre la mesa de mi escritorio sin darme cuenta, me invade la frustración y mi corazón se aprieta en un puño ¡Me ha alejado de Brenda!
Estar con ella me ha hecho feliz, además de que hemos aprovechado el tiempo para prepararnos para el festival escolar. Ella estaba emocionada, tanto como yo. ¿Por qué os separaba? Brenda estaba bien conmigo. Yo sólo quería aconsejarle, decir que Brenda necesitaba de más cuidado, que sus conductas la estaban dañando.
Al terminar las clases, Brenda toma mi mano. Vamos juntos, hablando trivialidades, mas no menciona lo ocurrido con su padre. No pregunta por los comportamientos extraños y ridículos de su padre, entiende las cosas que suceden, más que el idiota ese.
¡Oh, ese idiota!¡Ese imbécil!
Los insultos le quedan cortos.
No me dirige la palabra, y me mira solo para matarme en su mente. Es un odioso, antipático, arrogante, un... un completo idiota. Todo lo opuesto a Brenda, que parece el amor hecho carne.
Como es la rutina, nos sentamos en el muro que sobresale de la reja. Brenda bate sus piernas en el aire y tatarea la canción que estamos preparando para el festival, la acompaño y juntos terminamos interpretando esa canción con emoción. Los minutos pasan, el reloj va marcando el tiempo entre cantos y, cuando reacciono, ese hombre tiene cuarenta y cinco minutos de retraso.
La ira crece más en mí ¿me ha apartado de Brenda para esto? Muerdo mi labio con impotencia y clavo mis uñas en las palmas de mis manos "Profesor, ¿no vamos a su apartamento?" A la voz de ella me estremezco, le miro con cierto pesar mientras niego. "No creo que a tu padre le haga mucha gracia"
Sus ojos me miran fijamente "Eso no tiene sentido" Dice.
"Dile eso a él" Sonrío, aunque no es de manera sincera.
De nuevo ese día se reproduce, incluso me dan ganas de llorar. No tenía que reaccionar de ese modo, mi última intención era ofenderle o molestarlo con mis palabras, nunca quise eso. Pero bien que cada uno ve el mundo con sus propios lentes.
Los minutos transcurren, noto a Brenda aburrida y cansada, pero no propongo llevarla conmigo, no quiero más discusiones. Tampoco la dejo sola, no es justo que tenga que pagar con soledad el descuido de su padre. "Profesor ¿y si me lleva con papá?"
Inclino mi rostro para mirarla con ojos abiertos. Su padre no parece amante de las sorpresas y, el aparecer allí en su estudio sin aviso, seguro será una. Mi relación con ese hombre es pésima, es evidente que no congeniamos, yo represento todo lo que él odia y él representa todo lo que yo odio. Nuestra única y remota conexión es Brenda, y es ella el mayor motivo de nuestros problemas.
Debí responder que no, negarme a aquello. Pero ahora vamos en un taxi, ella emocionada, yo con un puño en mi garganta. Sé que se molestará al verme, que me correrá de manera sutil después de discutir, pero aquí estoy. Brenda tiene la tarjeta de su padre en la mochila, ahí estaba la dirección, al parecer el hombre la empacó en caso de que ocurriera algo ¡Qué inteligente! Creo que es la primera vez que el idiota me sorprende.
Al llegar al dichoso estudio me quedo admirado por lo elegante que es, está ubicado en el segundo piso, por lo que dice Brenda; tiene unos grandes vitrales que dan a la calle, aunque hay una zona con una cortina blanca que se alcanza a ver desde abajo la acera. Tomo a la niña de la mano y ambos subimos, Brenda emocionada se me adelanta saltando los escalones y emitiendo gritos "¡Papá!"
Cuando la alcanzo, ella está frente a los cristales que hacen de puerta quieta, callada y con los brazos caídos a sus costados. Extrañado me acerco, la bilis sube por mi garganta y me obligo a mantenerla en su lugar, abrazo a Brenda contra mi pecho para que no continúe mirando aquello de lo que no puedo apartar los ojos.
Él está allí, besando a una mujer desnuda, acariciando su cuerpo sin reparar en la vergüenza y el hecho de que están en un estudio al que fácilmente cualquiera puede acceder. Sus bocas se saborean, sus cabezas se mueven para acomodarse, las manos de la mujer se mueven ágiles por el cuerpo de Alexander.
Brenda solloza un poco fuerte, ellos despiertan.
Esos ojos negros llenos de sorpresa me miran aturdidos, inocentes, sin ira. Alexander aparta la mujer y trata de decir algo, pero no puede. Yo niego y beso los cabellos de Brenda. "Es mejor irnos, amor"
Me apresuro a incorporarme y tomo a Brenda de la mano. Bajamos la escalera sin pensar en los que hemos dejado atrás ¿Cómo puede? ¿Por esto es que no llega?¿Por esto es que falla? ¿Éste es su dichoso arte?
"¡Alexander, regresa!" Es el grito de la mujer, alega cientos de cosas hacia ese imbécil, al cual escucho tras nosotros.
Siento su mano rozar mi brazo, pero lo aparto con brusquedad. Una vez en la calle encaro a Alexander, mis ojos están llenos de lágrimas y respiro agitadamente. No me había dado cuenta Brenda se oculta tras mis piernas mientras dice que no quiere ver a su padre. "¿Para esto es que me ha apartado de ella? ¿Para esto me pidió que dejará de cuidarla?"
Él abre sus labios para decir algo, pero antes que lo logre lo señalo con odio "Es usted un maldito irresponsable, un infantil y arrogante que sólo piensa en su bienestar ¿No ve lo que ha hecho a Brenda? Usted no llegaba y ella me pidió traerla, porque el cavernícola de su padre no me permite llevarla al apartamento ¡Y oh sorpresa, mire lo que hallamos!" Digo entrecortado, la garganta se me ha secado y me cuesta hablar.
"Ryan" Dice, parece nervioso. Pero puede irse al diablo.
"Cállese." Alzo la voz, histérico. "Nada de lo que usted diga me vale"
Tomo a Brenda de los hombros y me agacho a su altura. Seco sus lágrimas y beso su pequeña frente con ese amor que siento hacia ella. "Nos vemos mañana en la escuela, pequeña. Todo va a estar bien"
Dirijo una mirada de odio a su padre, quien balbucea disculpas a la pequeña que se niega a dejarse tocar. "Cuídela" Enfoco mi voz en cada sílaba. Es una amenaza silenciosa.
Hecho una furia me marcho, con pasos acelerados me pierdo en las calles. Cuando estoy lejos, siento que las emociones se acumulan. Me desmorono como un bebé abandonado.
No debería estar llorando.