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Bebé a bordo para jefe millonario

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Blurb

En medio del caos puede nacer el amor más puro, la pasión más intensa, la química que no esperaba que tendría con un completo desconocido.

Años de matrimonio fueron lanzados por la borda luego de la infidelidad de su esposo, pero Daphne no estaba dispuesta a tumbarse a llorar, por el contrario, decide embarcarse en una aventura que no tiene la menor idea de las consecuencias que traerá consigo.

Toparse con Oliver, un millonario, seductor, que podría tener a cualquier mujer a sus pies, pero que coloca su mirada en ella y hará lo que sea necesario para tenerla.

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Capítulo 1 "Mirada de torbellino"
A veces tocas fondo de las peores maneras, la vida suele dar de esas vueltas que te revuelcan, de esas que se sienten como si estuvieras en una montaña rusa, con mareos, con vértigos, con el miedo que te recorre por debajo de la piel. En mi vida nunca me había planteado nada fuera de lo normal, mi familia me había enseñado que el matrimonio, una bonita familia y una casa grande era todo lo que se podría desear en la vida. Hasta hace un par de noches atrás jamás me habría atrevido a pensar de una manera diferente, con un hombre al cual esperar con la cena lista, un gran negocio que ambos nos encargamos de hacer crecer desde cero y la vida envidiable a la vista de muchos. A mi matrimonio solamente le faltaba una cosa para ser perfecto a la vista de mi familia, un niño, un pequeño retoño, que según las palabras de mi propia madre, los hijos son la solución a todo matrimonio que está a punto de derrumbarse. En la mente de una mujer ingenua, creí que ella tendría la razón, por las típicas frases de que las madres lo saben todo, que cuando te aconsejan lo hacen para tu bien, pero en esta ocasión todo era parte de una ilusión óptica. Mientras meneo en mi mano la copa de vino tinto, me deleito con la vista del mar, del cielo, con las hermosas estrellas y la luna que me saluda, me doy el lujo de volver en mis amargos recuerdos. El día había comenzado con una llamada que me había despertado, el jefe del departamento de finanzas diciéndome que necesitaba una reunión urgente conmigo, agradecía que Eliseo ya se hubiera levantado hace un buen rato. No es que lo haya escuchado, caigo tan rendida en la cama consumida por el cansancio que no logro saber ni siquiera que es lo que sucede a mi alrededor, pero al extender mi mano hacia su lado de la cama pude sentir el frío palpable que me dejó saber que hacía un buen rato que no estaba allí. Lo primero que hice fue darme una placentera ducha, para empezar un día relajada, o al menos hacer el maravilloso intento. Mi primera señal, bandera roja, o como se les dé la gana llamarle a esta sociedad moderna, fue ver a mi esposo con su ropa de estar en casa, preparando el desayuno con tanta felicidad como hacía tiempo que no le veía. Yo estando en este mundo de los negocios sé mejor que nadie que esto consume nuestra gran parte del tiempo, hemos ocupado demasiado tiempo en crecer dentro del negocio y volvernos los mejores de la industria, por lo que últimamente ni siquiera teníamos el tiempo de desayunar en la misma mesa. —¿No irás a trabajar? —me atreví a preguntar acomodando mi camisa parada junto a la mesa. —Por supuesto, sabes mejor que nadie que no me puedo permitir perder un día de trabajo, pero mi reunión inicial apenas es a media mañana —se para detrás de mí y me deja un pequeño beso que me arranca una sonrisa— Quise aprovechar la mañana para darte un pequeño detalle y verte justamente con esa sonrisa. Fue una alegría inicial, sin darme cuenta había caído lentamente sobre una tela de araña y mientras escuchaba aquellas palabras salir de su boca que me endulzaban, la araña me envolvía en su tela tan lento que no me percaté en ningún momento. Tuvimos un desayuno de esos que hacía tal vez un año que no lográbamos tener, Eliseo me acompañó hasta la puerta, me dio un beso sobre los labios y se despidió como si en los últimos meses nuestro matrimonio no se hubiera estado a punto de quebrar en varias ocasiones. Mientras el tráfico de la ciudad quería devorarme y las bocinas de los conductores no dejaban de sonar a modo de queja, recibí una videollamada, era nuevamente el jefe del departamento de finanzas, habíamos creado una buena amistad, pero dos llamadas en una mañana era algo que el cuerpo de una mujer en sus treinta años no estaba dispuesto a aguantar. —¿Qué es lo que está sucediendo? No quiero que lo tomes a mal, pero sinceramente dos llamadas en una mañana me parece un poco exagerado, tengo un buen rato atrapada en el traficó —comenté en mi usual y cansado tono de voz. —Quería esperar para hablar contigo cuando te pudiera mirar cara a cara, pero creo que es mejor decirte antes de que llegues aquí y salgas disparada de regreso a tu casa —me dice con el horror reflejado en la mirada. No soy una mujer que entra en pánico con facilidad, siempre he sido una fiel creyente de que los problemas pueden solucionarse manteniendo la mente en frío. —¿Qué pasa? Deja de dar tantas vueltas, me vas a marear como un trompo —me quejo apoyando mi cuerpo con totalidad en mi asiento. —Está faltando una buena suma de dinero todos los meses en las cuentas de la empresa, entonces me decidí a investigar que era lo que estaba sucediendo, me terminé encontrando con varias facturas de pagos, entre ellos de un apartamento lujoso y todo está a nombre de tu esposo —suelta de manera tan repentina que me quedo paralizada. Me quedé ahí estática a tal punto de que no me había dado cuenta de que los automóviles me estaban tocando bocina esperando a que me decidiera a avanzar. Corté a la llamada sin decir ni una sola palabra, di la vuelta a la carretera y me dispuse a regresar a mi casa, porque estaba segura en mi ilusa mente que mi esposo tendría una buena respuesta para lo que estaba sucediendo. Regresar a casa fue tal vez de mis peores decisiones, bastó con ir llegando para darme cuenta de que allí había otro automóvil, pero esa no fue mi gran sorpresa, sino ver que quién estaba allí era una persona que conocía de memoria. Me pareció que tal vez no podría tener la conversación que esperaba con mi esposo, ya que teníamos visitas, en mi mente ilusa, creí que esa persona podría haber ido a buscarme, que tal vez estaría en problemas nuevamente y necesitaría que le volviéramos a tender la mano. Entré en silencio, la sala estaba vacía, pero en medio de tanto silencio escuché una risa, una carcajada que hasta estos momentos resuena en mis oídos, la ropa estaba regada por la escalera y a medida que subía los escalones veía borroso. Esa mañana encontré a mi esposo en mi cama, acostado con la que alguna vez consideré la parte más importante de mi familia, en esos momentos en mi mente se desdibujó el recuerdo de la niña que sonreía sentada a mi lado en el césped de mi casa, con la que peinaba a las muñecas, mi prima, la que consideré alguna vez como mi hermana. Cuando ambos me miraron allí parada, se quedaron paralizados, me hubiera gustado ver el miedo en el rostro de Eliseo, pero eso no fue lo que vi en su rostro, tantos años de conocernos hubieran servido para reconocer tal gesto, en cambio, vi en él alivio. —Daphne, te prometo que esto no es lo que parece —dice mi prima con una risa nerviosa. ¿Cómo podría no ser lo que parece? ¿Me dirá que estaban jugando al papá y la mamá?, a veces las personas tienden a creer que una persona no tiene la inteligencia suficiente para darse cuenta de lo que está sucediendo, aquí el único ciego es el que no quiere ver, porque uno tendría que estar verdaderamente ciego de amor para tratar de camuflar la verdad a punta de excusas, que al final del día ni uno mismo se alcanza a creer. —No es necesario, no vamos a seguir fingiendo delante de ella que no está sucediendo exactamente lo que acaba de ver, sí, me estoy acostando con tu prima y ahora que lo sabes —una ancha sonrisa se asoma de sus labios— No necesito seguir fingiendo que estoy viviendo un matrimonio feliz con una mujer insulsa que no me provoca deseo alguno, quiero el divorcio. —Eliseo —titubea la mujer que ya ni siquiera me atrevo a llamar como m*****o de mi familia. —Eres un desgraciado, pero me voy a encargar de que cada día de tu vida te arrepientas de haberme engañado —me atrevo a decir con mis palabras hundidas en el rencor y la rabia. —¿Piensas que voy a sentir miedo de tus amenazas? Antes de mí no eras nadie, pero al menos te quedaba algo, la belleza, ahora… —hace una breve pausa para carcajearse negando— No te queda nada, no existe belleza en ti, te avejentaste, te amargaste y me voy a encargar de que al igual que antes de mí no eras nadie, después de mí sigas sin serlo, porque estos años a tu lado han sido un desperdicio. —Eliseo, basta, la harás volverse loca —se ríe con aquella irritante risa que es un intento de acariciar la perfección. —Estoy más cuerda que nunca —me cruzo de brazos ante ambos con completa calma— No voy a dejar que me destruyan, mucho menos por un matrimonio que jamás me ha hecho feliz, cuando gustes me puedes enviar el documento del divorcio, estaré gustosa de firmar. Después de que ambos se colocaran la ropa y salieran de mi presencia, me ocupé de armar mis maletas, estaba segura de una cosa en el momento que pasé aquella puerta y los vi acostados en mi cama, no me quedaría allí ni un segundo más. Regresé de mis pensamientos en el momento que sentí una mano sobre mi hombro, me topé con unos ojos que se asemejaban a una tormenta, ese hombre olía a torbellino y su sonrisa, mejor no hablar de su sonrisa que era capaz de contagiarte con tan solo mirarla. —¿Puedo acompañarte una copa? —escupió aquellas palabras con tanta seguridad que no habría manera de que me negara a tal petición. —Puedes acompañarme las que quieras…

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