3- Investigación

1158 Words
Despertó a las cinco sin necesidad de usar alarma, su sueño últimamente se acababa a esa hora y estaba bien, el clima era muy frío y decidió prepararse una taza de café bien cargada mientras buscaba en el cenicero que había dejado junto a la estufa, ¡Bingo! Su cigarrillo de marihuana seguía intacto. Le sacó unas caladas mientras tomaba su bebida caliente sintiéndose en la gloria, aún con los actuales hechos, revisó las noticias viendo un poco más de lo mismo, atendió unos mensajes en su correo, parecía que la junta ejecutiva de MEDITECH estaba deseando reunirse con ella pronto, pero no lo creía correcto, aún no era el momento. Les agradeció las condolencias y pidió respeto por su dolor, ganándose así un par de semanas más, mientras pensaba qué hacer con su vida, y mientras, consideraría la invitación de la Sociedad. Googleó un poco “Rossé” “Sociedad secreta” “Sociedad de mujeres” y el resultado fue… Inexplicable. Databa de más de setenta años, La Sociedad Rossé, o La Rossé, era conocida de ambas formas, incluso el nombre de La Sociedad Secreta salía por ahí. Mujeres poderosas, cancilleres, presidentas, diputadas de renombre, cantantes, actrices, científicas, médicas, filántropas, las listas de nombres era larga. Ada Lovelace, Rosalind Franklin, Lynda Carter, eran sólo nombres de las que parecían ser cientas de mujeres vinculadas a la Sociedad. Su teléfono sonó y ella se asustó, miró la hora: 6:23. Se le haría tarde.  Contestó mientras subía las escaleras a su habitación. -¿Hola?- dijo con voz ronca, tantas horas sin hablar con alguien cobran su cuota. -Buenos días, señorita Hill. Le recordamos que irán por usted en unos minutos, pedimos que esté lista y esperando al chófer, evitando ser grosera con el hombre. Gracias, que tenga muy buen viaje- colgó, Xandría bufó, la grosera parecía ser otra. Subió a cambiarse la ropa, optó entre la comodidad y la elegancia, escogiendo un híbrido entre ambas, usó un pantalón alto ajustado de color gris plomo, una camisa de vestir delicada de botones de color vino y unas zapatillas del mismo color que la camisa, Dejó su cabello suelto y se maquilló un poco luego de ir a dar otras caladas a su cigarrillo, lo necesitaría. Se arregló lo suficiente para no parecer una loca y, tomando sus dos grandes e incómodos bolsos y su cartera con todo lo necesario, dio una última hojeada a la casa, admirando cada centímetro y burlándose un poco de sí misma, “Volveré en unos días, no hay nada que extrañar” se dijo mientras cerraba con llave. Esperó sentada en el frente, viendo las casas de los vecinos, nunca se habían cambiado de vecindario, no hizo falta. Vivían en la mejor zona de la ciudad y la seguridad era muy buena, eran una comunidad unida, sonrió un poco al recordar la cantidad de comida que todos llevaron a su casa luego de la muerte de su familia. Sus amigos se comieron todo, ella no tenía apetito. Suspiró y antes de que devolviese la llamada a la mujer voz de robot un coche grande oscuro se estacionó frente a ella. Un hombre canoso y de aspecto amable le dio los buenos días, usando un traje completo de color oscuro, tomó sus maletas y las guardó mientras ella subía en el asiento trasero insistiendole en que no necesitaba que abrieran su puerta, buscó sus audífonos inalámbricos y colocó música para hacer el viaje más ameno. Se perdió en una melodía que hablaba de tristeza y abandono cuando de un saltó reaccionó, el chófer tocó el vidrio con los nudillos y seguidamente abrió la puerta. -No quería despertarla, señorita. -No estaba dormida- dijo ella aclarándose la garganta- ¿Llegamos? -Sí, ya bajé el equipaje- dijo tendiendo la mano, ella la tomó y le ayudó a salir del vehículo, Xandría le agradeció mirando a su alrededor. -Sí, señorita. Sígame- pidió llevando solo los bolsos sin aceptar que ella le ayudase, llegaron a un avión y no le sorprendió mucho, Boston estaba lleno de pistas privadas y no era la primera vez en su vida que viajaba en uno, y definitivamente tampoco la última. Por un segundo, mientras se ajustaba el cinturón y la azafata le traía un vaso de jugo de naranja, sintió su cuerpo temblar, su estómago se contrajo y sus ojos empezaron a soltar lágrimas. Era la primera vez que estaba en un avión desde la muerte de su familia, y su cuerpo no parecía tomarlo con mucha calma. -Gra...Gracias- agradeció la bebida y se avergonzó de que la mujer la viese temblar. -No hay por qué temer, señorita. Será un vuelo de seis horas y media, donde tendrá tiempo suficiente para descansar, si desea un trago más fuerte o un calmante por favor hagamelo saber- dijo con amabilidad y Xandría le sonrió con agradecimiento, no se sentía con ganas de hablar. Activó, en cambio, la música, esta vez seleccionando cosas relajantes no temas que la hiciesen sentir ganas de lanzarse desde el cielo. Y cuando el malestar del despegue pasó, soltó su cinturón cuando la azafata le indicó asomándose desde la cabina. Se dejó llevar por la música y abrió un libro en su tableta para entretenerse, funcionó de maravilla, así pasó tres horas, hasta que su estómago empezó a gruñir y solicitó a la chica algo de comer. Recibió unas tostadas francesas, con huevos revueltos y tocino, un vaso de café, jugo natural y una jarra de agua, se sintió tan satisfecha que al menos media hora después, cayó en un profundo sueño. -Señorita- estaba siendo mecida por algo, o alguien… La bruma de su mente se disipó a medida que la sensación se hacía más y más fuerte, al abrir los ojos, la azafata estaba ahí- Estamos por aterrizar, lamento despertarla. Por favor, abroche su cinturón- pidió amablemente. -Muchas gracias- dije obedeciéndola y sintiendo mi garganta muy seca, ¿Tanto tiempo dormí? El cambio de horario era una locura. Eran las siete de la noche al aterrizar en Londrés y el frío era una locura, ella se arrepintió de no haber sacado del bolso su saco grueso pero ya no podía hacer nada. Delante del avión, dos mujeres y un hombre la esperaban. Se acercó a ellos pausadamente. -¿Señorita Hill? - dijo una de ellas, era afroamericana, su acento la delataba.  -Sí, así es. -Soy Margaret, la escoltara hasta la sede de la Sociedad. Ellos recogerán sus cosas mientras nos montamos en el coche. -Esta bien, gracias- dijo sin ser específica con alguno, ella se subió detrás y supuso que debía seguirla por lo que lo hizo, no pudo dejar de notar que ambas mujeres usaban vestidos negros de manga larga con la espalda descubierta y la falda sobre los muslos, en sus pies usaban tacones negros y gracias al cabello corto de Margaret pudo ver varias marcas rojizas en su espalda, ¿Qué eran? se preguntaba.
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