Xandría pudo visitar la ducha de la habitación del Amo antes de salir de la residencia masculina y lo agradeció infinitamente, se sentía sucia aún cuando su mente le decía, muy secretamente, que le encantaba todo eso, que era una pervertida más en un mundo de pervertidos y que aunque se quejara y lamentara, era eso lo que le gustaba: ceder su poder y control para que otros la poseyeran e hicieran con su ser lo que quisieran. Quizás por eso seguía ahí, quizás por eso aceptó pertenecer a La Sociedad La Rossé, fingiéndose a sí misma con la excusa del legado familiar, ella lo que quería era saber qué era la sumisión de la que tanto hablaba la Presidenta cuando la conoció, y ahora que sabía de qué iba, parecía encantada con la idea. La fiesta iba en su auge cuando volvió siguiendo a el amo del

