El dolor. El dolor siempre llevaba al ser humano al arrepentimiento, los vellos del cuerpo se erizaban, los músculos se tensaban y los ojos liberaban lagrimas mientras el mismo corazón arremetía con fuerza contra el pecho luchando por manejar aquella tortuosa sensación lastimera que embargaba a un ser humano cuando estaba sometido a la tortura. El cuerpo de Sandro estaba cubierto de un líquido espeso y pegajoso que se apegaba a su piel, lo que antes fue un costoso traje, ahora no era más que estropajos de tela pegajosa y carmesí. Su cuerpo casi se convulsionaba de dolor con la boca sangrante debido a que, con una pinza, los verdugos de la familia Salerno sacaban sus dientes uno a uno, el dolor era avasallante, tanto que no importaba cuanto gritara, ni un solo gritó salido por su garganta

