A los hombres les agradaba lo dulce, especialmente a los italianos. Los desayunos eran básicamente pan, mucho pan con crema pastelera y toda clase de mermeladas. Un buen café era un excelente acompañamiento, más en la época de frío.
Fiore depositó delante del italiano un plato repletó de toda clase de aperitivos dulces y una taza de café humeante con espuma. Al mirarla los ojos de Leonard brillaron extasiados. Mierda, estaba que moría de hambre. Fiore la observó y entonces el hombre centró también su vista en ella.
—¿Hay más?
—¿Por qué?
—No veo que tengas otro plato para ti—la chica sonrió, bueno, tenían pensado que al ser demasiados podían compartir, pero esos no parecían ser los pensamientos de Leonard quien pensaba que aquello era demasiado poco, últimamente tenía mucha hambre, tal
