Los desayunos en familia se habían convertido en una tradición, pero por primera vez desde que llegaron a Palermo solo tres personas compartían la mesa: Franco a la cabeza, Leisel y Ludmila frente a él. El italiano miraba cómodamente el periódico mientras las mujeres tomaban el desayuno, sin embargo, el silencio no duró demasiado. —Creo que debemos regresar a Florencia, Franco. El italiano bajó el periódico. —Hasta hace unos días atrás las escuché mencionar una fiesta. ¿Ahora quieren regresar a Florencia? —preguntó Franco al mirar cómo ambas mujeres lo observaban con el mismo objetivo convencerlo de regresar. Ludmila lo quería por la boda y Leisel por Lucían, le habían dicho que tardaría más de lo debido y además apenas y podían cruzar una llamada. Lo extrañaba y mucho. —¿Nos casaremo

