El fuego que emanaba la mirada de Leisel soportó la de Lucían hasta que los presentes apartaron la vista sin poder soportar la tensión entre ambos. No se sintió intimidada en lo absoluto por los ojos azules de su prometido que la miraba con seriedad, pero ocultaba demasiado bien la satisfacción al verla tan molesta. Leisel no parecía estar más divertida que él, de hecho, apretaba sus puños intentando contener las ganas que tenía de que él fuera el siguiente el recibir una de sus bofetadas.
—Podemos hablar de esto aquí o en un privado—miró de reojo a la mujer quien era ayudada por su hermano a ponerse de pie—me da igual cualquiera de las dos formas.
Lucían no tuvo dudas en donde quería que se llevará a cabo aquella conversación.
—Que nos preparen un V.I.P de inmediato—ordenó el italiano
