Renacer

942 Words
POV ELIZABETH Me miré al espejo esa mañana con calma, disfrutando del reflejo frente a mí. Labios rojos, el cabello suelto cayendo en ondas suaves, y la seguridad de una mujer que ya no pide permiso. No había rastros de la Elizabeth ingenua que una vez fui. Esa versión de mí había muerto hacía tiempo. No me quebré aquella noche. No lloré, ni me permití dudar. James solo había sido el último error que me negaba a repetir. Si algo aprendí en la vida, es que cada traición es una oportunidad para renacer más fuerte. Desde niña, entendí que nada me sería dado gratuitamente. Crecí en hogares de acogida, rodeada de paredes que no eran mías y de miradas que me recordaban constantemente que no pertenecía a ningún lado. Aprendí temprano a no depender de nadie. Mientras otras niñas jugaban a las casitas, yo buscaba maneras de sobrevivir, diseñando estrategias que me llevaran siempre un paso por delante. Flashback: Mi primer gran salto Cuando cumplí dieciocho años, dejé el último hogar de acogida con una maleta vieja y el corazón lleno de ambición. Conseguí una beca en la Universidad de Nueva York. No porque alguien me la regalara, sino porque me rompí el alma estudiando día y noche. Trabajaba como mesera en un café para pagar lo que la beca no cubría, y aún así, nunca me permití quejarme. Me gradué Summa c*m Laude, con diplomas de honor que nadie aplaudió, porque no había nadie allí para hacerlo. Pero no me importó. Sabía que ese solo era el primer paso. Si el mundo no iba a abrirme las puertas, yo las derribaría. Mi primer trabajo fue en un despacho de finanzas, como la chica que servía café y tomaba notas en reuniones que apenas comprendía. No protesté. Me dediqué a observar, a estudiar cómo se movía el dinero, cómo se tomaban las decisiones importantes. —Nunca subestimes lo que puedes aprender desde la base —me dije a mí misma más de una vez. Esperé mi momento. Y cuando reuní suficiente dinero y experiencia, presenté mi renuncia. Recuerdo el día perfectamente. Mi jefe, Damon Richard Calloway, CEO de Calloway Enterprises, era un hombre arrogante, de esos que creen que el mundo gira en torno a ellos. Me miró con burla cuando le entregué la carta de renuncia. —Te arrepentirás, Blackwell. No durarás ni dos meses sin este trabajo. Volverás a pedirme que te recontrate. Y te hare lamer mis zapatos. Sonreí. No porque me hiciera gracia, sino porque ya había visto ese guion demasiadas veces. Viejos empresarios que subestimaban a las mujeres, convencidos de que sin ellos el mundo dejaría de girar. —Recuerde mis palabras, Calloway. En dos años, yo seré la persona que le cerrará las puertas de su propia industria. Y así fue. Dos años después, Blackwell Innovations dominaba el mercado. Me convertí en la CEO más joven en alcanzar el estatus de multimillonaria, revolucionando la tecnología con una plataforma de innovación que transformó la manera en que las empresas optimizaban su producción. Cuando Calloway Enterprises estuvo al borde de la quiebra, ni siquiera me molesté en comprarla. Lo dejé morir solo, ahogándose en su propio ego. Había conquistado el mundo de los negocios, pero el poder no lo era todo. Durante todos esos años, dejé algo importante en segundo plano: mis deseos. James había sido sexo vainilla, predecible y monótono. Durante ocho años, rechacé explorar lo que realmente quería. Me negué a reconocer lo que mi cuerpo exigía. Pero ahora ya no había barreras. Yo tomaba lo que deseaba. Flashback: La primera vez en el club Eros Cuando Scarlett me propuso ir al club Eros, acepté sin pensarlo. Scarlett Hayes era mi mejor amiga desde la universidad. Pelirroja, explosiva, con una personalidad que dominaba cualquier habitación. Dueña de su propia firma de moda, siempre había sido mi contraparte perfecta. Si yo era hielo, ella era fuego. —Tienes que venir conmigo. Eros no es un club cualquiera. Ahí no hay reglas… al menos no las que tú conoces —dijo, guiñándome un ojo mientras servía dos copas de champán. Entramos por una puerta discreta, alejadas del bullicio de la ciudad. El lugar era oscuro y elegante, con luces tenues y una música sensual que vibraba en cada rincón. El aire estaba cargado de promesas silenciosas, de secretos que solo se compartían allí. Y fue ahí donde lo vi. Un hombre. Alto, de espaldas anchas, vestido con un traje oscuro que no hacía más que acentuar su aura dominante. No parecía intimidado por el ambiente del club. Al contrario, se movía como si todo a su alrededor le perteneciera. Su mirada se cruzó con la mía. Intensa, directa, sin rodeos. —¿Ese te gusta? —preguntó Scarlett, notando mi reacción. —Tal vez. El juego comenzó sin palabras. Cada paso que daba hacia él era una declaración. Mi vestido n***o abrazaba cada curva, mis tacones resonaban con fuerza, y mi sonrisa estaba cargada de intención. —¿Estás esperando a alguien? —le pregunté, ladeando la cabeza. —A ti, parece. No había espacio para las dudas. La química era explosiva. Todo fue rápido, intenso, como una tormenta que no puedes detener. Su boca encontró la mía, sus manos recorrían mi cuerpo con hambre, y durante esos minutos perdí la noción del tiempo. Cuando todo terminó, me levanté, me arreglé el cabello y me fui sin mirar atrás. Fin del flashback Esa noche me enseñó algo importante: el control puede ser delicioso cuando decides soltarlo… pero solo por un momento. Porque al final, la que siempre manda soy yo.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD