El peligro acechando, la valentía mostrándose

1505 Words
—¡Traedme a cien hombres ahora mismo! —vociferó cual animal acorralado. —¡Necesito hallarla antes de que su padre se dé cuenta que el matrimonio no se ha efectuado —gritó frustrado el hombre. Su mirada tenía un sudor aparente que se escondía su verdadera naturaleza; la de un hombre con el pecho vacío. Se agachó, miró en dirección a donde estaba escondida, parecía como si podía verme, pero no era así, en su cara me fijé y pude observar una cicatriz, este hombre no era buena cosa, seguro alguien le cobró alguna deuda por su maldad inmunda. Se volteó y gritó —Rápido, no estoy jugando, ¡por qué son tan inútiles! —vociferó de vuelta. La oscuridad de la noche seguía aliado conmigo, abracé a la libertad, le dije, "no puedes huír de mí, soy Zahara y mi espíritu se eleva a la misma enorme proporción que el desierto de Zahara." Me arrastre por el suelo cual animal rastrero, sucumbí al suelo caliente y polvorienta, mis ojos se habían llenado de polvo salado, pero mi convicción seguía así con la premura de alcanzar a mi potro salvaje al otro lado de la extensa propiedad. Escuchaba voces a lo lejos, había dejado a mi mejor amigo Potro salvaje lejos para que no nos encontraran, así que debía escabullirme, alcanzarlo y alejarnos lo más que podíamos. Cada vez, sus voces se hacían más distantes, más simples y más irreales, al estar muy lejos monté a mí amigo Potro y salí de ahí cabalgando. Mientras debia alejarme de la enorme propiedad de la familia Amir, llegué a un lugar muy singular, parecía irreal, pues había mucha vegetación, arbustos, palmeras, voces riéndose, personas, lo menos que quería yo, eran que personas ajenas me vieran alli, así que le hablé a mi obediente caballo y le dije que debía permanecer inmóvil, éste por alguna razón, parecía entenderme siempre mejor que nadie, además me hacía caso. Me escabullí entre las palmeras y observé hacia la dirección de las voces, ví a una distancia prudente a un hombre alto fortachón sosteniendo en brazos a una fémina, a quién no pude descubrir su rostro, pues ella solo proporcionaba la parte de su espalda, su silueta era curvilinea y hacía gestos y ruidos. En medio de la noche se oía sus quejidos; "Ay, uh, uuuu, ummm. Arrugué las cejas di la vuelta, quería salír de ahí para continuar mi camino, pero valga la redundancia, ese hombre soltó a la mujer en sus brazos y olfateó en el aire como si quisiera descubrir através del olor corporal a alguien, parecía un perro sabueso, olfateaba justo a mi dirección, lo cual me llenara miedo. La mujer, quien no se percatara de lo que pasaba, dijo a su amante. "¡Qué, ¿tan poca cosa soy?! ¿Quieres dejarme aquí después que arriesgué todo para venir a verte?" Fue hasta entonces, me fijé, ella era una de las mujeres que vi entre la familia de Melec Amir, después de todo, esta familia también tenía su recompensa guardado, me dije entre dientes. A lo lejos se oyeron voces, la mujer tan pronto supo que acercaban personas con antorchas encendidas se puso pálida, pues la descubrirían allí con un hombre y sin casarse. Era su amor prohibido y sería descubierto tan pronto como llegaran hasta ahí, ella se puso totalmente nerviosa invocando el nombre de Alá, dijo: —Oh, Alá ten misericordia de mí. ¿Ahora que haré? Solo seré apedreada delante de todos... —empezó a sollozar. En eso, el hombre rudo y con cara de maleante la tomó y se lanzó a la profundidad de la laguna, ellos prácticamente no se veían por ningún lado, mientras que yo seguía observando todo cuanto pasaba allí. Tan pronto como llegara la legión de hombres dirigido por Melec, y de nuevo este hombre que a mí parecer ya era un patán de lo peor, cogió un niqab sobre la arena y la olió, enseguida lo apretó entre sus manos empuñado. Se veía que se había percatado de algo, y presisamente eso me ayudaría, pues rápido dió la órden de salir de ahí a sus hombres, se quedó solo él por unos minutos más, volvió a ver a todas partes y dijo entre dientes apretados. —"Samira" —dió la vuelta para largarse. [ ... ] En la enorme construcción que parecía una fortaleza de Reyes en medio del desierto, regresó Melec a su residencia, sus padres, hermanos y amigos salieron a su encuentro. Estaban que no les calentaban ni el Sol. Al llegar, su hermano menor salió a su encuentro y fue quien le dijera: —¡Hermano, hermano, los padres de tu nueva esposa están aquí. Quieren verla a ella, a su hija. Claramente Melec no le gustó la visita inesperada de los Padres de su futura esposa, pues ahora se enterarían de lo ocurrido y ni siquiera había obligado a la chica a casarse con él, por esta misma razón muy enojado entró al interior de su fortaleza. En cuanto viera de frente a los Padres de Zahara, su disgusto creció como la espuma, pues en su mente esta pareja no había criado bien a su hija para ser obediente y servicial para ser una mejor esposa. —¿Que hacen aquí? ¿Acaso los invité? —la actitud de Melec Amir despertaron todas las alarmas posibles en la mente y corazón de ámbos Padres. —¿Que has dicho, sabes con quién hablas? —pronunció Omán a quien de por sí no terminaba de tragar al hombre para ser el hombre que desposara a su hija. —¡Vine a la boda de mi hija! ... y veo que no somos tan bienvenidos aquí. —dijo levantando una ceja. —Siendo así, nuestra hija tampoco se casará —dijo Abir parándose en frente de Melec. Este último se rió como un desquiciado loco y se acercó a Abir diciendo lo siguiente: —¿Quien te manda a hablar?, tan solo eres una mujer. Desde luego veo de dónde viene la rebeldía de Zahara. —tarde se dió cuenta el hombre que no debía develar más información, él se hizo el desentendido tratando de librarse de los Padres de Zahara. Abir quien no soportara a Melec y nunca le había gustado ni un poco, le cayó con una bofetada de WTF. toma esto mal hombre. Enseguida la cara de Melec Amir se dislocó, para entonces quería Incluso levantar su mano en contra de Abir, pero vió los ojos de Omán encenderse en llamas. —¡Pueden irse ahora! —gritó muy paranoico Melec, así se podía dar cuenta uno lo inestable que era este hombre. Por su parte Abir solo volvió su mirada a su esposo y este ya sabía lo que su esposa amada deseaba que hiciera, Omán Qatar llamó a su guardaespaldas de confianza y le habló discretamente al oído, luego se volvió a Melec y ordenó. —Trae a mi hija ante mi —ante esto, Melec quien no tenía ni idea acerca del paradero de la joven dijo para librarse de su presencia. —Ya ella es mi esposa, ya no tiene nada que ver con ustedes, vayanse de aquí, les ordeno. —Mi hija aún no se ha casado contigo, jamás haría algo así, esa pequeña alfa salvaje, primero te daría la lección de tu vida y saldría de aquí caminando o volando. —¡Oh, eso es! —dijo Omán como recordando la actitud de su hija. —Eso es presisamente lo que pasó, ¿no es así? —dijo sonriéndose, volviendo a repetir, dijo: —Eso es lo que ha pasado, ella huyó y como no la tienes, quieres ahuyentar me de aquí. —miró con ojos fulminantes a Melec y dijo de nuevo con una sonrisa dibujado en su rostro. —Te haré tragar polvo por cada mal momento que le hayas hecho pasar a mi hija. —amenazó en tono seguro y casi despiadado. —Yo...yop... no hice nada, ella no parece ser una mujer, solo salto desde lo alto y huyó. —trató de lavarse las manos el tal Melec. Mirando al hombre a quien casi le entrega su hija sin pensar en quien diablos era el baboso por delante, Abir se puso a llorar de amargura, en este caso, Omán quien no soportaba verla llorar puso una cara de infierno, volvió hacia Melec y dijo: —Reza el corán tantas veces que te sea posible, reza para que a mí pequeña no le pase nada en absoluto, de lo contrario, toda tu familia padecerá de mi irá. Dicho eso, Omán Qatar se puso de piés imperioso y dió la vuelta tomó entre sus manos el rostro de su mujer y con delicadeza, con sus dedos enjugó las lágrimas de su mujer. Él era el más tierno de los hombres cuando se trataba de ella, pero era solo con sus dos mujeres de su vida que era asi, con Abir y Zahara.
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