SOLO UN DÍA PARA AMAR

Hoy era el día. Y aunque él no estaba completamente preparado para ello, ahí estaba, terminando de anudar su corbata frente al gran espejo incrustado en la pared de la habitación, del hotel donde se estaba hospedando con sus padres. Esta misma noche, iba a formalizar públicamente su compromiso con Dana. Se contempla nuevamente en el espejo, dándole un toque final al nudo en su corbata. Absorbe su nariz y mueve a los lados la cabeza, negando. Encontraba absurda aquella situación en la que estaba. Aprieta su sien deseando despejar así los pensamientos innecesarios. _ “Han pasado ya tres años. _ Pensó. _ Tres largos años sin verla, sin saber de ella. Sin saber en que lugar de este mundo está” _ Se dirige hacia la mesa en el centro de la habitación y toma un vaso con Whisky que allí estaba, junto a una botella. Luego de tomar todo el contenido de un solo trago, vuelve a verter otro poco del líquido de la botella, en su vaso, y muy despacio, con este en la mano, se dirige a los grandes ventanales de cristal, que permitían una amplia y hermosa vista de la gran ciudad de París. __ “Capricho de Dana de hacer el compromiso en esta ciudad. En este hotel con vistas a la, bendita Torre Eiffel.” _ Sonríe y vuelve a negar, incrédulo, ante su pensamiento, y a beber del Whisky. Su padre, propietario de la mayor y más importante compañía de seguros en Europa, Lambert, con siglas CSL, había nacido en Francia, y tenía, como era de esperar, su propia casa en París, su ciudad natal. Pero esta estaba ubicada en una zona residencial, lejos del bullicio de la ciudad y de los turistas frecuentes, interesados en visitar la ciudad por su famosa torre Eiffel. Bastó que su madre mencionara que ellos se habían casado en ese hotel de París, con vistas a la torre, para que Dana, se copiara la idea. A él no le importaban esos detalles. Pasaba de ellos. Le parecían cursi e innecesarios. Pero todo por complacer a Dana, que había estado ahí en sus momentos más difíciles. Sin embargo, no lograba entender por qué de repente, volvía a sentirse ansioso y nervioso ante el recuerdo, como aquel primer día, cuando supo, que ella se había ido. Volvió a vaciar el contenido del vaso y decidió ir a por más. Estaba vertiendo el líquido dorado cuando tocan a la puerta. _ ¡Joder! _ Exclamó y, dejando el vaso sobre la mesa se dirigió a abrir. _ ¡Lorant hijo! _ Era su madre. _ Vine para ver si necesitabas ayuda. Dice ella mirando por toda la habitación desconfiada y, arrugando el rostro al ver a su hijo tomar el vaso y beber todo el contenido de un solo trago. _ Hijo… _ ¡Mamá! __ Exclama advirtiéndole. __ no necesitas decir nada. Se lo que hago y, no. No necesito ayuda. He terminado de arreglarme. _ Le dice y abre los brazos mostrándose a su madre. _ ¿Lo ves? _ Vuelve a bajar los brazos. _ Ya no soy un crio mamá. ¡Por favor! Deja ya de tratarme como si lo fuera. _ No quiero que arruines esta noche… _ Tampoco yo quiero arruinarla. _ La interrumpe con dureza en la voz. Ella lo mira y baja un trago, nerviosa. Sabía que había un misterio en la vida de su hijo. Pero no sabía con exactitud de que se trataba. O más bien, de quién. Lo había visto sufrir como un desquiciado. Llorar como un niño. Abandonar todo por mucho tiempo y bebiendo desesperado por olvidar, después de haber contratado varios investigadores en vano, que buscaban a nadie sabe quién. Ella se había encargado de encontrar a Dana y, traerla para que lo acompañara y, tratara de sacarlo de esa situación. Sabía cuan importante había sido Dana para él cuando eran niños. Y aunque no logró sacarle ninguna información de su búsqueda y su dolor, al menos logró que él se decidiera por ella, y que volviera a la normalidad, después de tanto tiempo. Había conseguido ocuparse del negocio con su padre. Y lo estaba haciendo muy bien. Había dejado de beber y de buscar a quien sea que buscaba. Así que no permitiría que nada arruinara otra vez la vida de su único hijo. _ Entonces deja eso donde está, y vayamos abajo. Ya están todos esperando. Él la mira desafiante y lleva el vaso a su boca sin obedecer. _ Norman ya está aquí. _ Dijo su madre apresurada en un último intento. Él detiene su mano antes de beber y vuelve a mirarla, suavizando su semblante y mostrando una sonrisa alegre. _ ¡Ah! ¿Vino por fin el condenado? _ Se alegra de la noticia. _ ¿Por qué no lo has dicho antes? _Sí. Vino. Y trajo a su novia. _ Lorant se asombra ante la noticia y se ríe. _ ¿Novia? _ deja el vaso sobre la mesa sin haber bebido, lo que alegra y alivia a su madre. _ Será una acompañante más, supongo. Él no es de tener novias, lo sabes. _ Dice dirigiéndose a la salida, aún con la alegre sonrisa dibujando su semblante. _ Pues así fue como nos la presentó a todos. Dijo que es su novia. Te sorprenderás cuando la veas. _ Dijo la madre, uniéndose a él y tomándolo del brazo. Norman era su mejor amigo. Aunque no hacía mucho tiempo que se conocían. Lo cierto era que después de que cayó en depresión por la desaparición de su amada, a quien él había mantenido en incógnita, sus amigos habían dejado de frecuentarlo, por el poco interés que él demostraba ante la compañía de cualquiera. Norman apareció entonces, contratado por su madre, para ocupar el puesto de director creativo en su empresa de publicidad, al mismo tiempo que apareció Dana. Al principio a Lorant le pareció extraño y, hasta sospechó que eran estrategias de su madre. Pero al final terminó congeniando muy bien con él, y terminaron siendo muy buenos amigos. Sin embargo, y por cuestión de trabajo, su amigo se había trasladado exactamente a París, y hacía ya unos meses que solo se hablaban al teléfono. _ Me habló de algo, sí. Pero todavía no me le creo. El salón estaba elegantemente decorado y, los invitados conversaban agrupados en determinados grupos, en espera de los novios para ocupar sus respectivos lugares. Lorant se siente particularmente un poco nervioso al llegar, por algún motivo que, al perecer, conocía su corazón, pero no su mente. Llevó automáticamente una mano al nudo en su corbata, distendiéndolo un poco, y mirando desorientado a la vez, a los invitados. Dana no había llegado. Y cuando quiso comentarlo con su madre, la vio con la mirada perdida hacía una dirección. Él vuelve su mirada para ver qué era lo que le llamaba la atención y, allí estaba Dana, detrás de una puerta en un salón contiguo, esperando a ser la última en aparecer, y a un grupo de periodistas que comienzan a acercarse a él, cámara en mano. Cerró los ojos por un instante, y arrugó los labios ante tal innecesaria opulencia, por solo un compromiso. Pero como había decidido hacer caso omiso de todo y seguir adelante después de lo que pasó entre ellos, lo ignoró y siguió adelante adentrándose en el salón, y permitiendo a los periodistas hacer su trabajo. No tuvo de todas formas mucho tiempo para meditar en ello, porque en cuanto ella lo vio, salió de su escondite con toda la pompa digna de una excéntrica como ella, e inmediatamente, los periodistas le prestan toda atención a la prometida, que llega apresurada hasta su novio y lo abraza. Acto seguido se aparta un poco y tomando su rostro deposita un beso en sus labios. Él entiende su juego y la sigue, sin poder cerrar los ojos ante lo rápido de los acontecimientos,volviendo a aflojar un poco más su corbata, tratando de recuperar aire, espacio, y buscando un modo de escape de todo aquel teatro montado por su madre y Dana.