Tentación

Lunes por la mañana, tengo la música a todo lo que da, al menos para tener mi mente fija en otro lado, no quiero ponerme nerviosa. Voy manejando por capital y estaciono cerca de una empresa. Apago la música y el motor, bajo del auto. Apenas entre, me acerque a una secretaria. –¿Su nombre? –Me pregunto. –Leonor Esposito, vine para la entrevista de trabajo para el señor Arismendi. –No está el señor, pero si su hijo, Lorenzo. ¿No está? ¿Cómo puede ser? Dios, ya esto no me gusta nada. Asentí, no tenía otra. La secretaria me dio unos papeles para completar. Me senté y completé todos mis datos, agregando aparte mi curriculum. Espere a que me llamen y veo a un hombre saliendo de una de las oficinas. –Señorita Esposito. Me pongo de pie y camino hasta su oficina, me deja pasar y me siento, quedamos frente a frente. –Perdón por no estar mi padre, tuvo algunas dificultades y como va a trabajar para mí, decidí hacerle yo la entrevista. Asentí y suspire, al menos para el que voy a trabajar está aquí, le entregue el papel que llene y mi curriculum, se quedó leyendo un rato y mejor guarde silencio. –Bueno, esta todo bien. –Mirándome. –¿Algo más que quiera decirme sobre más? –Todo lo que hice está ahí. –Bueno, cualquier cosa, la llamare. ¿Qué? Vine acá al pedo, suspiro y me levanto, extiende su mano y la agarro, estrechándola. –Suerte señorita Esposito. Listo, no puedo decir más nada, me retiro de la empresa y subo al auto, enciendo el motor y al dar marcha atrás, escucho un ruido y el auto se mueve. La que me faltaba, choque un auto. –Para loca. Escucho a alguien gritar y salgo del auto. –Quiero estacionar y me encuentro con una bestia que me choca el auto. –Lo siento señor, no lo vi, le voy a dar los datos del seguro. El niega y se lleva las manos a la cabeza. Me quiero matar. –Le soy sincero, no creo que su seguro llegue a pagar el daño del coche. Arqueo la ceja y lo miro seriamente. ¿Quién se cree que es? No soy una muerta de hambre. –Le quiero dar los datos del seguro, si usted es un malagradecido no es culpa mía. –Y usted es una ciega. Agarro mi cuaderno y mi lapicera, anoto los datos y se lo tiro dentro del auto. –Aquí tiene, usted ve si lo quiere usar o no, si no quiere, métaselo por el orto. Doy media vuelta y entro a mi auto, lo veo por el espejo retrovisor, una risa sale de mi boca, lo deje impresionado. Arranque el motor y me voy de allí. Si sabía que iba a pasar eso, ni me presentaba. Enciendo el estéreo y despejo mi mente.   Narra Lorenzo:   Volví a mirar el curriculum de la mujer, la verdad que hasta ahora es la mejor de las que se presentaron. Tiene experiencia, presencia, dedicación. Creo que se ganó el puesto, mis pensamientos fueron interrumpidos cuando vi entrar a mi padre, parecía muy alterado. –Que maleducada. –¿De qué hablas, papá? –Una mujer me choco y se dio el lujo de insultarme, si la llego a ver, no sabe la que le espera. Esta muy alterado y la verdad que me da gracia verlo así. –Tranquilízate papá. –¿Cómo te fue con la entrevista? –Muy bien, creo que la voy a llamar para que se quede con el trabajo. –¿Estás seguro? Bueno, yo pensaba que era mejor contratar a un hombre. –¿Por qué? –No entendí. – Está muy apta para el trabajo. – Bueno, va a trabajar para tu gabinete, no para mí. Se va de mi oficina y suspiro. De verdad que esta de mal humor. Dejo su curriculum en el archivo y le digo a mi asistente que la llame.   Narra Leonor. Entro a mi casa y me saco los zapatos, tengo los pies doloridos y me siento en el sillón. Inclino mi cabeza hacia atrás. Me asusto al escuchar el teléfono, lo agarro y atiendo la llamada. –¿Hablo con la señorita Esposito? –Si, soy yo. –Soy la asistente del señor Arismendi, la quiere mañana temprano. Abrí mis ojos como platos, ¿conseguí el trabajo? –El trabajo es suyo. –Volvió a hablar. –Mañana a las 7. –Si, muchas gracias. Cortó la llamada y aplaudo contenta.