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Los hombres si saben amar

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Blurb

Tom tiene que ir a trabajar al campamento que organiza su padre un año más, aunque no le hace mucha gracia, pero el seguir desempleado no es una opción viable. En el otro lado de Alemania, Bill se prepara para pasar un mes de vacaciones con sus compañeros de universidad, justamente en el mismo sitio. El destino los ha unido, una mirada bastará para caer perdidamente enamorados, pero les costará muchos problemas el asumirlo.

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Capitulo 1
Tom Salí al balcón a fumarme un cigarro. No estaba de muy buen humor esa tarde la verdad. Me había cabreado con mi padre, como para variar. Estaba ansioso de que fuese ya de noche para apalancarme en cualquier bar y no salir de ahí hasta que el sol se me adelantara. Amenazaban las siete de la tarde y aun quedaban un par o tres de horas para que anocheciese. Odiaba el día, y la luz del sol. Joder, con lo bien que se está en la noche. Todo es n***o, oscuro, y el mundo se convierte en un misterio, la luz es artificial y todo es tan… Diferente. Lo peor de todo es que ya empieza el verano, ahora el día se alarga más y las horas de frío y oscuridad empezaban a escasear. Joder. Ya empieza el verano. Llevaba todo el día rayado con lo mismo, ¡pero es que, Dios! De nuevo me va a tener que volver a tocar currar… ¡Y no quiero coño! ¡Estoy arto! Estábamos a día cinco de Junio y el calor era lo más notorio. Pronto tendría que hacer la maleta y volver al jodido campamento a hacer de monitor de los putos críos pequeños. Joder, si es que sólo a mi padre se le ocurre tener un trabajo como este; “Campamento Kaulitz”. Totalmente lamentable. Yo ya llevaba trabajando desde los trece años, con críos pequeños que solo quieren chapotearse en el lago, jugar con barro y hacer fogatas en la noche. Estaba arto. Y mi padre no lo entendía, ni tan solo me pagaba, joder. Aunque ahora me viene con el cuento de que este año sí lo hará, dice textualmente que me tratará “como si fuera uno de los otros monitores”. Tss… No sabía si creérmelo. Cada año, el campamento se hacía más famoso, y venía más gente, se ganaba más, se contrataban a más personas, y se hacían más actividades. El año pasado empezaron a venir grupos de gente de mi edad y todo. Se ve que mi padre había contratado a unos profesores que enseñaban alemán a esos grupos. La novedad de este año era que venía una clase de algún colegio de Alemania a pasar un mes. ¿A qué? Yo que sé. No sé qué coño van a aprender si el monitor que tendrán será el suyo. El tutor de su clase durante todo el año. Mi padre es gilipollas. Está empezando a chochear… Lo único bueno de allí es que siempre hay un par de tías que se dejan follar cuando me sale de la polla y puedo estar entretenido. Abandoné esos pensamientos y decidí meterme en mi habitación. Bajé la persiana al tope para que no entrara ni una pizca de luz natural y encendí la lamparita. Pillé mi guitarra y empecé a tantear con los acordes. La música, el alcohol y el sexo eran lo único que me calmaba la rabia. Hoy había quedado con Mario y Andreas a las doce en el local que había a unas cinco manzanas de aquí y me parecía que quedaba una eternidad. Andreas y Mario eran mis mejores amigos sin lugar a duda. Llevábamos juntos desde que empezamos el parvulario, y continuamos juntos cuando acabamos el bachillerato. Bueno, unos más juntos que otros… Llevaban de pareja marica más de dos años. Pero bueno, hace ya un año que me acostumbré y ahora son mis “maricas personales” como les llamo cariñosamente, no se ofenden, de hecho les hace gracia. Su venganza dicen, es que para ellos, yo soy “Putom.” Lo sé, es horrible. Se lo inventó Mario hará un año y medio, cuando me pilló el mismo día con tres tías diferentes. No sé como coño se las apañó pero me pilló en las tres situaciones, en la primera porque tardaba mucho en ir a la parada de bus, y vino a mi casa a ver qué pasaba –estaba en mi cama, tirándome a una, evidentemente-, más tarde me pilló en el baño del centro comercial, y la última fue en los probadores de una tienda de ropa masculina. Se traumatizó un poco y como venganza juntó la palabra Tom y Putón y me llamó así. Ahora hasta me suena raro que me llamen por mi nombre. Con la tontería de tocar la guitarra ya era la hora de cenar, incluso más ya que eran las diez y media pasadas. Me levanté perezoso dejando a un lazo a mi amor, y bostecé. Me encaminé a la puerta y al abrirla vi que todo estaba a oscuras. Sonreí de puro gozo y caminé sin necesidad de utilizar nada para alumbrarme. Me sabía mi casa de memoria. Peldaño a peldaño bajé las escaleras dándome cuenta de que cada vez tenía más hambre. Al llegar sí que iluminé un poco la estancia con la luz que tenía la campana extractora pero ya era suficiente y de sobras. Para variar un poco mi dieta me preparé una pasta rápida con tomate frito comprado para no irme con demasiado entretenimiento y a las once y medía ya estaba listo. Busqué en una cajita mi dinero ahorrado pero, caí en el horror cuando vi que mis reservas eran escasas. Joder, joder, joder… ¡He de encontrar curro como sea, no puedo trabajar un año más con mi padre! Salí de mi piso, un bloque colocado en medio de otros ocho bloques más, con mucho bullicio, donde conocías a todo el mundo pero que al cambiar de manzana no sabías con quien te podías encontrar. Y avanzando llegué a “mi” calle. Era el lugar que estaba más apestado de prostitutas de toda la ciudad de Düsseldorf. Todas me conocían y ya me había follado a la mitad, el problema que tenía con la otra mitad es que no se dejaban ser folladas gratis, y claro, Tom Kaulitz no paga por algo como eso, así que esas aún no habían caído. Las saludé con la mano o simplemente alzando la cabeza y seguí mi camino. Mi móvil sonó. Sonreí. Tenía el presentimiento de que sería Mario. Sin mirar quien era, descolgué. -¡Putooooooooooooooooooom! -Jajajaj -¿De qué te ríes? -Nada, nada… - soy el puto amo, ¡cómo lo he adivinado! -Tío, date la vuelta que estamos detrás tuyo, llevamos media hora llamándote pero creo que estabas demasiado ensimismado con las putas de la calle y no te has empanado. Me giré de golpe y vi a Andreas y a Mario acercándose a mí. Colgué y esperé a que llegaran. Mario siempre me recordó a esos muchachos un tanto deprimidos que cuelgan sus fotos en internet, con media cara tapada y todo bastante lúgubre. Aunque Mario tenía unas fracciones completamente de niña, poseía una nariz respingona y unos labios entre finos y normales. Era un poco más bajito que Andy y a diferencia de este –rubio prácticamente de haberse tirado encima legía-, tenía el pelo n***o de bote, con las puntas del flequillo que le variaban según le apetecía. Ahora las tenía de color blanco amarillento. Menos mal, ¡la última vez que lo vi, las tenía rosa! -Veo que me has hecho caso, te has quitado el chicle ese que tenías por pelo y te lo has puesto de un color clarito.- le solté sonriente. Al principio no me entendió, pero después me di cuenta que lo había pillado y se empezó a tocar el pelo, con algo de vergüenza. -Sí bueno… Fui a la peluquería y daba la casualidad de que ese color aún no me lo había puesto y claro, me lo puse… No es que pensase mucho en ti, creído.- me dijo picándome. Me reí. Una vez más, una noche cojonuda. Mis amigos, y la noche. Ahora lo que me faltaba, era un buen curro. Capítulo 1 Mejores amigos Bill Iba de camino a la condenada universidad. Giré la esquina conteniendo las ganas de salir corriendo de ahí. Odiaba los lunes por la mañana. Mi vida era bastante monótona. Todos los días de lunes a viernes entraba a las ocho a esa condenada cárcel y hasta las dos nos tenían retenidos psicológicamente. Y digo psicológicamente porque si querías podías faltar. Pero después, si aprobabas, era porque habías copiado. Todas las clases eran cruciales y si tomabas notas te ocupaban unas cinco páginas por hora. Imaginad para pedir los apuntes… Nos daban media hora para salir de ahí pero eran pocos los que lo hacían. ¿A dónde ibas con media hora? Nada, yo me quedaba en la cafetería. Un par de días también se había de venir dos horas por la tarde. Cuando estaba a dos pasos de la puerta principal, la que daba al patio de la universidad, justo tocó el timbre que indicaba el principio de las clases. -¡Mierda, mierda, mierda! Era la tercera vez que llegaba tarde por la mañana esta semana. ¿Pero qué coño me pasa últimamente? Empecé a correr y aceleré mi paso tanto que sentí que me iba a dar un ataque del flato que sentía. Llegué a la puerta que daba al recinto y casi me resbalo con el suelo limpio. Joder, pa’ los días que limpian el puto suelo hoy tenía que ser uno de esos días ¿no? Tiene huevos… Y por si fuera poco, aquella universidad era de las más grandes de Berlín y para encontrar mi clase podría morirme. Llegué al cabo de unos cinco minutos de haber empezado la clase. Me asomé por la ventanita que tenía la puerta y me topé con la calva de mi tutor. Me entraron arcadas de sólo verle. Gracias a dios que quedaban un par de semanas de clase y lo perdería de vista tres meses. Él nos daba historia del Arte y sus clases eran inaguantables. Después miré dónde se encontraba Ashley. Estaba en la quinta fila empezando por el final. Dios, tenía que subir miles de escaleras. Una de las cosas que me gustaron de esta universidad fue que parecía la típica sacada de una película de abogados aspirantes, con esos asientos tan guapos, por hileras. Con la cabeza gacha llamé a la puerta con tres golpes secos de nudillos. Zimmerman, el profesor, se giró sorprendido y cuando me vio, distinguí una sonrisa de malicia en su rostro. Con paso lento se acercó hasta mí y vi el pomo de la puerta girar delante de mí. -Vaya, qué sorpresa que no sea puntual, señorito Trümper. – me dijo, nótese la ironía.. Entré en la clase y tras un simple “Hola, lo siento”. Me encaminé directo y sin mirar a nadie hasta mi sitio. Me senté al lado de mi mejor amiga, Ashley, una chica preciosa, la segunda mujer más guapa que había visto. Era bastante más bajita que yo, con el pelo pelirrojo por debajo de los hombros, bastante desordenado y con unos ojos grandes de color verde increíbles. Tenía varios tatuajes por el cuerpo y siempre me había llamado la atención el que tenía en el hombro que era una mujer bailando, pero no era como una mujer cualquiera, era… No sé, es difícil de explicar. Vestía sencilla, normalmente con ropa que se hacía ella. Ropa de cuando era pequeña que la destripaba y creaba nuevas piezas. Realmente era muy interesante su estilo. -Ash, siento llegar tarde otra vez… - le dije con las dos manos juntas, pidiéndole perdón. Ella solía cubrirme y por lo visto hoy no lo había hecho. Y no me extraña, la tercera vez ya… No la culpaba de nada. Yo habría hecho exactamente lo mismo que ella. Bajó la cabeza y tras unos segundos de silencio, me miró con una media sonrisita. Me dio un pequeño puñetazo en el brazo en forma de saludo, no es que fuese muy femenina. -Hola tío. – A la hora de expresarse a la hora de hablar, o según qué gestos era más un tío que una chica, tenía comportamientos que no tenían nada que ver con la típica chica de su edad. - Y no me llames Ash, coño. – he ahí la prueba. Me reí por lo bajito para no llamar más la atención. -Va… Es que tu nombre a comparación del mío es largo… Tú con que digas Bill lo tienes todo fácil. A más, te pega que lo flipas. Rodó los ojos y al final pasó de mí concentrándose en Zimmerman. Sonreí al oír su largo bufido y ver que no podía fijar su atención en ese hombre más de tres segundos seguidos y con frustración vi como escondía su cabeza entre sus brazos cruzados en la mesa. Ashley se enfadaba cuando la llamaba de la otra manera porque desde bien pequeña había odiado aquella serie de la animación manga, Pokemón, donde el protagonista se llamaba Ash. Pero a mí me encantaba picarla, así que siempre la seguía llamando igual. A más, Ash era nombre de tío… Le pegaba. La primera hora fue un puñetero aburrimiento donde la gran parte del tiempo o me ponía a dibujar en mi cuaderno de dibujos personal o me ponía a mirar por la ventana. Incluso había veces que me dedicaba a pinchar a Ash en el brazo con el lápiz, que recién le había sacado punta. Vi como su rostro cada vez se mosqueaba más hasta que me cogió el lápiz y lo rompió. Me quedé petrificado con lo que acaba de hacer. -Vuelve a intentar algo así y te meto el lápiz por el culo. – soltó como si nada. Primero la miré entre sorprendido y enfadado, pobre lápiz, y le saqué la lengua. Pero después me reí por su manera de comportarse. Cogí los restos del lápiz y con suerte vi que la parte que tenía punta era más larga que la otra así que podía seguir dibujando perfectamente. La dibujé a ella. Estaba con un brazo apoyado en la mesa y con el otro se apoyaba la cabeza en su mano cerrada en forma de puño. Miraba a delante y tenía el ceño fruncido, probablemente no estaría entendiendo nada de la clase. Era graciosa como ella sola. Por fin el sonido del timbre sonó y en cuanto el viejo que teníamos como profesor abandonó el aula me levanté y me desperecé. Bostecé tan fuerte que Ashley me dio una colleja. -Pero mira que eres burro… Joder, que fuerte me había dado. Igualmente me reí. De pronto apareció mi segundo mejor amigo en el mundo. Se trataba de una especie de gorila/humano con el pelo muy planchado que tenía una sonrisa de lo más graciosa. -¡Geoorg! – grité para que nos viera. Al divisarnos se nos acercó sonriente. La ternura me invadió al ver la cara que había puesto al ver a Ashley. Enseguida la expresión de su rostro cambió. Las mejillas se le habían vuelto más rosadas. Aún se ponía nervioso al verla. Llevaba enamorado de ella desde que la conoció. Hace dos años y medio ya. La historia empezó con que Georg no sabía que bachillerato hacer después de los estudios obligatorios. Realmente no tenía muy claro su futuro, puesto que él quería ser músico, bajista más concretamente, pero no se vive de las ilusiones. Entonces hizo el bachillerato artístico que era el más fácil según todo el mundo y así pues decidió venir conmigo, sip, el pobre repitió un par de cursos en los anteriores estudios. Entramos juntos y enseguida conocimos a Ashley, que destacaba por encima de todas. Al conocerla se encaprichó mucho enseguida, pero nunca se llegó a declarar. Cuando acabamos el bachillerato descubrió que ella seguiría por el mundo de las artes y los tres nos apuntamos a la universidad de Berlín de las Bellas Artes. Yo tenía diferentes metas que ambos. Ash quería llegar a ser la mejor dibujante del mundo, (pobre ilusa), Georg quería estar con ella, y yo quería ser Actor. Sí, yo también soy un pobre iluso. Aún hay más, mi gran sueño sería cantar, estar frente a millones de personas que se saben mis canciones, saber la gente se girara porque me admiraba no porque pareciera una chica a la hora de vestir, que las chicas vinieran y me dijeran que están locas por mi y no que me pregunten si soy gay o no. Que se me reconociera… Pero eso es demasiado fantasioso. Así que opté por ser actor y ver a dónde podría llegar. También me encantaría que la gente me pidiera autógrafos por salir en la gran pantalla. No sé… Yo solo quiero romper con todo lo que tenga que ver con una vida normal. Lo sorprendente es que con el bachillerato, había aprendido a dibujar casi tan bien como Ashley y me dedicaba a dibujarla a todas horas, ella se ponía celosa aporque me salía clavada. En mi cuaderno de dibujo había pocas hojas en las que no saliera ella. Era como un hobbie. Para el aniversario de Georg de este año le regalé un boceto de ambos besándose. Cuando lo vio se quedo flipando. Primero no admitía que le gustaba Ash. Después, me confesó que solo vivía para ella. Ahora tiene la fotocopia de ese dibujo el triple de pequeño en la cartera, escondido. El original lo tiene también escondido en su habitación. ¿Qué pensaría Ashley si lo viera, no? Las siguientes horas transcurrieron con un poco más de entretenimiento que la primera y eso hizo que la primera parte de la mañana pasara deprisa. En la media hora de descanso nos fuimos a la cafetería. Prácticamente era nuestro santuario. Siempre estábamos ahí. Fuimos a la barra y pedimos dos Colas para mí y para mi amiga pelirroja, y un agua para el grandullón. Nunca bebía refrescos, cosas del gimnasio. Yo en cambio apenas tomaba algo sano. Siempre digo que si me pincharan, saldría Cola en vez de sangre. -¿Qué pensáis hacer estas vacaciones? – pregunté al notar el silencio que se había producido en unos instantes. -Pues… La verdad no lo sé. Creo que me voy a quedar este año por aquí. Mis padres cada día se llevan peor y no sé qué coño va a pasar… - contestó Ash, removiendo los hielos con la pajita. Georg le dio dos palmitas en la espalda para reconfortarla, a las que yo me quedé flipando. ¿Pero qué…? Ash levantó la mirada con una ceja alzada y con una expresión en la cara de “¿Eing? ¿Qué haces tío?”. Negué con la cabeza, sonriente. Este tío no sabe consolar a las chicas, aunque Ashley no era muy femenina la verdad. Georg se dio cuenta que la había cagado y enseguida habló para que se olvidara el incidente. -Pues yo… También creo que me voy a quedar. – murmuró. -De puta madre. Mi madre tiene tanto curro últimamente que me dijo el otro día que si nos íbamos de vacaciones sería en Navidad o algo, porque en verano era imposible. Así que, nos quedaremos juntos todas las vacaciones. – dije sonriente. -Ya lo creo que sí, ¡Estaremos todas las noches por ahí metidos en cualquier pub y por las mañanas nos iremos a vomitar a cualquier parte! ¡Nos hincharemos a comer patatas y a ver películas malas en la tele grande de Bill y nos pondremos a gritar en la calle para que la gente nos mire! –definitivamente, Ash estaba loca. Yo tenía la boca que me llagaba al suelo de asombro, madre mía. -Yo estoy de acuerdo – soltó mi amigo aficionado al bajo. Si hombre, tú estás enamorado ¿no te jode? Fijo que te dice de tirarte de un puente y lo haces. Así yo también, no te digo... -Ehh ehh, nos os flipéis. Ya veremos que hacemos, anda. Como mínimo ya sabía que las vacaciones no iban a ser un aburrimiento. Lo cierto es que nunca lo eran, puesto que siempre nos íbamos a algún sitio. El año pasado nos fuimos a Barcelona, y el anterior a ese a Los Ángeles. Tom Vale, ya había enviado más de siete solicitudes de trabajo a sitios diferentes y todos me habían dicho que hasta el día veinticinco no me dirían nada. Joder, y solo estábamos a día diez. ¡Yo no podía estar dos semanas sin saber qué iba a hacer! A ver, lo más seguro es que me cojan en algún sitio ¿no? ¡Más de siete solicitudes, joder! Aunque la mitad eran de pizzerías, o sitios de comida rápida, también había uno de servir cafés en un local de estos del Tarot por teléfono. Vaya mierda trabajos. ¿En que momento he caído tan bajo? Vale, tengo la ESO (Enseñanza Secundaria Obligatoria) con las mejores notas que se pueden imaginar y el bachillerato tecnológico con matrícula de honor, pero este año ya no sabía qué estudiar de carrera universitaria y estaba tomándome un tiempo… Joder, yo lo único que quiero es tocar la guitarra. Dios, lo que fuese por no ir otro año a cuidar a niños. Lo que tengo que admitir es que las noches allí son preciosas. Eran más claras porque no había luz artificial de casas y pisos como en una ciudad y así se veían más las estrellas y la luna, por lo tanto iluminaba un poco más, pero por lo demás era increíble. Si este año no iba, lo echaría de menos. Pero eso no cubría el hecho de levantarme antes para ayudar a preparar las actividades de ese día, para ayudar a poner las mesas del desayuno, para ayudar en la cocina, para estar toda la mañana con mocosos, para tener solo una hora para comer, y por la tarde enseñarle estúpidos trucos de cómo hacer según qué cosas en la montaña. La mitad de la noche se me iba en sueño puesto que al día siguiente me tenía que levantar pronto. No, definitivamente no valía la pena. Un sonidito me sacó de mis pensamientos. Algo llamó a mi puerta. Puse los ojos en blanco y aparté el ordenador de mi vista, estaba hablando con Andy sobre mis futuros trabajos antes de sumergirme en mis pensamientos. De paso también estaba buscando un par de acordes de unas canciones que no conseguía sacar de oído. No me hizo falta pensar más de un segundo quién podía ser. Mis amigos no pican, simplemente entran y me invaden la habitación. -¿Qué quieres papá? – dije cansinamente. Qué pesado era este hombre… Abrió la puerta lentamente y empezó a hablar. -Este año empezamos la temporada el día uno. Tú tienes una clase de veintinueve alumnos. Todos tienen seis años. Aquí te dejo las listas con los nombres y las fotos – me dejó unos portafolios encima de la cama ignorando la mirada que le estaba echando. - Las actividades son las mismas que siempre, ya lo sabe… -Papa.- lo corté. Me miró interrogante. ¡Joder, si ya lo hemos hablado! Le dije mil veces que este año pasaba de su culo. Que no pensaba volver a ese campamento. ¿No me escucha cuando le hablo o qué? De pronto me entendió con la mirada, y suspiro bajando la cabeza. -Ya te dije que este año no iría. He pedido curro en unos cuantos sitios para no quedarme sin pasta. No quiero volver joder. Es una rallada hacer todos los años lo mismo. Sé que a ti te encanta ese sitio por no-se-qué de hace veinticinco años, ¡Pero a mí, no! Lo siento pero no pienso volver este año, al que viene si eso me lo pienso, pero este año, paso. -Pero Tom, es lo que llevamos haciendo siempre desde que naciese. ¡Diecinueve años, ni más ni menos! ¿Por qué lo vas a tirar todo por la borda? -¿Qué diecinueve ni que diecinueve? Tú llevas treinta años perdona que te diga. Y yo no voy a seguir por ese camino. Es aburrido papá. ¿Entiendes? A-bu-rri-do. – sé que le había dolido. Pero me la soplaba mucho. Que no me venga rayando con lo mismo una y otra vez porque al final acabaría cansándome y mandándolo a la mierda. -En fin. Si cambias de opinión ya sabes dónde estoy. – comentó cogiendo el pomo de la puerta haciendo un ademán de que se iba a ir. -No voy a cambiar de opinión papá. – dije tajante Y sin más abandonó la habitación.

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