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Hasta Pronto

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Blurb

A veces el primer amor no es el primero, y tampoco es eterno, a veces solo se esfuma te sentencia a vivir sin el.

Marcela tenia una relación "cómoda" con su novio y su vida. Hasta que conoce a Cristian y llega a enredar su vida, con sus acciones de chico malo y su necesidad de peligro.

Ella debe elegir entre el señor maduro y seguro o el jovencito arriesgado y encantador. Pero su elección esta sujeta al inmenso agradecimiento que siente por Steve, al ayudar a su padre enfermo y a la economía pobre de su hogar.

Agradecimiento, amor y pasión. Un trio peligroso para tomar deciciones.

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Tu primer amor
Dicen que los primeros amores nunca se olvidan. Dicen que estos son los que te abren el alma y ponen al descubierto tu fuerza, puede que sí, pienso que sería todo eso y más. Lo cierto es que yo veía su rostro y se me encendía el alma, por más lejos que se encontrará. A veces, era solo imaginarme sus ojos profundos mirándome fijamente y esto era suficiente para llenarme de amor. Cristian vivía a pocas casas de la mía, solía verlo en secreto cuando a diario, salía a trabajar, literalmente madrugaba, siempre a las 5:00 am, en punto, ya estaba yo en la ventana, solo para ver rodar las llantas de su bicicleta, el sonido que hacía al golpear la puerta de entrada en su casa, ya era demasiado familiar para mí. Imaginaba que ropa usaría y hacia apuestas por la camisa azul a rayas que resaltaba su abdomen y marcaba sus brazos. -Ya sería bueno que te decidieras, por lo menos que te sinceraras. Mar, ¿Estas hay? ¡Hey Mar! - ¿Mmm? ¿Que? ¿Qué decías? - Me avergoncé un poco por ser tan distraída- Lo siento mamá- la objeción de mi madre me trajo de vuelta a la realidad. - No es justo lo que haces Mar, con ninguno… Y, aunque estás muy joven sería bueno que fueras sincera. - ¿De que hablas? ¿A qué te refieres madre? - Trate de evadir el tema, por la vergüenza que me producía que fuera ella quien me hablara de esto. - Allá tú Mar, luego no te andes arrepintiendo, bien sabes que todo lo que hacemos, se devuelve, bueno o malo, y con más velocidad, lo malo. De camino a clases me olvidé del momento bochornoso provocado por los consejos de ética de mi madre, además porque sé que tiene razón, y aunque no entiendo cómo se percata siempre de todo, debo aceptar que tiene razón, pero no es tan fácil como ella lo plantea, o bueno tal vez sí, es solo que no quiero afrontarlo. Caminaba por los pasillos de la universidad hacia mi salón de clase y en mi mente planeaba mi encuentro fugaz con sus labios, en una cita imaginaria donde me confesaba sus sentimientos, los que ha ocultado por tanto tiempo de todos, hasta de mí. - Debo parar -me repetía en voz alta, a mí misma, solo para estar al segundo otra vez soñando tocar sus manos. La vibración de mi teléfono en el bolsillo de mi falda, me sorprendió y aterrizo, frené mi caminar y detrás de mí, un joven también lo hizo, solo que casi encima de mí. Tuve que disculparme, él a su vez lo hizo y bueno, los dos nos disculpamos. - ¿Sí? – de alguna manera anhelaba oír su voz - ¿Cómo sí? ¿A quién le hablas? Oye, otra vez despistada. Como si de verdad él me llamará, sin ni siquiera conocerme, a veces mi mente juega tanto con mis ilusiones.  En su lugar estaba en el teléfono, justo cuando soñaba con mi amor, "Mi novio Esteban”, mi otro amor. - ¡Hola! – Traté de sonar efusiva, tal vez alegre, pero fue mucho esfuerzo y eso me puso aún más en evidencia, finalmente solo pude confesar sincera- Lo siento, no fue mi intención, voy a clases y ya tengo que colgar, ¿te podría llamar luego? -Por favor no reclames solo cuelga, le suplicaba en mis adentros- ¿sí? -Mar enserio, sigues rara y trato de entenderlo, pero bueno. ¡Suerte! -Buen día Stev. ¡Insulso!   - ¿Mar? ¡Marrrr! ¡Ey Mar! - ¿Que? ¿Qué pasa? -Me asustó mucho sus gritos- ¡Oye no grites Louis! - Mar, hace 30 min acabó la clase, y si te dejo donde estas pronto pasarás la noche en tu asiento. O lo que es peor, tendremos que venir a buscarte en la mañana. - Lo siento, Lou -me confesé sincera- No sé qué me pasa, desde hace un tiempo, solo no sé qué me pasa. -Mar no te engañes ¿quieres?, tu distracción tiene nombre y apellido, bueno nombre, apellido aún no lo sabemos, aunque mantengo la esperanza que pronto lo conoceremos. Reímos al tiempo, siempre que estábamos juntas, era lo que hacíamos la mayor parte del tiempo, la otra restante, estudiábamos como locas, amábamos aprender y compartíamos el gusto por la lectura y la información, ella siempre estaba un paso delante de las notas escolares, pero lo merecía, era lista y enfocada. Ella era esa clase de amiga, tan diferente a ti, que te complementa y a quien sencillamente no podías apartar de tu vida, fuimos juntas al jardín infantil, a la escuela básica y nos distanciamos en el bachillerato, pero sin embargo por cosas del destino, volvimos a vernos en la universidad, en la misma carrera y en las mismas materias.  Habíamos estado prácticamente desde niñas compartiendo todo, nuestra unión era única, lo sabíamos todo la una de la otra. -Mar enserio, habla con él, ¿qué tanto podrá pasar? Mi rostro no pudo evitar mostrar sorpresa. -Como que, ¿Qué tanto Lou? por favor, para él soy invisible. Y de un momento a otro llego: ¡Hola! ¿cómo estás? Soy Mar… Marcela, para los desconocidos, aunque si por mi fuera, ya nos hubiéramos conocido hasta los olores corporales- Lou puso una cara de desagrado y fingió una arcada- Te confieso, acá entre los dos, me gustas y te espió desde mi ventana a diario, es más se podría decir que eres el amor de mi vida y que en mi mente eres el padre de mis hijos. Mire a Louisa, mientras soltaba una carcajada que freno su caminar, continuaba riéndose tanto y tan duro que algunas personas sonreían al verla, esa era ella, un huracán tropical de alegría. -No exageres tonta, es solo un chico. No estas presentando un concurso o la prueba psicológica en una empresa. Y puedo asegurarte que ese jovencito, también siente cosas por ti. Eso se ve en la mirada, ellas no pueden ocultar lo que el corazón siente… Oía a Lou hablar al fondo de mis pensamientos, sin prestar mayor atención cuando de sonó mi teléfono, le sonreí a mi amiga y buscaba en mis bolsillos para contestar, sin dejar de mirarle, fingiendo estar muy atenta a sus comentarios. - ¿Diga? -Mar, ¿Dónde estas? Llevo una hora en la cafetería y por favor no me digas que lo olvidaste. Y… Si lo había olvidado, era 5 de julio y cumplíamos 2 años juntos y yo lo había olvidado. Fui muy feliz al lado de Steve y prácticamente el me enseñó todo lo que necesitaba saber, sobre todo, pero hace unos meses empecé a sentirme estancada y cuestionaba lo que él me producía, tal vez no era amor, muchas veces concluí que solo conocía lo que él me ofrecía y no lo podía comparar con algo más, tan solo con el desborde de emociones que aquel joven me generaba a diario.   - ¿Sigues enojado Steve? No levantaba su rostro del plato con wafles de frutos rojos, era minucioso para todo y más para comer, partía cada pedazo con tenedor y cuchillo, y se llevaba el fragmento pequeño a la boca lentamente, masticaba en la misma velocidad y luego tomaba un poco del frappe de maracuyá que siempre pedía, siempre en la misma cafetería. Terminó de masticar el trozo, paso la servilleta por sus labios y por fin, me miró. - No sé Mar, a veces siento que ya no soy – su voz quebrada confesó-  Ya no soy tu novio Sentí tanta vergüenza de oírle decir eso, yo era la culpable, que  él se sintiera así, estaba dejando de lado dos años de relación por una sensación que probablemente era errónea. Le tomé la mano. -No digas eso, son cosas del tiempo, ajetreo… Entre más pasan los semestres, la carrera se complica y ya sabes que mantenemos la beca. -Solo porque quieres, porque perfectamente puede hacerme cargo de tus estudios. – pauso la conversación para tomar aire- No Mar, es que no es lo mismo… Esto no pasaba hace dos años, cuando corrías al verme y me abrazabas, es que sé que las cosas van cambiando, tengo la edad y la experiencia para entenderlo, también sé lo joven que eres. Pero no puedo ignorar tus cambios o seguir a tu lado esperanzado, cuando tengo la sensación de perderte en cualquier momento. Él tenía razón, yo también lo recordaba así.  Recuerdo cuando estuve una hora en su cama esperando sorprenderlo al llegar del trabajo, recuerdo el amor con el que compre esa lencería blanca que tanto adora y como deseaba mostrársela y ver su expresión de deseo al mirarme.  Pienso en lo fácil que se convirtió mi vida desde que él entro en ella, como se hicieron a un lado tantos problemas familiares y solo me dedicaba a dejarme amar por este hombre un poco mayor. Y, ahora estábamos aquí… En un café, sin hambre,  sin ganas y sin lencería. 

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