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Secretos en el sótano

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Blurb

Aarón se ve obligado a volver a casa, por amor a su hermano, solo por las vacaciones o eso es lo que él creé. No confía en su madre, y no es solo por el recuerdo de los castigos a los que lo sometió durante su infancia, ni por su devoción hacia Dios que cae en fanatismo o el aislamiento social bajo el cual los crio; es por esa oscuridad, al fondo de sus ojos que ha visto resplandecer cuando cree que él, no se da cuenta que ella lo observa, ¡Algo no marcha bien con Reagan!

Comienza un pulso a muerte, contra reloj de sesenta y cinco días en la oscuridad del “invierno polar” de Barrow para que Aarón se dé cuenta de que él y su hermano se encuentran en verdadero peligro de muerte.

El tiempo está contado para huir.

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Corre sin mirar atrás
Si cerraba los parpados por un segundo, y me concentraba en el suave murmullo del lejano crujido de los glaciares, que habían quedado un par de horas atrás; me era posible recordar sus gritos angustiosos «Aarón, no te vayas, vuelve, te necesitamos». Ciertamente había elegido la ruta más larga de vuelta a casa, incluso desviándome, no solo para conocer parte del archipiélago de Kodiak, la verdad, era que solo intentaba prolongar lo inevitable y que cada una de aquellas imágenes de portada, dentro de mi recorrido en bicicleta quedará grabada en mi mente, dándome la fortaleza necesaria para los próximos 62 días de oscuridad que me esperaban, no solo en el sentido figurado de la palabra, sino en toda la extensión de esta. Había pasado casi un año y medio desde que esa tarde, tomé mi maleta con mis pertenecías básicas, mi mochila y salí de casa, solo secundado por la eterna oscuridad y un frío atroz. Con miles de dudas y temores hechas una acidez desagradable en mi estómago y un infausto nudo en mi garganta que me impedía hablar, estaba escapando de casa... de mi familia... de ese pequeño poblado que hasta aquel día era todo lo que yo conocía o recordaba del mundo. Este era mi primer acto que realizaba proclamando y haciendo uso de mi autonomía. En los primeros kilómetros alejándome por la carretera sobre mi bicicleta, una infinidad de temores me invadían, apenas acababa de cumplir los 18 años y para efectos legales en Alaska, yo continuaba siendo menor de edad hasta los 21 años, por lo que sí mi hermana Aurore, intervenía pidiendo acción legal, seguramente, apenas yo estaría entrando en la Ciudad de Anchorage, cuando ya alguna de las patrullas de nuestra localidad estaría esperándome para regresarme a casa. Mi hermana era una mujer de carácter fuerte y de firmes convicciones hacia la unión familiar como núcleo central de la sociedad, en ese momento trabajaba con el fiscal, en asuntos familiares, como trabajadora social en nuestro poblado de "Utqvagvik" mejor conocido como Barrow, por lo que mi desventaja era clara. Entre ella y mamá se habían encargado de criarnos a mi hermano menor Dominic y a mí. Fue a él, a quien más me dolía dejar atrás, y por quien hoy me obligaba a volver, por un periodo que se convertiría en casi dos meses. Regresar estaba siendo un agridulce recorrido por los recuerdos de aquel día; como si al avanzar por esta carretera kilometro a kilometro fuera recogiendo mis pasos. Me enfadaba traer a cuestas este sentimiento de culpa que parecía haberse quedado guardado en mi mochila, acompañándome a todos lados desde que me marche y ahora que volvía, el peso parecía incrementarse mientras la innegable hora de arribó a casa se aproximaba. En cualquier otra familia, supongo que hubiera sido motivo de celebración y gozo, que el hijo varón mayor, obtuviera una beca académica para estudiar ciencia en la Universidad de Anchorage, pero ese no era mi caso. La reacción de mamá fue extraña, en un principio la noticia pareció alegrarle, hasta que asimilo el tema de los recorridos y tiempos; nuestro pequeño poblado de Barrow con tan solo 4,438 habitantes, se encontraba a 720 millas de distancia de Anchorage: en avión era un aproximado de 4 horas y media. Creo que fue en ese momento mientras sentados a la mesa durante la hora de la cena, mamá se quedó en absoluto silencio, viéndome como si le acabará de decir algo completamente descabellado, su única respuesta fue: —Temo que no será posible Aarón, ninguno de mis hijos dormirá una sola noche fuera de casa —sentencio secamente. Busque algún tipo de respuesta por parte de mi hermana, pero en cuanto sintió mi mirada y levanto la cara del plato, donde parecía esconder sus opiniones hasta ese segundo, solo abrió la boca para apoyarla —Mamá tiene razón, la familia debe permanecer unida y aquí todos te necesitamos, yo trabajo todo el día y ahora que termines la preparatoria puedes trabajar en alguna empresa local, tengo entendido que este año reclutaran a todos los recién egresados de la educación media superior. Quede boquiabierto, no podía ser que mi hermana, la misma Aurore, que durante toda mi infancia me hostigaba, al punto del hastió con lo importante que era estudiar, para no terminar como un empleado de segunda, ahora tergiversará todo en un segundo, únicamente provocado por la mirada incipiente y fría de mamá. Devolví mi mirada hacia mi madre, sentada a la cabecera del comedor, deteniéndome por un instante en los ojos de Dominic, que se mantenía atento, solo revolviendo con el tenedor su cena, paseando su mirada de forma discreta e insegura entre nuestros gestos y expresiones. Basto con que me levantará cobrando el chirrido de la silla de patas metálicas contra el piso para que mi hermano, saltará en su sitio y bajara la mirada, temeroso ante mi grito: —A caso no escuchan lo que les dije; perdiste el juicio Aurore, empleado de una tienda trasnacional, que solo se dedican a darnos turnos de más de 10 horas diarias, limpiando anaqueles y pisos con sueldos de hambre, estoy hablando de una educación Universitaria, quiero ser oceanógrafo y me están dando la oportunidad en la Universidad de Anchorage —recalque. Además es pública, no tengo que pagar colegiaturas, la beca o apoyo es para hospedaje, trabajare para mis gastos, no les estoy pidiendo dinero, únicamente que me apoyen. Mamá pego firmemente en la mesa, me veía con dureza en sus facciones —Esas no son formas de hablarle a tu hermana mayor, Aarón hazme el favor de retirarte a tu habitación —ordenó Dominic intervino por primera vez —Mamá, pero aún no toca su plato, por lo menos dale permiso de que termine de cenar. —A ti nadie te dio permiso de hablar Dominic, esta es una conversación entre tus hermanos mayores y yo; así que hazme favor de guardar silencio —lo regaño, atravesándolo con esos ojos negros cual pozos. —Si mamá —respondió llevándose un bocado a los labios y comiendo con la cabeza agachada. Eso me enervó. Acomodé la silla y tomando mi plato me dirigí a Dominic, —Gracias hermano, por intentar apoyarme, pero ya sabes que cuando nuestra madre y Aurore se alían, no existe forma de tener una conversación racional —espeté Entre a la cocina, tirando el contenido de mi plato en la basura y colocándolo en la tarja de la lavaplatos. Cuando atravesé el umbral de la puerta regresando al comedor por donde debía pasar para subir a mi habitación, me encontré con que Dominic ya no estaba, Regan mi madre, me llamo para que me sentará de nuevo a la mesa. La ubicación de los lugares a ocupar estaba estratégicamente distribuida para que yo quedara sentado frente a esas dos mujeres de mirada implacable, con los brazos cruzados y ese gesto de enfado que justo en ese momento parecían tener esculpido sobre frio hielo. Tanto Aurore como mamá eran altas entre un metro setenta cinco quizás unos setentaiocho, en el caso de Reagan era una mujer de cuerpo redondo, pechos abultados y una cadera voluminosa, hace años que utilizaba el mismo corte de cabello, corto hasta los hombros, su forma de vestir siempre era recatada y discreta; debido al clima de nuestra localidad con temperaturas por los bajo "0" grados; dentro de casa siempre utilizaba suertes en colores oscuros de cuello de tortuga holgados y pantalones de lana. En cuanto a mi hermana fácilmente parecía su fiel copia, solo que, en una versión más joven, sin las arrugas que a Reagan empezaban a marcársele en el contorno de los ojos, debido a todos los dolores de cabeza que yo le daba, o eso era lo que ella aseguraba. Me senté, algo inquieto, no me gustaba para nada la forma en la que ambas me miraban, fue Aurore la que rompió el silencio —Mamá y yo hemos encontrado la solución para que sigas estudiando, sin necesidad de irte de Barrow —Afirmó mostrándome una sonrisa como si mágicamente todo se solucionara. Me contuve sin quitarle la mirada de encima, esperando que realmente no fuera capaz de atreverse a proponerlo, pues si era así, mi paciencia estaba por evaporarse. Entonces mamá hablo, estocándome con esa frase —Asistirás, al Centro De Educación Superior de North Slope. Me puse de pie, como si mi cuerpo fuera impulsado por lo disparatado de aquella posibilidad, y sin notarlo mis palabras fueron catapultadas en esa implosión —No, eso sí que no Sras. Ustedes no me van a enviar a un Centro, Tecnológico y menos donde está lleno de esa horda Iñupiats, acaso me vieron cara de nativo. —vocifere con crueldad y sarcasmo. Mi estallido con tintes xenofóbicos, solo fue el efecto de una frustración mal dirigida. Llevaba viviendo en Barrow desde los 2 años, que fue cuando llegamos aquí, a este rincón alejado del mundo entre hielos perpetuos y fríos gélidos, nosotros éramos originarios de Carolina del Norte y aunque no comulgaba con todas las tradiciones de los Iñupiats, como la caza de ballenas, siempre me mostré respetuoso hacia su cultura y tradiciones, después de todo esta era su tierra y nosotros eternos forasteros. Mamá se puso de pie y en dos zancadas, rodeo la mesa tomándome del brazo, comenzó a arrastrarme hacia la sala, cuando detecte sus intenciones intente soltarme —No, no mamá al cuarto del sótano no, por favor, no quería ser ofensivo, espera, mamá. Aurore la escoltaba en silencio a nuestra espalda, mientras yo intentaba aferrarme al marco de la puerta con la otra mano, mi hermana encendía la luz y mi madre Reagan, me jalaba escaleras abajo, por último, Aurore soltó mis dedos desasiendo mi único anclaje al primer piso, tomo las llaves que estaban colgadas en un clavo, al lado de ese pequeño cuarto de baño, que desde hace años tenía el bombillo de la luz fundido. Cuando abrió la puerta, gire la cabeza intentando que mi madre se encontrará, con mi mirada desesperada —Te vas a quedar aquí, hasta que cambies tu actitud y aprendas a respetarnos, a tú hermana a mí y al poblado gracias al que tienes cada día un plato de comida caliente sobre la mesa y un techo que te cobija —ordenó con un reproche evidente. —Lo siento, en verdad lo siento —grite, desesperado. Mientras cerraban la puerta, intenté ferozmente impedírselos, pero eran dos contra uno y tuvieron ventaja de tiempo, pues como yo no cooperaba Reagan, me sentó a la fuerza sobre esa colchoneta vieja, algo roída que se encontraba en la esquina, cuando me puse de pie y corrí para impedirles cerrar era tarde, para ese punto Reagan ya estaba afuera y Aurore que no había soltado la puerta, no le llevo ni un segundo cerrarla frente a mí nariz. Sumido en esa oscuridad fría, me levante chocando con algunas cajas, colgándome de la manija de la puerta —No mamá, Aurore por favor, no me dejen aquí, hace mucho frio y... me da miedo la oscuridad, abran la puerta, no se vayan —suplique desesperado. Ese recuerdo me hizo sentir el mismo frio de aquella noche entrando por las plantas de mis pies y erizando cada uno de los vellos de mis brazos. Decidí detenerme un momento a la orilla de la carretera, aparqué la bicicleta y me di un segundo para recargarme sobre aquella barda de madera y perderme en las colosales montañas revestidas en blanco, mientras bebía las sobras de café ya tibio de mi termo. Aquella noche, una vez que sus pasos se perdieron escaleras arriba y supe que no regresarían por mí, por más que suplicará, decidí regresar a la esquina donde estaba la colchoneta y un viejo cobertor que desprendía el angustiante olor a encierro, me cubrí con él, ya que todo era mejor a continuar tiritando de frío "El cuarto oscuro del sótano" Que era como Dominic y yo habíamos nombrado este sitio, era una habitación de máximo dos metros y medio de ancho por dos de largo, alguna vez utilizado como un baño, ahora solo tenía un retrete deshabilitado, algunas cajas apiladas que reducían dramáticamente aún más, si es que eso era posible, el espacio y esa colchoneta, toda la casa contaba con calentadores eléctricos pues el clima lo hacía prescindible, sino querías morir congelado, sin embargo este agujero era una de las zonas más frías del viejo inmueble, designado para los castigos o los tiempos fuera: para que recapacitáramos. Nuestra madre siempre nos recomendaba que cuando estuviéramos aquí, una vez que nos hubiéramos arrepentido de nuestra falta, eleváramos una oración al señor. Cuando era pequeño, creo escasos nueve años que fue la primera vez que mamá inauguro el cuarto oscuro conmigo después de una rabieta, recuerdo que oré todo el tiempo que estuve sumergido en esa espesa oscuridad, pero no para que aquel hombre que vivía entre las nubes como mostraban los cuadros de la iglesia me perdonará, sino para que me sacará de ese sitio. Después de unos años entendí que era difícil obtener respuestas de Dios, quizás estaba muy ocupado para acudir al auxilio de un chiquillo mal portado como mi madre decía. Con el tiempo empecé a sentirme como un idiota cada vez que intentaba hablar con aquel hombre que jamás se dignaba a responderme, dándome cuenta de que en estos soliloquios, solo era yo y mis pensamientos. Termine, mandando a Dios a un cajón de los quizás algún día responda, dejando la oración para la iglesia y para cuando Reagan me observara, fue así como a los 13 años llegue a esa auto reflexión: «Lo que yo no hiciera por mí mismo, nadie lo haría». El señor, debía estar muy ocupado con cosas realmente grandes como guerras y enfermedades, así que de lo que se refiriera a Aarón y todo lo concerniente a mi vida, debía encargarme yo mismo. Aquella noche ya entrada la madrugada y después de permitirme derramar unas cuantas lágrimas silenciosas al sentirme abandonado e incomprendido, comencé a pernoctar, a lo lejos entre la vigilia escuché unos pasitos acercándose y esa voz hecha un murmullo dubitativo —Aarón hermano ¿Estás bien? —respóndeme Me levante y camine entre la perpetua oscuridad —¿Dominic eres tú? — ¿Quién más bobo? —musitó Sonreí para mí mismo. —Vamos empuja el tabique, ahora sí las hiciste enfadar, se llevaron la llave, conociendo a mamá, seguro la tiene en el cuello colgada con el escapulario —aseguro En una de las esquinas de ese cuarto había dos tabiques flojos al ras del piso, de los cuales solo mi hermano y yo teníamos conocimiento y utilizábamos para pasarnos cosas, cuando terminábamos ahí castigados. Los moví con cuidado y Dominic me pasó una lamparita, unos guantes térmicos, mi bufanda y mi gorro. Cuando volvimos a acomodar los tabiques dejándolo todo en su sitio, lo escuche suspirar profundamente y recargar la espalda a la puerta. ¿Te vas a ir verdad? —indago, atravesándome con esa pregunta. —Debo hacerlo chaparro, no tengo opción, no quiero pasar toda mi vida como empleado de una tienda, sé que es un trabajo tan digno como todos, pero también sé, que puedo lograr algo más con mi vida, algo que me haga sentir orgulloso de quien soy, me entiendes ¿verdad? —respondí. Suavizando mi timbre de voz —Tengo miedo de que te vayas —susurro —Yo también tengo miedo Dominic, pero no quiero estudiar en el Centro de Educación Superior North Slope, ni siquiera tienen en la matricula algo relacionado con lo que yo deseo estudiar y no entiendo a nuestra madre, si ella no hubiera estudiado enfermería, ahora no trabajaría en el Hospital Samuel Simmons Memorial como jefa de enfermeras. —Ella, no es mala Aarón —aseguró. —Solo no quiere que nos separemos como familia y si te soy sincero, yo tampoco quiero que te vayas, solo somos tú y yo. Y si te vas, me dejaras solo con ellas. Su voz rota, haciendo un gran esfuerzo por no temblar me estremeció —Lo sé, lo sé chaparro y eso es lo que me hace dudar, pero en esta tierra helada y árida, no hay futuro para mí, ni para ti Dominic, ha llegado el momento de abrir las alas y volar. —Entonces ¿Sí te vas? —replicó —Sí, es algo que debo hacer —respondí. Recibiendo solo un silencio total. —Hagamos algo —propuse. —Tú terminas la educación media superior en año y medio, aplícate con las notas, eres un buen estudiante y en cuanto egreses, yo ya estaré establecido en la Ciudad de Anchorage y podrás venir a vivir conmigo e iremos a la misma Universidad.   Su voz se llenó de ilusión. —Lo dices en serio Aarón, porque no se lo he contado a nadie… pero yo siempre he soñado con ser veterinario y el otro día tomé la laptop de Aurore a escondidas y vi que, en esa Universidad, a donde quieres asistir tienen la licenciatura de Médico Veterinario Zootecnista —me confesó. —Claro que lo digo en serio, yo no jugaría con eso y no sabes la emoción que me causa saber que al igual que yo, tienes aspiraciones, sé que a nuestra madre le asusta... que desde que papá se desentendió de nosotros, ella se enfocó en mantenernos unidos, pero Dominic tenemos derecho a formar nuestra vida, tomar nuestras decisiones y elegir nuestras batallas, no vamos a vivir siempre bajo sus faldas —afirme con seguridad. Dominic, siempre había sido reservado y callado, le costaba mucho trabajo abrirse con las personas y pocas veces se rebelaba, cuando normalmente lo hacía era para apoyarme a mí. Pasaba gran tiempo encerrado en nuestra habitación, leyendo viejas enciclopedias o repasando una y otra vez libros de biología, no me sorprendió saber que le interesaba la veterinaria, la verdad es que para ambos era difícil ser muy sociables, debido a las reglas tan inflexibles de horarios de llegada y la inexistencia de permisos para salir, a no ser a la escuela o las salidas a realizar las compras de víveres mensuales que era una actividad que realizábamos en familia y el paseo dominical a la única Iglesia presbiteriana de todo el poblado de Barrow, era poco lo que se nos permitía salir solos, aunque yo me habituaba más rápido al contacto con nuevas personas, eso era un hecho. —Está bien Aarón, cuentas con mi apoyo, solo prométeme que no me dejaras aquí olvidado y que volverás por mi —respondió Dominic, haciendo amago de toda su valentía. Cerré, mi termo ya vacío y retomé camino en la carretera sobre mi vieja bicicleta con la que hace tres semestres había escapado de casa. Mi vida había cambiado vertiginosamente desde aquellos días. Ni Reagan, ni mi hermana Aurore, me persiguieron hasta la Universidad, pasaron casi 8 meses para que Reagan respondiera una de mis llamadas, fue inevitable sentir el corazón regocijarse cuando escuche su voz esa primera vez, del otro lado del auricular desde que me había marchado —Aarón, hijo ¿Cómo estás? ¿Cuándo vienes a casa? —pregunto con la voz algo llorosa y emocionada. Normalmente era Dominic quien contestaba mis llamadas y con quien hablaba y soñábamos despiertos haciendo planes de todo lo que haríamos juntos, cuando en menos de tres meses el terminara la educación media superior, la última vez, me había dicho lleno de júbilo que le habían otorgado la misma beca que a mí, ambos no cabíamos de la felicidad, sin embargo en un parpadeo todo cambio, faltaban unos días para que las vacaciones de invierno comenzaran, el itinerario que mi hermano y yo habíamos recorrido minuciosamente un centenar de ocasiones por teléfono, comenzaba saliendo del aeropuerto de Barrow, recorreríamos los archipiélagos de Kodiak, le mostraría los sitios más emblemáticos de la Ciudad de Anchorage, en fin era un viaje, diseñado sobre un cúmulo de nubes ceñidas sobre nuestros sueños de libertad. Pero ese viernes a tres días de que yo llegará. No fue Dominic, quien contesto el teléfono, sino para mi sorpresa fue Aurore, se escuchaba preocupada y todo el rencor o reproche que podía guardarme se difumino con aquella solicitud —Apresúrate, te necesitamos en casa Aarón, los médicos no saben que tiene Dominic, pero por lo que mamá me dijo, toda su vida y la nuestra junto con él está por cambiar... Eran sentimientos encontrados, por aplazar mi llegada pues el miedo me hacía no querer enfrentar la realidad, seguido de esos instantes desde las últimas dos horas que hable con Aurore, solo había parado para tomar un poco de café, ahora estaba por abordar el camión que en menos de dos horas me tendría frente al "Hospital Sammuel Simmons Memorial" Detrás de sus puertas, no sabía que me esperaría, pero había prometido regresar, se lo debía a Dominic, me lo debía a mí... Además, debía existir una solución, su condición no podía ser tan grave ¿verdad?

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