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Posesivo

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Blurb

Aile tiene tan mala suerte en el amor que no esperaba encontrar novio por mucho tiempo, de hecho, quería alejarse de las citas por el resto del año. Aunque, cuando ve por primera vez a Sam le parece tan encantador y siente que conecta con él al instante.

Hubo tres señales después de la perfecta cita que Aile pasó por alto; sí, ella lo pudo ver, pero quiso ignorarlo: él era tan perfecto para ella, con la historia de amor que siempre quiso.

Pero ahora, justo ahora que lo conoce bien, siente que su perfecto caballero se ha convertido en el monstruo de las sombras que quiere atraparla.

"¿A quién le perteneces?"

"A Sam, soy tuya".

Y si no lo contesta correctamente, sabe que aparecerá ese monstruo al que tanto le teme.

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Capítulo 1
Nunca he tenido novio. He tenido intentos de relación, pero no un novio como tal. Esto no es malo, porque es un estilo de vida que he decidido tener. Me dije hace mucho tiempo que no soportaré vivir en una relación donde no me sienta a gusto, por eso, cuando veo que las cosas no funcionan con esa persona, decido terminarla de raíz. Lo he hecho desde los veintiún años, después de pasar tres años esperando a que una persona decidiera amarme. Un amor que nunca llegó. Así que decidí alejarme de él definitivamente y seguir mi vida. Me dije que iba a enamorarme de alguien más, alguien que fuera totalmente opuesto a Devon, la persona que nunca me amó, para que así no fuera a creer que lo estaba buscando en otros hombres. El problema es que encontrar una persona que cumpla con tus estándares de calidad no es para nada fácil. Sobre todo, si los hombres que llegan a tu vida terminan siendo unos completos idiotas que únicamente dañan la cita en la que intentas pasar un buen rato. No hay cosa más triste que sufrir por alguien que no le interesa tu dolor. Ese es el problema del amor no correspondido, siempre queda la impotencia de el “casi fuimos algo” o “pudimos ser algo”. Devon comenzó siendo mi amigo, después mi confidente, pasamos a un “intento de relación”. Fue mi primer “intento de relación”, el cual me marcó por todo lo que pasó en tan poco tiempo y… después terminó por él, en medio de una llamada telefónica. Me dejó con el corazón en las manos, preguntándome ¿y ahora qué voy a hacer? Recuerdo haber estado en mi habitación, de pie, con las lágrimas cayéndome a borbotones por las mejillas y las manos temblándome. Me había terminado, me acababa de decir que era mejor estar separados. Fueron dos meses de relación. Se convirtió en el tiempo que más he durado con alguien. Para algunas personas puede parecer un tiempo insignificante, pero después de haber conocido a Devon por tres años y por fin haberlo tenido solo para mí, poder hacer realidad todas las fantasías que había creado en mi mente, fue un tiempo importante. Además, para mí no era importante el tiempo juntos, sino lo que hacíamos con este. Y en esos dos meses pasaron tantas cosas… Devon era perfecto para mí, era como haber encontrado el hombre de mi vida. Fue mi primer amor: mi primer todo. Habíamos hecho una lista de todas las cosas que haríamos en nuestra relación y de verdad que la estábamos cumpliendo. Pero después todo acabó. No me dio una razón contundente del por qué. Recuerdo ese momento un poco borroso, porque mi mente lo bloqueó. Solo recuerdo haber discutido con Devon por la llamada y él me decía: —No, no vamos a terminar. Pero después lo hizo y no recuerdo sus palabras exactas, únicamente sé que no quería que siguiéramos hablando.    Y si todo hubiera terminado allí, habría estado bien, pero no fue así. La cosa con las relaciones que nunca pueden darse es que al menos uno de los implicados se obsesionará con hacer que sí funcione hasta que la vida demuestre lo contrario. En este caso fui yo. Mientras intentaba que volviera a quererme, creí que volviendo a ser amigos podríamos acercarnos más. Pero él fue cambiando, tratándome diferente. Después se fue de la ciudad y poco a poco dejó de contestarme los mensajes o me hablaba cortante. En mi desesperación, terminé diciéndole por una llamada telefónica que yo lo seguía amando, aunque él ya lo sabía, siempre lo supo. En esa llamada me lo confirmó. —Sé que sigues enamorada de mí, pero deberías superarlo ya —me dijo—. Deberías buscar a un hombre que te valore y te quiera. Me tragué mis palabras, porque esa tarde entendí que no podía obligarlo a amarme y decidí soltarlo. Así fue como comencé a tener citas, darme la oportunidad de encontrar a alguien que me valorara y me quisiera. Pero, como dije antes, no es fácil encontrar alguien que cumpla con el requisito de no ser un idiota. Sin embargo, en las citas me di cuenta que hay demasiados hombres idiotas abundando el mundo. Más de una vez en ese tiempo que estuve yendo a citas regresé a mi casa gruñendo y maldiciendo. Me acostaba en mi cama, haciéndome volita y volviendo a pensar en esa persona, en el tiempo que estuvimos juntos y yo tenía la esperanza de que un día me amara. La última cita a la que fui y decidí acabar con ellas tuve que ver por una hora a un hombre gordo comerse un enorme filete; según él, yo no tenía hambre, así que solo pidió un plato de comida. —Me dijiste que estabas con tus amigas, supongo que vienes llena —me dijo cuando llegamos al restaurante. Le iba a decir que no era así, pero él fue directamente a buscar a un mesero para ordenar. Fue tan incómodo verlo comer. Lo peor era que yo había pedido una orden, pero nunca llegó a la mesa y él no hizo nada para compensarlo. —Esta carne está exquisita —dijo mientras se relamía la salsa de los labios con la lengua—. Lástima que no quisieras. —Nunca dije que no quería —le repliqué, intentando ser lo más obvia posible. Y no, no es que se hiciera el idiota, es que de verdad lo era. Después de salir del restaurante me di cuenta de eso, cuando terminamos en un parque, sentados en una banca e intentó meter una conversación sobre el sexo. —No quiero hablar de eso —le expliqué después de no responder sus dudas. —¿Por qué? —preguntó. —Bueno, verás… no estoy de humor, tampoco me gustaría hablarlo contigo —aclaré con un tono educado y con la mirada al frente, observando la zona de juegos infantil donde los niños jugaban en los columpios y resbaladeros. —¿Por qué? —volvió a preguntar. —Porque no quiero, ¿no es más que suficiente con esa respuesta? —espeté, colmada de la paciencia en esa horrible cita. —Pero solo quiero saber si te gustan los moteles y con cuántos hombres has estado, Aile —insistió. —Pero qué mierda, ¿en serio vas a seguir? —Me levanté de la banca y lo encaré—. ¿Cómo es posible que no te des cuenta de que estoy molesta porque esta cita ha sido horrible? —¿Estás enojada? ¿Por qué? —indagó. Puse mis ojos en blanco y solté un gruñido. Pensé en darle un bolsazo con mi cartera de cuero, pero me contuve al darme cuenta de que era un bobalicón que no sabía interactuar con mujeres. Tampoco tenía pensado ser yo quien le enseñara a conocer las señales de las mujeres, así que simplemente decidí volver a mi casa.  Y… así terminaron mis rachas de muchas citas terribles. Un fin de semana, cuando estaba sola en casa, con una pijama corta, disfrutando de la brisa veraniega en el balcón de la casa, me dije que pasaría el resto del año sola. Quería enfocarme en mí, porque estaba cansada de los hombres. Cuando me gustaba alguien, esa persona no me prestaba atención y los hombres que gustaban de mí no me convencían para nada, solamente me sacaban canas verdes. Quería dejar de contarle a mis amigas de mis horrendas citas, que se dejaran de reír de mis males en el amor. “Bien, comenzaré a hacer ejercicio y me enfocaré en subir mis notas en la universidad” pensé. Pero esa racha no duró mucho tiempo, porque llegó alguien. Una persona que… desde el primer momento que lo vi me hizo querer saber más de su vida y me dejó hacerlo, para hacerme jugar en fuego y dejarme quemar por completo. —¿Cómo te llamas? —me preguntó muy cerca del rostro, con una sonrisa torcida. —Aile —respondí, después tragué en seco. —Aile —probó en sus labios—, es un nombre bonito y delicado, como tú. 

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