Lejos, muy lejos de Smaug, el Príncipe Dietrich estaba en su despacho real en el castillo en Tiamat, escuchando lo que los sirvientes tenían para decir respeto a los movimientos de Kreston.
-Atacaron una aldea perdida en las afueras de Amaru, incendiaron varias de las cabañas cuando los pueblerinos estaban de caza. - informo el jefe de los soldados. - No hubo muertes, pero si algunos heridos.
Dietrich asintió, observando los papeles frente a él.
- ¿La princesa ya está al tanto de esto? - cuestiono.
El soldado asintió.
-Sí, su alteza fue notificada por los Reyes de Smaug. - dijo. - Al parecer la aldea era el lugar donde vivía su nuevo guardia. - agrego.- Fue una noticia impactante para ellos. Kreston se enteró de la existencia de ese lugar porque alguien informo que por ahí habían pasado.
Dietrich alzo las cejas.
-Así que contamos con un informante. - soltó.
-Así parece…- respondió.
Dietrich negó con la cabeza, sintiendo lastima por como Bevery debía sentirse en ese momento.
- ¿Más novedades?
El guardia asintió.
-Sí, nos informaron que la princesa salió esta mañana del reino de Smaug, le tomara aproximadamente dos semanas llegar aquí si todo va bien. - el príncipe se sorprendió ante esa noticia.
- ¿Dos semanas? ¿Ya paso la mitad del mes? - alzo sus cejas.
-Sí, alteza. - rio. - La asistente de su madre pregunta si usted ya comenzó a planear su despedida de soltero o si tiene alguna idea para la boda que quiera que llevemos a cabo.
El príncipe rasco su frente, su madre, la reina, lo tenía cansado con todos esos temas.
Le estaba haciendo la vida imposible desde que se enteró de su casamiento.
Estaba claro que ella estaba en contra, y por eso le enfurecía que estuviera poniendo tantas piedras en su camino para que no funcionara. Pero esto era para el bien de todos y nada lo haría cambiar de opinión.
-No, no quiero nada especial. - soltó. - El casamiento es una respuesta rápida para unir nuestros reinos y derrocar a Kreston en la estupidez que está haciendo con el reino de Amaru. No es algo que debamos festejar y preparar como si fuera la celebración del año. Así que dile a mi madre que deje que querer entrometerse. - escupió. - Sera mejor que hable con ella antes de que la princesa Bevery llegue, no quiero ponerla en ningún tipo de situación molesta por culpa de la reina que no sabe cerrar su boca. - se levantó de su asiento y paso por el lado del jefe, que le dio una reverencia antes de quedar solo en el despacho del príncipe.
Dietrich salió hecho una furia del lugar, su madre tendría que parar, él era la persona que se encargaría de todas las actividades dignas del rey, él era el poder absoluto.
Y nadie iba a impedir eso.
Se acercó hasta el jardín donde su madre descansaba tomando un té.
-Reina, su hijo quiere verla. - dijo una de las sirvientes que la estaba atendiendo.
La reina giro su rostro y vio a su único hijo amenazándola con la mirada.
-Dietrich, querido. ¿Qué te trae por aquí? ¿Qué es tan importante que te hizo salir de la jaula a la que llamas oficina? - cuestiono, riendo y llenando su boca con finos bocadillos.
El pelinegro se acercó hasta la mesa de jardín y miro a su madre directamente.
- ¿Estas organizando mi boda? - soltó.
Ella rio.
-Bueno, alguien tenía que hacerlo ¿no? La princesa llegara en cualquier momento y le gustara tener todas las cosas preparadas para su gran día. - explico.
-No es tu deber planear mi boda.
La reina hizo un gesto como si estuviera pensando.
-En realidad, si lo es. - confirmo. - Como reina, mi obligación es planear cada una de las reuniones sociales y el casamiento del futuro rey, entra en esa categoría. - dijo feliz.
Dietrich le regalo una mirada llena de furia, dejando su mano sobre la mesa de forma agresiva.
-No me busques, mamá. - sentencio. - Si sigues metida aquí adentro del castillo es porque no te eche a donde perteneces. - modulo. - Mantente en tus asuntos.
La reina alzo una ceja, no sintiendo la amenaza en absoluto.
Estaba acostumbrada a recibir amenazas por los hombres de la familia, su propio hijo no le daría nunca miedo.
-Iré a leer un libro, ya has arruinado mi desayuno. - le hizo un gesto de desagrado y entro al castillo.
Dietrich soltó un suspiro y se acercó al establo donde estaban sus preciosos caballos.
En tiempos como esos donde su madre era imposible de tratar, lo único que lo relajaba era poder acariciar a aquellas bellas criaturas que lo recibían con alegría.
- ¿Príncipe Dietrich? - escucho una voz llamándolo desde la lejanía.
Giro su cabeza y se encontró con una joven dama que venía entrando al establo montada a uno de sus caballos.
- ¿Disculpe? ¿Qué hace usted arriba de mi caballo? - cuestiono con un tono duro.
La chica se quitó el casco y dejo al aire su cabello azul corto.
Dietrich nunca había a una persona con el cabello de ese color, le parecía una aberración y algo antinatural. ¿Cómo una mujer podía ir por ahí con el cabello pintado así? La hacia lucir como una especie de bruja o hada.
-Su alteza, este es mi caballo. - contesto. - Perla llego conmigo al castillo hoy. - se bajó de la tal Perla y se acercó hasta el príncipe para dar una reverencia. - Mi nombre es Margary, duquesa de Tiamat.
-Imposible, conozco a Margary y su cabello no es ese desastre que tienes tu. - señalo.- Ella tenía cabello castaño.
Era cierto, la duquesa había visitado varias veces el castillo para informar sobre temas de sus tierras y sirvientes, era una chica que siempre estaba con la mente en las nubes y era casi imposible mantener una conversación con ella sin que se vuelva un poco tedioso seguirle el paso.
Sus padres habían sido increíbles duques y los habían llenado de riquezas, pero al fallecer le dejaron el título a su joven niña que no sabía nada del tema de tierras y todo eso, es por eso que la chica era un desastre.
Todo el reino hablaba rumores sobre ella, era el bicho raro y Dietrich podía confirmar que era real.
-Oh bueno, el poder de las tinturas. - se encogió de hombros. - Vine aquí a para firmar unos papeles y cosas aburridas, pero me dijeron que podía dejar a Perla aquí. - señalo al animal que estaba comiendo un poco de pasto.
-Es toda una belleza. - susurro Dietrich, acercándose a la yegua y acariciándola. - Por un momento pensé que era uno de los mío. - confeso. - ¿Cuánto quieres por ella?
Margary frunció el ceño, creyendo quizás que había escuchado mal las palabras del Príncipe.
- ¿Como dice, su alteza?
Dietrich soltó un suspiro.
- ¿Cuánto quieres? ¿Por cuánto dinero la vendes? - hablo.
Margary soltó una carcajada, dejando al príncipe boquiabierto.
-Perla no está a la venta. - dijo, acercándose a su yegua. - Lo siento.
Por supuesto que no vendería lo único que le quedaba de sus padres, Perla había crecido con ella y era por eso ahora el animal que la acompañaba a todos lados.
Aunque sabía que decirle no al príncipe era una cosa solo digna para los valientes, pudo ver exactamente en el momento que la cara de Dietrich se transformó y su piel se erizo.
-Te atreves a negarme algo en mi propio castillo. - soltó.
-Bueno, si. - se encogió de hombros.- Pero su madre fue la que invito a todos los duques. La boda está a solo semanas.- dijo como si él no lo supiera.
Dietrich frunció el ceño.
-¿Mi madre los invito a todos aquí?
Ella asintió.
-Recibí la invitación hace días, no me interesa asistir a la boda, pero tomé la oportunidad para poner todo mi papeleo al día. - se rio como si fuera una niña.
Cosa que realmente era, apenas había cumplido dieciocho hace semanas y aun se comportaba como si tuviera catorce.
En especial por ese pelo tan azul…
-Invitación…- repitió, mordiéndose el interior de su mejilla. - No puedo creerlo. - rio histérico.
Incluso ya tenía invitados a una fiesta en la cual no quería estar.
-Están montando todo un circo por algo que es solamente por el bien de nuestros reinos. - hablo enojado.
- ¿No son todos los matrimonios de la realeza hechos por el bien de nuestro reino? - cuestiono, ladeando la cabeza.
Nadie pensaría que la chica era una duquesa, siendo que ella llevaba puesto un cómodo traje para cabalgar y unas botas para lodo que pedían a gritos una limpieza.
-Este matrimonio unirá a Tiamat con Amaru. - explico.
Margary llevo una mano a su boca sorprendida
- ¿Quiere decir que tendremos una nueva reina? - pregunto emocionada.
-Si. - asintió. - y, además, seré rey de Amaru.
Margary asintió, entendiendo toda la movida del matrimonio arreglado.
Además, había escuchado sobre los ataques a Amaru, incluso habían prendido fuego una aldea, era algo horrible por lo que tenían que pasar.
Y se preocupaba por la hermosa Princesa Bevery, que también debía estar pasándola horrible con todos esos nuevos estorbos en su camino.
-Felicidades, supongo. - inclino su cabeza.
-Como sea, no tengo tiempo para gastarlo hablando con una loca. - ofendió. - Si piensas asistir a mi boda, deberás deshacerte de ese desastre en tu cabello y la yegua sería un bonito regalo de bodas. - sonrió manipulador, caminando nuevamente hacia su despacho.
Margary lo vio marcharse con las cejas levantadas.
-En sus sueños, principito.
(...)