Capítulo — La Trampa a los Traidores
En el despacho de Carranza, el humo del cigarro impregnaba las paredes y la mesa de roble estaba cubierta de copas sin tocar. Dos hombres, trajeados con precisión y relojes que destellaban bajo la luz, esperaban frente a él con las manos cruzadas y una ansiedad elegante en el rostro.
—Necesitamos un buen caballo de esos veloces —dijo uno, con voz apurada—. Hay una carrera en poco tiempo con una paga enorme en los primeros lugares y no podemos fallar. Además queremos un lugar seguro donde tenerlo y cuidarlo. Nos dijeron que acá se consiguen… buenos negocios.
Carranza sonrió con esa calma que escondía veneno. Giró la silla, marcó un número en su teléfono y sus ojos se estrecharon al otro lado del hilo.
—Señores… esperen un minuto. Tengo a la persona i
