bc

Por si no te vuelvo a ver

book_age12+
418
FOLLOW
1.6K
READ
friends to lovers
mate
goodgirl
sensitive
drama
sweet
bxg
lighthearted
childhood crush
passionate
like
intro-logo
Blurb

Abril observa cómo su novio Matías queda en coma tras un fatídico accidente. Tras esto, se encuentra en una encrucijada en dónde tendrá que decidir entre esperar a su amado o seguir adelante con su vida. Lo que no sabe, es que el alma del chico ha llegado al purgatorio y estará presente en todo momento observando cada decisión que toma. En aquel plano existencial, él se verá involucrado directamente en una de las guerras más antiguas del mundo, en dónde se enfrentan ángeles y demonios.

chap-preview
Free preview
Prólogo
El misterio de cómo funciona la vida y lo que hay más allá de la muerte es algo aún desconocido. Aun así, hay muchas personas que dicen tener una respuesta para todo. Desde teorías científicas que involucran explosiones que formaron la materia hasta creencias religiosas que narran como un ser superior creó todo lo existente. Lo cierto es que cada quién es libre de creer la versión que quiera. Ahora yo tenía mi propia versión. Estaba en frente de mi cuerpo, viéndolo, como si yo fuera otra persona. Pero sin saberlo, había entrado en estado vegetal. Mi madre Juanita y mi novia… mi hermosa novia Abril, el amor de mi vida… ¡Ups me desvíe del tema! Ellas posaban junto a mi cama, desconsoladas. Se habían deshidratado debido a la cantidad excesiva de lágrimas que derramaban. Yo aún sin entender, intentaba consolarlas, pero no estaba en su plano existencial. Me di cuenta porque mis gritos no eran escuchados. Intenté tocarlas, pero mis manos traspasaban su humanidad. Grité, chillé, en todo el edificio, pero era una realidad, ya no estaba en este mundo. ¿Cómo me pasó eso? Te preguntarás. Bueno, para eso debes conocer mi historia. Y ésta inicia a la par de la de Abril… mi dulce Abril. Nací un 28 de abril ¿Qué coincidencia más linda no? De 1997, en una pequeña ciudad de Colombia llamada Coliflor. Aunque su nombre engaña, mi querida nació en noviembre. Para ser más exacto el día 10 del mes. Debido a que nuestros padres eran vecinos, nos hicimos amigos desde los tres años. En fechas especiales como navidad, nuestras familias se reunían en mi casa para rezar la novena, cantar villancicos y comer galletas. Lo disfrutábamos mucho. Después de cantar a pulmón herido, repetíamos el disco y empezábamos a bailar alrededor de las sillas. Mi abuela sostenía el botón de pausa del equipo de sonido y cuando lo presionaba, luchábamos para ver quién se quedaba con el trono. Al que ganara, se le entregaba una corona de plástico como regalo y la modelaba por toda la cuadra, dónde todas las personas nos conocían y nos tenían en buena estima. Doña Carla quién tenía una panadería, solía regalarnos gaseosa para que compartiéramos mientras degustábamos un buen pan hawaiano, que trae relleno de piña, jamón y queso. Don Juanes, el señor del chance, a menudo nos dejaba jugar a ser adultos de negocios. Nos vendía lotería ficticia. Lo curioso, es que muchas veces cayeron los números a los que apostábamos, pero en esos tiempos la menor de nuestras preocupaciones era el dinero. En navidad, la familia de mi vecina preparaba un delicioso pavo relleno en salsa de ciruela. Para acompañarlo, una ensalada tropical con fresas, mango y piña. Mi familia asaba carne de cerdo o cocinaba una lechona. Nos intercambiábamos ofrendas después de hacer la novena y procedíamos a abrir los regalos. Ella tenía la costumbre de escribirle una carta a Papá Noel, algo que se me fue pegando con el tiempo. A veces nos excedíamos y la carta no cabía en una sola hoja. Mi sueño siempre fue tener una piscina para mí, pero mis padres (o Papá Noel, para no destrozarle los sueños a nadie) no la compraban porque no había ningún lugar en dónde ubicarla. Jugábamos hasta altas horas de la noche con los demás niños del vecindario. Uno de nuestros juegos favoritos era el escondite botella. Consistía en tomar una botella de plástico, elegir quién era el encargado de buscar con el famoso juego de piedra papel o tijera y luego alguien pateaba esa botella lo más lejos posible. En lo que la persona iba a buscarla y traerla (Caminar de espaldas para devolverse era requisito) los demás debían esconderse. No existían muchas opciones en verdad. Estaba prohibido entrar a cualquier casa, por lo tanto, solo podíamos buscar refugio detrás de los árboles, encima de ellos o quizás detrás de algún adulto que nos quisiera encubrir. Recuerdo una noche, en la cual el niño más pequeño, llamado Martín, intentó subir un árbol. La rama se partió lentamente como si fuera una galleta. Al caer, su brazo también se partió en dos. Tuvieron que ir al hospital, operarlo y posteriormente enyesarlo para su recuperación. Varios de nuestros padres se encontraban intranquilos con ese suceso. En cierta medida nos restringieron la libertad. Podíamos jugar sí, pero solo dentro de mi casa o en la de Abril. Me gustaban las noches lluviosas. Soy de los que piensa que no hay mejor plan que acostarse a ver televisión con una mantita caliente mientras el sonido de las gotas golpeando contra el techo nos arrunchan ¿No crees eso también? Si no estás de acuerdo conmigo, déjame decirte que eres una persona amargada. Recuerdo cuándo ingresé al kínder (un grado que se suele cursar un año antes de iniciar la primaria). Entramos al mismo colegio y por cosas del destino coincidimos en el mismo salón. Como éramos vecinos, la confianza que teníamos era envidiable. Mis amigos vivían enamorados de ella, aunque a mi no me llamaba la atención esas cosas. Me gustaba más patear un balón, jugar a la lleva, al congelado, escondite, cualquier cosa, cuando uno es niño todo lo disfruta. Tengo vagos recuerdos de esa etapa, sé que ahí tuve mi primera pelea física. Desatada porque un compañero había rayado la portada de mi cuaderno. No me hubiera enojado por algo tan tonto, pero mi madre si se enojaba conmigo si observaba algo fuera de lo común en mis útiles escolares. Al salir del kínder, caminábamos juntos hacia la casa. Éramos muy afortunados de tenernos. Coliflor siempre fue muy tranquila, por eso nuestros padres no se preocupaban en lo absoluto de lo que pudiera o no pasarnos en el camino de vuelta. Pero qué equivocados estábamos… Cuándo eran pequeños ¿Sus papás les indicaban que no debían recibirle nada a extraños? Bueno, quizás fue un poco el concejo que le faltó a la pequeña Abril cuando tenía cinco años. Una tarde, un hombre con sombrero n***o y una gabardina que ocultaba un montón de secretos a la vista, arribó a la ciudad. Caminó un par de cuadras hasta llegar al parque principal y allí se dedicó a observarnos a todos. - ¿Miras a ese hombre? – me preguntaba Jota, uno de mis mejores amigos. Está ahí desde hace rato, deberíamos decirle a la profesora. Asentí y entramos al salón apurados. Mirella nos escuchó atentamente y nos siguió hacia el punto indicado, pero ya nadie estaba ahí. Al siguiente día, ocurrió la misma situación. Observamos que ahora llegaba a la banca del parque ¡Con un telescopio! Todo era muy extraño. De nuevo le avisamos y cuando fue con nosotros, había desaparecido. Casi dos semanas pasaron en la misma tónica. Estábamos asustados. Todos los niños miraban con temor a ese ser extraño que por momentos apuntaba con el telescopio hacia nuestra dirección. Al final, tuvieron que citar a la mayoría de los padres de familia para llegar a un acuerdo. Debían llamar a las autoridades o averiguar las intenciones del tipo por cuenta propia. Al percatarme de quienes estábamos en la reunión, no tardé en darme cuenta de que la niña más importante de la clase no estaba allí. - Señor Pedro ¿Dónde está Abril? – pregunté preocupado, dirigiendo la mirada hacia todos los rincones del salón. - No te preocupes Mati, debe estar en el baño o algo así. ¡Ah! ¿Se me había olvidado? Mi nombre es Matías Saldarriaga, de los Saldarriaga de toda la vida. Pero volvamos a la parte importante. Salí del salón donde todos los adultos discutían, buscando a mi vecina. No la encontré en los rincones visibles del recinto. Me aventuré a entrar al baño de mujeres (ese del que se tiene tanto pánico a entrar cuando se es pequeño) la busqué en cada una de las puertas, debajo del lavamanos, hasta detrás de los espejos. No la encontré. Cuando me asomé al patio con vista hacia el parque, la vi caminando de la mano con el hombre de la gabardina. Lo ideal hubiera sido correr hacia el salón y avisar a todo el mundo de la situación, pero quizás porque uno es pequeño y siente que todo lo puede, me envalentoné. Salté la valla que me separaba del exterior y arranqué a correr tras el hombre. Cuidé mis distancias, porque era pequeño, no imbécil. Caminé agachado, ocultándome de su vista. Curiosamente, no había un alma caminando por los alrededores. Todo era muy extraño. Bajó la colina que había tras salir del parque y luego dobló la esquina hacia la izquierda. Cada paso suyo lo sentía agigantado comparado con los pequeños pasos que daba la dulce Abril. Cuando lo perdí de mi vista, corrí rápidamente hasta la esquina. Asomé la cabeza por la pared, observando que se había detenido en frente de un portón. Pasé la calle para ver con claridad. Era roja, hecho de madera. Ella ingresó, el hombre volteó su cabeza hacia ambos lados y cerró la puerta. Luego avanzó hacia la derecha preocupado. Uno, dos, tres… Uno, dos, tres… Uno, dos, tres… Mi mamá me había dado ese concejo. Cuando me sintiera nervioso, o quisiera animarme a hacer algo que se me dificultara, contara hasta tres. Uno, dos, tres… me animé. Avancé hacia la puerta. Giré la perilla hacia la derecha y se abrió fácilmente. - ¡Mati! – gritó la niña dirigiéndome la mirada. Mira que hay alguien que me quiere regalar un poni. - ¿Un poni? Abi debemos salir de aquí. Hasta tu papá está en el colegio reunido con los demás preocupado por el hombre con el que estás. - ¿Por qué? Si es muy buena gente. Me regaló dulces y todo. - Abi vámonos – le indiqué agarrándole la mano para llevarla hacia la salida, pero ella se oponía. - ¡Cuando me traiga mi poni! ¡De lo contrario no saldré de aquí! - Abi no seas tonta, él no te va a traer nada. - ¡Tú lo que estás es celoso porque no tendrás un poni! La jalé aún más fuerte con mi brazo y logré que me siguiera los pasos. Me asomé a la puerta y el camino estaba despejado. Corrimos en dirección al colegio, rápido, como si un tigre nos estuviera persiguiendo y acechando. Nada distanciado de la realidad. Cuando llegamos, para mis padres fue raro vernos fuera del colegio. Nunca comentamos la situación con nadie. Era nuestro secreto. El hombre de la gabardina no se volvió a asomar por el parque, así que respiramos con tranquilidad. Durante su infancia mi adorada Abril nunca supo darle la importancia a este hecho. Para ella el señor era un tipo buena gente más, cosa que pongo hasta el día de hoy en duda. ¿Saben? Después de lo que pasó, me sentí más unido a ella. Sé que no fue un gran suceso, pero para mí marcó mi historia. Teníamos solo cinco años, éramos unos críos. Sentía que la había salvado del peligro, como si fuera una princesa en apuros, y todo eso llevó a acercármele mucho más. Desde ese día fui con más frecuencia a su casa para jugar, para pasar rato juntos. Cuando uno es infante quizás el hecho de que lo molesten con una niña, de que son novios y demás puede causar molestia. Para mí se había vuelto el pan de cada día y de hecho… no me molestaba la idea. Comencé a observar a mi adorada Abi con otros ojos, aunque nunca se lo dije. Ahora, en la sala del hospital, mientras la veía llorar sujetando mis manos, recordé la primera vez que lloró frente a mí. Nos encontrábamos cursando segundo de primaria y era común llevar la lonchera con algunos alimentos para comer en el descanso. Pero los niños pueden ser crueles a veces. Ella solía llevar una manzana, un yogurt, un jugo de naranja y para rematar un sándwich de pollo, huevo picado y lechuga. Un niño llamado Jorge, que ni siquiera iba en nuestro curso, creo que era uno o dos años mayor, no lo recuerdo, la asaltaba diariamente. En la extorsión le exigía la lonchera como moneda de cambio para no hacerle daño. Pasé días observando al bravucón en silencio, porque seamos sinceros, los de grado superior imponen un montón. Si eres de primero te tiemblan las piernas con uno de segundo, ahora imagínate a uno de segundo contra uno de tercero o cuarto… no recuerdo bien sinceramente. Decidí informarle la situación de mi querida Abi a un tío. Él me enseñó un par de trucos de defensa personal (sí, que loco, a los siete años ya interesado por solucionar mis problemas de manera física, pero en verdad la situación lo requería o eso pensaba) y tras algunas clases con intenso entrenamiento, me sentí listo al menos para no hacer el ridículo ante Jorge. Me levanté un día de la cama, decidido. Como estudiaba en la jornada de la tarde, tuve tiempo para desayunar unos huevos revueltos con jamón y queso, luego bañarme para vestir el uniforme del colegio. Me dispuse a hacer la tarea que tenía pendiente, era para el día siguiente pero siempre me gustó tener las actividades adelantadas para poder disfrutar el tiempo con mi querida vecina. Almorcé macarrones con queso y en mi mente sólo visualizaba al chico quitándole las onces a mi compañera. Ese era mi motor para motivarme y sacar fuerzas. Llegué a mi escuela en bicicleta. La guardé en la casa de una amiga de mi madre y proseguí a entrar en la institución educativa. No presté atención a la clase, estaba en las nubes, pensando qué movimientos usaría para enfrentarme al detestable Jorge de cuarto o tercero, de verdad no logro recordarlo por más esfuerzo y empeño que le meta. Cuando oí el timbre, me sentí como esos luchadores que se observaban en la televisión, imponentes cuando salen al ring con su música de fondo, poderosos, intocables. Me dediqué a esperar en las escaleras sin perderla de vista. Abril era solitaria. Tenía sus amigas, pero por periodos se dejaban de hablar porque pues… todos a esa edad somos algo complicados. A lo lejos, observé como se acercaba el imbécil al que le quería partir la cara. - ¿Tienes lo mío? – preguntó el ser detestable. Te recuerdo que me tienes que pagar sino quieres sufrir consecuencias. - Sí… aquí tienes – respondió la niña mientras le pasaba la lonchera con su mano temblorosa. - Así me gusta, espero que tu mamá me haya preparado algo rico hoy. Arranqué a correr como volador sin palo. En unos instantes estuve plantado frente a él con valentía. Había estudiado más de veinte movimientos para la pelea. Quería entrar triunfante, gritándole que la dejara en paz. Pero cuando me di cuenta de que el tarado me sacaba al menos dos cabezas de diferencia de altura, se desapareció todo rastro de valentía en mí. ¿En dónde me había metido? Bueno, poco importaba ya. Me empujó y caí de espaldas contra el suelo. Me embarré el uniforme. Seguido, me levantó con sus brazos y acabó por estrellarme contra una pared. Recuerdo muy bien sus palabras. - ¡No se meta en lo que no le importa! Me importaba porque era la niña de mis ojos, aunque no lo supiera claramente en esos momentos. Fue el primer acto de valentía que hice por amor. ¿El resultado? Un morado terrible en el ojo derecho, porque siempre omito los detalles. Al menos tres puños me conectaron en la cara… sí, mis clases de defensa personal habían servido para dos cosas, que no voy a nombrar. Recuerdo que mucha gente observó el incidente, pero nadie se metió a ayudarme o a parar la m*****e. Abi se me acercó. Se arrodilló ante mí y posteriormente… empezó a llorar, desconsoladamente, como si acabara de perder a un ser querido. Se sentó y siguió llenando el suelo de lágrimas. Yo estaba confundido. No estaba llorando yo, que era al que le habían pegado ¿Entonces? - Abi, cálmate ¿Qué pasa? - ¡Por mi culpa te pegaron! – me respondió entre sollozos. Ahora tus papás te prohibirán que te juntes conmigo porque te hicieron daño ¡Me voy a quedar sola! ¡No tengo a nadie más! Palabras graves que emitía. Pero en ese momento entendí, que era alguien importante para ella y eso me llenó de motivación. Claro, el regaño cuando llegué a la casa fue monumental. Quizás no debí envalentonarme tanto, pero a lo hecho pecho. Recuerdo que mi tío me dirigió una mirada cómplice y luego, a solas en la cocina, me chocó los puños en señal de respeto. ¿Respeto de qué? Me había impartido las peores clases de karate o lo que hubiera sido eso que alguien podía enseñar. En fin, coloqué un pedazo de carne en mi ojo para bajar la hinchazón y seguí con mi vida. Lo importante, es que, tras el incidente, la pequeña Abril tuvo la valentía de denunciar su situación ante sus padres y sus profesores. Pudo volver a comer tranquila en el colegio, así que mi esfuerzo había valido la pena. Y así como éstas, tengo muchas historias con mi querida, mi amada Abi. Ahora, a inicios del año 2020, observándola como acariciaba mi mano, me da mucha nostalgia recordarlo todo. ¿Así se siente estar muerto? ¿Por qué no he ido al cielo o al infierno? Eran muchas preguntas las que me invadían, pero la más importante ¿Así de feo me veo? ¡Dios! Verme al espejo en primera persona es una cosa, pero ya en tercera persona la cosa cambia mucho. Todo lo que creí que destacaba en mi físico no lo hacía para nada. Por si no les queda claro aún, Abril es el amor de mi vida y al momento del accidente, cumplíamos ya cinco años siendo pareja. Una relación perfecta. Las dos familias se llevaban de maravilla, teníamos planes para empezar una vida juntos… pero todo cambió. - ¿A ti que te pasó? – escuché en la sala, una voz desconocida. Me asusté porque no reconocí nada familiar en ese tono de voz. Era de una mujer. Busqué por todos lados, pero no encontré a nadie. - ¡Aquí debajo! – Me indicó. Dirigí la mirada hacia abajo, donde encontré acostada en el suelo a una chica, entre los trece y quince años. - ¿Quién eres tú? – le pregunté. - Lo olvidé hace mucho. De cariño me decían burbuja, así que puedes llamarme de esa manera. Quedé confundido, por lo tanto, la sala entró en un silencio absoluto. Ahora que sabía que no estaba vivo, tenía muchas preguntas por delante.

editor-pick
Dreame-Editor's pick

bc

UN TOUCHDOWN A TÚ ❤️

read
226.0K
bc

En los Zapatos de Renatas

read
1.4K
bc

Casado con la ¿Gordita?

read
313.2K
bc

AMOR CON ODIO

read
13.1K
bc

Efimero (Devil's touch)

read
373.0K
bc

Mi jefe esta paralitico

read
3.2M
bc

Una esposa de mentira. Saga familia Duque.

read
8.8K

Scan code to download app

download_iosApp Store
google icon
Google Play
Facebook