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Ziu: Un amor de otra dimensión

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intro-logo
Blurb

Daniel es un joven ordinario de veinte años de edad, que llevaba una vida común y corriente. Hasta que por destino, suerte o azar, se topa con una mujer muy distinta a cualquier otra chica que él haya conocido. Una mujer de otro mundo.

Daniel tendrá que decidir, si emprender una aventura sin igua a mano de esa mujer que le causa tanto temor como fascinacion a la vez, o permanecer en su vida normal ys eguir siendo un chico ordinario.

La aventura, amistad y el romance estarán a la orden del día.

El destino del mundo estará en sus manos.

¿Podrá lichar contra sus emociones para lograr la paz?

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I El encuentro
Vida. Todo se resume en eso; todo lleva y se sacrifica por eso. Por ilógico que suene. Es fugaz, volátil y única. No somos más que polvo estelar en un gran manto que es el universo. Nos creemos dioses, pero en realidad, no somos más que un simple aleteo de mariposas. Algo, un ente efímero que con el tiempo desaparecerá y otro ser estará después de nosotros. Creyéndose también reyes del universo.     Estaba lloviendo la primera vez que la vio. Aunque más bien podría decirse que la sintió antes de verla, esa sensación penetrante de tener los ojos de alguien más puestos fijamente en ti. Él iba caminando como de costumbre por una calle concurrida de regreso a su casa, su mente divagaba entre la universidad y el nuevo ejemplar del cómic que estaba leyendo, nada fuera de lo normal, sin embargo, una punzada, una sensación extraña le hizo girar la cabeza, miró directo a ella. Los cabellos cafés le caían a la altura de los hombros, una casacada espesa, brillante y casi hipnotizante, un abrigo color crema y pantalones negros, cubrían su figura no muy delgada pero tampoco gruesa una chica ordinaria, pero sin duda con algo en ella que hizo que sus vellos se erizaran desde su espalda a la nuca. Embelesado, así se sentía sin entender el por qué. La bocina de un carro lo sacó de sus pensamientos haciéndolo volver la vista al frente, donde el rostro iracundo de un conductor le hizo señas mientras soltaba su repertorio de groserías.Cruzó la calle, y con el corazón latiendo desbocado, buscó a la mujer con la mirada , pero ella ya no estaba ahí. Solo vio gente tratando de protegerse de la lluvia inclemente. Con resignación siguió su camino. Al llegar a su casa, se despojó de su ropa empapada, dejándola caer en una silla para que se escurriera. Los negros cabellos mojados les llegaban a las orejas, haciendo un contraste con su blanca piel. Caminó directo a la cocina,en ella encontró a su madre, una mujer menuda pero de apariencia fuerte que en ese momento lo miraba negando con la cabeza a la vez que le ofrecía un plato de comida, rogándole que se cambiara de ropa para evitar un resfriado. Él no hizo mucho caso, recibió el plato y se sentó en la mesa, devorando a grandes bocados lo que parecía lasaña de carne. —Lavas todo antes de irte a tu habitación, Daniel —le murmuró su madre mientras salía de la cocina El chico terminó de comer, el cansancio del día estaba pasando factura y el sueño comenzaba a apoderarse de él, así que dejando los platos en la encimera, ignorando por completo la petición de su madre y en medio de estiramientos y bostezos se fue a su habitación.El lugar era un espacio modesto, no muy grande, pero tenía lo necesario: una cama, un escritorio con la computadora, un pequeño equipo de sonido con una gran pila de discos al lado, un televisor que colgaba de la pared con una consola de videojuegos en la parte de abajo y varios juegos de video puestos en repisas. Daniel al fin se quitó los pantalones mojados y se acostó en bóxer bajo las sábanas, acomodó los enormes audífonos blancos sobre sus orejas y cerró los ojos sumergiéndose en su propio mundo, dejando que la música ocupara su mente, y sin darse cuenta, se vio pensando en la mujer del abrigo color crema , en su cabello abundante y en ese particular brillo en ella,, algo que no sabía como describir. Su mente se fue fundiendo con el recuerdo y el sueño se apoderó de él. El sonido de la lluvia al golpear la ventana era lo único que se escuchaba en la habitación. Como si hubiese podido sentir algo extraño, Daniel se estremeció aún con ojos cerrados, un escalofrío lo invadió, algo que ya había experimentado hace pocas horas; alguien lo miraba. Apretó las manos en la sabana, y rezando todo lo que conocía abrió los ojos y ahí estaba: flotando sobre él se encontraba la mujer del abrigo color crema, solo que ahora su apariencia era diferente,menos humana podría decirse, más salvaje y llena de magia. Estaba completamente desnuda, su piel resplandecía de un modo que nunca antes había visto, casi podía verse a través de ella, como una especie de holograma. Sus cabellos que antes eran como una cascada de chocolate brillante, ahora los veía en doce tonalidades diferentes de rojo, ondeando alrededor de su rostro, rizados, dándole una apariencia salvaje. Pero lo que sin duda logró hacer que a Daniel se le helara la sangre, fueron sus ojos; no eran verdes ni azules, ni cafés o grises. Eran negros. Completamente negros. No eran ojos humanos los que le contemplaban encima de su cama, eran dos abismos negros que parecían ser portales al propio universo. Exorbitantes y tenían la misma forma que los de un gato, y aun así eran completamente hermosos, de una manera única y extraordinaria. —Hola Daniel —el tono en el que hablaba era tan bajo, que Daniel creyó escucharlo dentro de su cabeza, como un susurro arrastrado por el viento. Sintió el impulso de gritar, pero descubrió que no podía moverse, estaba congelando en su cama, sintiendo una opresión en su pecho y era el aire que con dificultad le llegaba a los pulmones. Su mente, a diferencia de su paralizado cuerpo, saltaba de un pensamiento a otro, entre mil preguntas sin ninguna respuesta. La mujer volvió a hablar: —Te liberaré si prometes no gritar, de lo contrario tendré que matarte y matar a tu madre, ¿has entendido, Daniel? La mujer extendiendo una mano, colocándola sobre la cabeza del muchacho, su tacto se sentía cálido y a la vez le causó escalofríos. Todo en ella era antinatural, ajeno. —Listo, puedes moverte Daniel Este se arrinconó en su cama, una almohada le servía de escudo, manteniendo su cabeza fuertemente clavada en ella. «Esto es un sueño, debe ser un sueño, una pesadilla» era el pensamiento que como disco rayado se repetía una y otra vez en su cabeza, mientras se pellizcaba el brazo a la espera de despertar. —No es un sueño, Daniel y ahora necesito que me prestes atención. —dijo a la vez que descendía y se sentaba en la silla del escritorio frente a la cama, con movimientos tan ágiles y elegantes que parecía un jaguar acechando su presa.Un enorme Jaguar resplandeciente, una jaguar de otro universo. Daniel levantó la cara de la almohada, en sus azules ojos se reflejaba el terror que aquella criatura le daba, sin embargo, como gran admirador de las historietas y comics, la curiosidad le ganó la batalla al miedo. —¿Qué quieres de mí...? —se atrevió a decir, las palabras salieron golpeándose unas con otras— ¿cómo sabes mi nombre? Una sonrisa se dibujó en los labios de la mujer, se inclinó hacia delante y dijo: —Yo lo sé todo Daniel, al menos todo lo que es importante, y en este caso, me refiero a ti —lo miró unos segundos en silencio y volvió a recostarse en la silla antes de continuar. —¿Tienes alguna otra pregunta antes de que yo hable? —¿Qué eres? —soltó Daniel de un solo golpe —¿Eres una clase de vampiro o un hada? La mujer dejó escapar un sonido, como una carcajada ahogada miró al techo y luego bajó sus oscuros ojos nuevamente al joven que la contemplaba con timidez. —Los vampiros no existen Daniel, y las hadas tampoco— al terminar de hablar se colocó de pie y miró por la ventana. La lluvia aún caía, y su reflejo se veía distorsionado en esta —Lo que soy, es algo que no debe existir en este mundo. Soy magia lejana y antigua. —¿De qué estás hablando? —Dejó escapar Daniel casi arrepintiéndose enseguida por el tono en que lo dijo.   Ella lo miró fijamente, como un gato miraría una cucaracha que está a punto de aplastar. Se colocó contra la ventana con los ojos clavados en la pared. Daniel se sintió aliviado de no tener el peso de esa mirada encima, pero trató de disimularlo. —Lo que soy no tiene nombre, puesto que nunca ha sido nombrado. Soy vida y muerte, luz y oscuridad. He caminado por estas tierras desde mucho antes que los tuyos aparecieran, y estaré aún mucho después de que desaparezcan. Soy lo que muchos han llamado Dios o Demonio, bruja o hechicero, he estado presente sin ser notada, por miles de años, mirando con cierta…curiosidad a los de tu especie. —O sea que eres inmortal —interrumpió Daniel, y otra vez sintió pánico por su imprudencia, los ojos negros se posaron nuevamente sobre él, pero esta vez la mirada era un poco más suave, cargada de algo queDaniel no lograba decifrar, ¿melancolía quizas? —Pues sí, lo soy y aun así te necesito Daniel— casi sin expresión en su voz continuó hablando— los tuyos se han estado matando unos a otros desde el momento en que pusieron un pie en estas tierras, desperdiciando una vida tan efímera en enfrentarse unos con otros… pero no saben lo que es una verdadera guerra y destrucción, y si quieres que nunca lo sepan entonces deberás ayudarme. Con mucha elegancia, despegó su figura de la ventana y dando unos cuantos pasos hasta estar frente a la cama, se sentó inclinándose hacia Daniel, dejando su rostro a escasos centímetros del joven. Casi en contra de su voluntad daniel detallo cada línea, cada facción del rostro de la criatura, sintiéndose maravillado y atraído como una polilla hacia la luz, sabía que de acercarse más su vida correría peligro. —¿Me ayudaras? —murmuró Casi pudo sentir la palabra rozándole la piel, los vellos de sus brazos y nuca se erizaron, trató de mantener la compostura, vio más de cerca los profundos ojos de la mujer y pudo darse cuenta con sorpresa, que no eran solamente negros,millones de luces moradas y azules se movían en su interior, como cientos de constelaciones retenidas en esos agujeros. Algo que sin lugar a dudas, no pertenecía a este mundo y parecía la entrada a otro. —Aun no me has dicho cómo —dejó la almohada a un lado y se abrazó las rodillas con los brazos. Se sentía hipnotizado por las diminutas estrellas que danzaban en aquellos ojos. Pero a la vez, siendo muy alto de estatura, la presencia de esa mujer lo hacía sentir diminuto. —Es simple... serás mi vínculo. —se levantó de la cama y miró nuevamente a la ventana. —Mañana al atardecer nos vemos en la biblioteca de tu universidad, no me hagas esperar Daniel, no es algo que me ponga muy feliz— sus ojos volvieron a ser amenazadores, pero antes de que Daniel lo notara ya ella había desaparecido. Una vez la mujer había desaparecido, un rastro de pequeñas luces moradas quedaron danzando en la oscuridad de la habitación, un recordatorio de lo que acababa de ocurrir. « Real, todo fue real ». Se levantó de la cama de un brinco, no se había dado cuenta cuanto estaba sudando a pesar del frío que hacía, llevó sus manos a su cabeza y trató de calmarse. En el suelo, su celular con los audífonos conectados seguía reproduciendo “Wild Is The Wind “de David Bowie. Los recogió, y dejándose caer nuevamente en la cama pensó en las últimas palabras de la mujer:  « mañana al atardecer », cerró los ojos e increíblemente se quedó profundamente dormido.

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