---- Descendí por las frías escaleras con los pies descalzos. La casa estaba en penumbras, apenas iluminada por unas pocas luces. El silencio envolvía el ambiente, pero mis sentidos estaban alerta. Esteban no estaba en la habitación, y minutos atrás, creí escuchar un automóvil llegar. Al acercarme a la puerta que daba a su oficina, me escondí en la penumbra, observando. Un grupo de hombres vestidos de traje entraba y salía con bolsos que, por su peso, parecían estar cargados con algo valioso. Palabras ininteligibles flotaban en el aire, fragmentos de conversaciones a media voz que no lograba comprender. Caminé con cautela, sintiéndome como una espía en mi propia casa, intentando descifrar quién era realmente Esteban Rodríguez. —¿Necesita algo, señorita? Un sobresalto me recorrió el cuer

