Esa noche enterramos a Claro de Luna. Los días siguieron pasando y no tenía respuesta, el silencio me agobiaba, no había señales de los hijos de Caín y me asustaba. Sé que a los chicos también les pasaba lo mismo, aquella tranquilidad solo significaba de que debíamos prepararnos. Durante las noches siguientes Patrick, Danielle y Gabrielle me cuidaban desde lejos, los tres se turnaban para custodiar la casa sin que mis padres se dieran cuenta. Una mañana cuando entraba a clases noté las caras de todos. Muchos susurraban y otros lloraban en voz alta. Busqué a alguien para que me explicara que sucedía y todos me dieron la espalda. Me dirigí a mi asiento sin mirar a mas nadie, me acomodo y trato de adivinar porque todos tenían esas caras largas y llanto. –¿No sabes que pasó?–pregunta Rica

