Llamada Al Palacio
Connor estaba acostado en la gran cama de su habitación en el ducado cuando el golpe en la puerta lo despertó. Estaba sin camisa sólo con los pantalones con los que había viajado. No había logrado dormirse después de que Amélie y Zoe se retiraron a dormir en la habitación frente a la suya, la que estaba unida por un pasadizo privado fuera de la vista de visitas o sirvientes para dar intimidad a la pareja ducal.
Le mostró él mismo la habitación a Amélie quien se quedó asombrada de lo bella que era. Tanto que le preguntó si realmente podía dormir allí. Connor tuvo que recordarle por enésima vez que era su esposa y la duquesa por lo que esa y toda la mansión estaba a su disposición.
La habitación asignada a Zoe fue preparada a dos puertas de la de Amélie y, aunque se emocionó y agradeció, sus ojos aún reflejaban el miedo ante la separación de su hermana por lo que Connor autorizó que durmieran juntas hasta que pudiesen acondicionar la habitación a su gusto.
La niña abrazó a Connor con una gran sonrisa, agradecida por su consideración, pero el joven le recordó que, en algún momento debía dormir sola ya que él también quería dormir con Mel por lo que tendrían que compartirla. El mayordomo y la jefe de sirvientas tosieron ante el comentario descarado del joven duque y el rojo intenso de las mejillas de la mujer involucrada.
Luego de que las mujeres entraron a la habitación, Connor dio órdenes de que los sirvientes principales que se reunieran en el vestíbulo para informar la situación. Ethan lo acompañó, atento a las reacciones.
- Cómo ya podrán suponer, la dama que me acompaña se ha convertido en mi esposa. - soltó de golpe - Como nueva duquesa, les pido que la apoyen mientras se adapta a la mansión y a Inglaterra. Debido a la experiencia que sufrió junto a su familia por los cambios en Francia, ella y su hermana tienden a ser más reservadas y tímidas, pero no las subestimen. Ahora son parte de la familia real y deberán servirlas con respeto y dignidad como parte del ducado de York.
- Si, Su alteza. - dijeron todos.
- Martha, elige una doncella de confianza para atender a la duquesa. - le dijo a la mujer mayor.
- ¿Sólo una, alteza? - preguntó, sorprendida.
- Si, que sea de confianza. No quiero gente revoloteando a su alrededor hasta que se adapten.
Una sirviente se inclinó acercándose y le dijo algo a la mujer en voz baja quien asintió.
- Informa... - ordenó el joven
- La duquesa rechazó la comida. Dice que aún tiene el estómago revuelto. - explicó.
- Déjala dormir, preparen un desayuno ligero para ellas mañana - se giró antes de irse como si hubiese recordado algo importante - Leche y miel, fruta, escones. Eso no lo vomitará.
- ¿Alteza? - preguntó la mujer confundida - ¿La señora está enferma? Debemos llamar al médico...
Ethan se rio bajo tras él y Connor frunció el ceño.
- No, todo está bien... El viaje fue muy pesado para su cuerpo. - les dijo subiendo la gran escalera - Pueden retirarse...
Después de la conversación se acostó en la cama, pero no pudo dormirse. Dio vueltas hacia un lado y otro hasta que se levantó para sentarse en un sillón... Y luego regresó a la cama. Aún quedaban algunas horas para el amanecer.
- ¡¿Quien?! - gritó, cubriendo la cabeza con una almohada y gruñendo frustrado cuando al fin había logrado dormir una hora - ¡Aún es temprano!
- Soy Elías, alteza. - le dijo el mayordomo - Lamento molestarlo tan temprano, pero ha llegado un carruaje del palacio y el Chambelán trae un mensaje para usted. Lo espera en el salón.
Connor se puso tenso. El chambelán no tenía motivos para estar en el ducado a menos que su padre o George supieran que había regresado y que no había llegado solo. Se levantó de un salto y tomó su bata, apoyada cerca de su cama y abrió la puerta.
- ¿Alguien le avisó a mi padre que llegué anoche? - preguntó, caminando por el amplio corredor hacia el vestíbulo.
- No, alteza... - le dijo con seguridad - Seguimos sus órdenes.
- Maldición. Tiene buenos ojos y oídos... - murmuró, bajando las escaleras para encontrar a varios guardias reales en el vestíbulo quienes se inclinaron con formalidad.
- ¡Alteza! - exclamó Ethan corriendo hacia él desde un corredor lado de la escalera - Vi el carruaje...
- Admiro tu capacidad para madrugar, Ethan. Vamos... - le dijo y avanzó cuando el sirviente abrió la puerta para dejarlo pasar.
El chambelán, un hombre de mediana edad vestido con pulcritud y con el símbolo de su cargo, se levantó al verlo.
- Buenos días, alteza... - le dijo educado.
- ¿No crees que es muy temprano para una visita, chambelán? Llegué anoche y ni siquiera amanece totalmente. - le dijo, sarcástico.
- Solo soy el mensajero, alteza. - le dijo acostumbrado a esta interacción - Su majestad solicita su presencia inmediata en el palacio acompañado de las invitadas que permanecen en la mansión.
El hombre le entregó la carta y Connor frunció el ceño.
- ¿Por qué el apuro? Iba a ir más tarde al palacio. Además, ¿Por qué deben ir mis invitadas?
- Su majestad dijo que desea verlas con usted... - dudó - Es una orden real...
- ¡Maldición! - exclamó - No creí que fuesen ser tan descarados... Ellas siguen durmiendo...
- Lo siento... - le dijo, avergonzado.
- Dame treinta minutos... - le dijo, frustrado - Voy a despertarla, Ethan pide que una doncella la ayude a vestirse.
- Sí, alteza...
- Y tú, quédate aquí... Deberás disculparte con ellas por esta falta de educación...
- Sí, alteza...
Connor salió del salón y caminó de regreso a los apartamentos privados de los señores mientras su escolta iba al sector de servicio para hacer lo que se le solicitó. Cuando llegó a la puerta de la habitación de la duquesa frente a la suya, se detuvo y suspiró. Le había dicho a Zoe que él siempre entraría por la puerta que conectaba a las habitaciones y que sólo podían usar ellos. Qué si la otra puerta se abría siempre sería un sirviente o un extraño. Quería hacerla sentir segura. Si Zoe estaba feliz, Amélie lo estaría.
El joven giró sus pasos y entró a su habitación para luego abrir la puerta que conectaba el pasillo con ambas habitaciones y abrió con cuidado. Tal como esperaba, Zoe se incorporó asustada y el joven le sonrió.
- Soy yo... Tenemos que despertar a Mel. Vamos a viajar en carruaje... Tenemos que apurarnos.
- ¿Nos encontraron? - preguntó, ansiosa.
- No, Zoe... Todo está bien. Mi padre quiere conocerlas...
- ¿El rey?
- Si... Vístete rápido. Despertaré a tu hermana...
Zoe asintió.