Castigo Impuesto
Los calabozos del palacio no eran agradables. Eran fríos y húmedos, sin sol o comodidades. Sólo tenían un balde para hacer sus necesidades y una litera de paja. Las antorchas y velas le dan un aspecto tétrico y sombrío.
Los tres hombres siguieron al guardia de prisión a unas celdas alejadas donde las dos jóvenes estaban abrazadas con rastros de haber llorado.
- Las dejamos aquí porque no dejaban de gritar. Comenzaron a intranquilizar a los otros prisioneros, alteza. - le explicó el hombre a George quien asintió.
- Abre la celda... - ordenó y el hombre obedeció.
-Tienen visitas... - les dijo y las mujeres exclamaron levantándose, pero se detuvieron cuando vieron al príncipe heredero en el umbral.
- Alteza... estamos arrepentidas... Nosotros...
- Silencio... - dijo el joven - ¡Cierren la boca! ¡Debería ejecutarlas por lastimar a la familia real!
- Fue culpa de ella, esa mujer... - comenzó a decir una de ellas, pero Connor avanzó para que lo vieran y las jóvenes gritaron.
- Esa mujer es mi esposa y lleva a mi hijo... - siseó, haciéndolas temblar - Han cruzado la línea. Sé que tengo parte de la culpa, pero nuestro contacto físico terminó hace más de un año, sólo las vi tres veces - gritó exasperado - ¡¿En qué mundo tenemos una relación por acostarme con ustedes en un trío tres veces?! ¡Tres veces!
- ¡Connor! - exclamó George y su hermano guardó silencio con los puños apretados - He traído a su padre para que les informe lo que va a pasar. Marqués...
- ¡Padre! - gritaron las jóvenes, pero George no dejó que se acercaran a él.
- Silencio. - dijo el marqués avergonzado - Serán llevadas a un lugar para ser preparadas para esperar a sus esposos.
- ¿Esposos?
- Su majestad ha dispuesto sus matrimonios con barones. Deberán comportarse y mantener su comportamiento impecable frente a sus esposos y maestros. De eso dependerá que el marquesado no caiga y que ustedes no sean ejecutados. Deben darles hijos.
- ¡Padre! ¡No quiero!
- ¡Lo cumplirán, maldición! - gritó frustrado - Ya no pertenecen al marquesado. Son esposas de unos barones. No me busquen hasta que cumplan las condiciones, serán vigiladas y no podrán abandonar la propiedad.
- ¡Padre! ¡Nos has abandonado! - gritó una.
- ¡Ustedes se abandonaron primero! ¡Las amo, pero han traicionado su casa y a su padre! ¡Son una vergüenza para la familia! Somos nobles y han atacado a la familia real a la que debemos servir y respetar.
- Padre... - ambas sollozaron.
- ¡Suficiente! - dijo con lágrimas en los ojos - Alteza, se las encargo. Sé que estarán en buenas manos. Oro a Dios que aprendan de esta oportunidad ya que he sido un padre demasiado complaciente.
El hombre se inclinó y se retiró sin mirar atrás y las mujeres lo llamaron hasta que se perdió de vista.
- Alteza...
- Connor, regresa con tu esposa. - ordenó George - Me encargaré de ellas.
- No quiero volver a verlas, George. - pidió su hermano alejándose por el corredor - Asegúrate de darles una lección y que aprendan de lo que han hecho y el dolor que le han dado a su padre. Ningún amante tiene el peso de una esposa... Ahora lo entiendo.
George sonrió ante la sabiduría recién adquirida de su hermano y luego se giró para ver a las mujeres.
- Síganme. Si hablan o gritan me encargaré de que sean esposadas y amordazadas. No prueben mi paciencia... No olvidaré lo que han hecho...
Dos guardias llevaron a las mujeres en tanto seguían a George quien pensaba en la delicada piel de Rose lastimada por una fusta, aún podía ver su pecho con la herida a la vista y su brazo. Se estremeció al pensar en los golpes del torso y su mente viajó a la esbelta cintura de la mujer. Estaba furioso porque alguien había lastimado su hermoso cuerpo...
El príncipe se detuvo de golpe... Impactado.
¿Hermoso cuerpo? ¿Rose? pensó frenético ¿Desde cuando se fijaba en el cuerpo de su amiga de la infancia? ¡Maldición! ¡¿Qué le pasaba?!
- ¿Alteza? - preguntó el guardia que lo seguía.
- Estoy bien... - dijo apretando el tabique entre los ojos - Continuemos...
George siguió caminando con una extraño sentimiento en el pecho. Uno nuevo y desconocido... el que empezó a crecer en su interior.