La Duquesa
Connor salió de la oficina del arzobispo con una sonrisa satisfecha. El registro del matrimonio había sido ejecutado y acompañado con la carta del rey aprobando el matrimonio. Formalmente Amélie era su esposa ante el público y ante dios. Bueno, tal vez no habían tenido una ceremonia tradicional con un vestido blanco e invitados, pero el hecho que su unión estaba registrada ante la Iglesia anglicana y estaba bajo el techo de la gran abadía le hacía sentir que dios si los bendecía. Negó con la cabeza... El mismo le había dicho que se separarían en cuanto el trato estuviese cumplido… Tonto.
El joven caminó hacia la salida debido a que George quería hablar algo en privado sobre su propio matrimonio con la princesa de Prusia quien debería dejar el convento en seis meses.
Iba tan absorto en sus pensamientos que no vio que en la dirección contraria venía caminando una mujer, elegantemente vestida seguida de un escolta y una doncella.
La voz seria y molesta fue la que lo devolvió al presente.
- ¿Es cierto? - le preguntó sin levantar el velo que cubría su rostro, pero Connor sabía quién era.
- Buenas tardes, Duquesa. - le dijo educado.
- ¿Es cierto lo que me dice mi esposo? ¿Qué te casaste? - la mujer de unos treinta años parecía angustiada y Connor miró a los sirvientes para que dieran un paso atrás.
- Creo Milady que dejé muy en claro que la transacción entre ambos había terminado... - le dijo serio.
- ¿Transacción? Éramos amantes, estábamos enamorados... - casi exclamó.
- Su Gracia, jamás prometí nada más allá del contacto físico ¿O si? ¿Alguna vez le prometí amor o dije palabras que dieran a entender eso?
- No... - dijo la mujer mordiéndose el labio.
- Entonces no ponga palabras en mi boca, señora. - dijo con voz fría - Lo que fuimos no es más que contacto físico. Usted es una mujer casada, con hijos y un marido que la cuida. Ahora que tengo a mi esposa puedo ver la diferencia y me disculpo al haber tomado a una mujer casada cuyo marido tiene en alta estima.
- ¿Cómo puedes decir eso? Tú me sedujiste...
- Es por eso por lo que me disculpo. Si mi esposa siquiera mirara a alguien que le coquetea de manera tan descarada, me molestaría demasiado. No sé como el duque no pidió un duelo… - Connor lo sabía. Era un hombre de setenta años cuya agilidad y manejo de armas era pobre.
- ¿Es cierto que está embarazada de un hijo tuyo? - preguntó la mujer con las manos apretando la falda para controlar la furia.
- El contestar a eso no cambiará mi decisión con respecto a nuestra interacción física. No podía darle lo que usted esperaba independiente de sus deseos.
- Pero me prometiste...
- Nunca prometí nada. - aclaró - Siempre le dije que la haría pasar un buen momento y que la haría gritar de placer... ¿O dije otra cosa?
- ¿Cómo puedes ser tan cruel? - le dijo temblando.
- Hubiese sido cruel si hubiese mentido o prometido algo sólo para meterme en su cama. Siempre dije la verdad.
- ¿Y por qué no me dejaste llevar a tu hijo? Te dije que lo cuidaría bien.
- ¿Y que lo hicieras pasar por hijo de tu esposo en una larga fila de seis niños antes que él? Tengo en alta estima mi sangre y la de mi familia, concebir un hijo sólo porque la mujer con la que me acuesto lo quiere. No iba a va a pasar.
- ¡Entonces esa mujer! ¿Qué tiene ella que yo no?
- Comparar a una persona con otra es de mal gusto. Es mi esposa y por ende llevará a mis hijos. No hay más explicación a lo obvio.
- ¡Me las pagarás, haré que esa mujer y tu hijo desaparezcan! - gritó, llorando y Connor reaccionó de inmediato agarrando a la mujer por el cuello, apretando los dedos por lo que el escolta se acercó, pero se detuvo cuando vio algo detrás de Connor.
- ¡No te atrevas a amenazar a mi esposa y a mi hijo! - siseó con los dientes apretados sin soltarla - O me encargaré de ti en persona y no te gustará ver ese lado de mi.
- Connor...
La voz de George a su espalda seguido de varios guardias reales lo alertó.
- Suéltala... - le dijo cuando vio que los sirvientes se inclinaban frente a él.
Su hermano la soltó y la mujer cayó de rodillas al suelo.
- Amenazó a mi familia... - murmuró Connor ansioso.
- La escuché... - le dijo George pasando a su lado e inclinándose para ayudarle a levantar y la mujer se inclinó, agradecida hasta que escuchó la voz gélida del príncipe heredero - Amenazar a un m*****o de la familia real se considera un delito grave. - le dijo con una sonrisa peligrosa - Más aún si se le amenaza de muerte frente a testigos. - le indicó a los guardias y a sí mismo - Si no quiere llevar la desgracia a la casa de su esposo sugiero que viaje a su casa de campo y permanezca allí con sus hijos. Me encargaré personalmente de informar el incidente al duque por lo que no se sorprenderá cuando llegue a casa y vea a los guardias reales que la escoltarán hasta su mansión.
George vio como la mujer palidecía intensamente sin poder hablar.
- Tengo muchos ojos y oídos en todos lados para saber si desobedece mis órdenes y sería malo que usted o su esposo tuviesen un accidente desafortunado. - le dijo finalmente y luego miró a los guardias - Ustedes cuatro, con la duquesa. Un intento de fuga o travesura y están autorizados a arrestarla y llevarla a los calabozos del palacio.
- ¡Alteza! - gritó sujetando su pierna cuando los guardias la sujetaron - ¡No lo haga! ¡He cometido un error!
- Demasiado tarde, abrió la boca frente a un m*****o de la familia real amenazando a mi cuñada y a mi sobrino. Eso no es un error... y debe ser castigado.
Los guardias se llevaron a la mujer gritando por el pasillo seguida de sus sirvientes y Connor se giró y abrazó a su hermano, descolocándolo.
- Gracias. - le dijo emocionado - No sabía todo lo que habías hecho para protegerme de ellas... Me disculpo... De verdad, gracias. Por mi y por mi familia.
- Ella no será la única y lo sabes... Debes estar preparado.
- Si, hermano. - le dijo caminando a su lado de regreso al carruaje.
Estaría siempre agradecido de todo lo que había hecho por él en las sombras. Ahora podía verlo y también lo inmaduro que fue.