Cap 8

653 Words
Pod-Bastian Ya listos para dormir, me acosté en la cama junto a Bastian, quien se había transformado en lobo para la noche. Aunque él ocupaba la mayor parte del espacio, su presencia me brindaba consuelo y seguridad. El calor de su pelaje y el ritmo constante de su respiración me ayudaron a relajarme, y pronto caí en un sueño profundo. A medida que la noche avanzaba y la madrugada se acercaba, algo inusual comenzó a suceder. Bastian, envuelto en un calor infernal, empezó a retorcerse en la cama. Sentía como si cada parte de su cuerpo estuviera en llamas, y pronto la transformación de lobo a humano se desencadenó de manera abrupta. Desperté levemente, pero el agotamiento del día me mantuvo en un sueño inquieto. Bastian, ahora en su forma humana y completamente desnudo, se levantó con dificultad, sintiendo un dolor agudo y una hinchazón en su cuerpo. Sin saber qué hacer y buscando alivio, salió de la casa y se encontró en medio de la nieve. La fría brisa nocturna golpeó su piel, pero no logró mitigar el ardor que sentía. Cada paso era una agonía, con pequeños pinchazos recorriendo su cuerpo, y una incomodidad especialmente intensa en su parte íntima. Se apoyó contra un árbol cercano, intentando regular su respiración. Las lágrimas corrían por su rostro mientras luchaba por comprender lo que le estaba ocurriendo. Los copos de nieve se derretían al tocar su piel caliente, creando un contraste surrealista entre el frío del entorno y el calor abrasador que emanaba de su cuerpo. En ese momento de desesperación, la puerta de la casa se abrió lentamente, revelando mi figura envuelta en una manta. Me había despertado al sentir su ausencia y, alarmada, había salido a buscarlo. —¡Bastian! ¿Qué estás haciendo aquí afuera? —grité, corriendo hacia él. Al acercarme, noté su estado y la angustia en sus ojos. Sin dudarlo, lo abracé con fuerza, ignorando el calor que irradiaba. Sentí su piel ardiendo bajo mis manos y la gravedad de su situación. —No sé qué me pasa, mamá. Me duele todo el cuerpo y siento que me estoy quemando por dentro —dijo con voz temblorosa, apoyando su frente contra mi hombro. —Tranquilo, vamos a solucionarlo. Primero, entremos en la casa. No puedes quedarte aquí en el frío —le respondí, tratando de mantener la calma. Lo guié de vuelta al interior, cerrando la puerta tras nosotros. Lo llevé hasta la cama y lo cubrí con mantas, aunque sabía que no ayudarían mucho con su fiebre. Preparé una toalla húmeda y se la coloqué en la frente, esperando que el agua fresca aliviara un poco su dolor. —Bastian, respira hondo. Voy a quedarme contigo. No estás solo —le dije, mientras acariciaba suavemente su cabello. —Mamá, no quiero que te preocupes por mí. Sé que esto es normal en nuestra r**a, pero es la primera vez que lo experimento —me explicó, entre jadeos. —No importa qué tan normal sea, estoy aquí para cuidarte. Vamos a superar esto juntos —le aseguré. Pasamos el resto de la noche despiertos, con Bastian intentando soportar el dolor y yo haciendo todo lo posible por mantenerlo cómodo. A medida que las horas pasaban, el ardor empezó a disminuir lentamente, aunque la hinchazón y los pinchazos seguían presentes. Finalmente, justo antes del amanecer, Bastian logró quedarse dormido, agotado por la experiencia. Me quedé a su lado, observando su rostro tranquilo y rezando para que las noches siguientes no fueran tan difíciles. Sabía que esto era parte de su crecimiento y transformación, pero no podía evitar sentir una profunda preocupación por su bienestar. El invierno traía consigo no solo el frío y la nieve, sino también pruebas que ponían a prueba nuestra fortaleza y amor mutuo. Sin importar los desafíos, estaba decidida a proteger a Bastian y asegurarme de que nunca tuviera que enfrentar estos momentos solo.
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