Hubo un segundo de silencio antes de que la sala estallara en carcajadas. Colter soltó un rugido furioso y levantó el puño, listo para golpearme.
Pero el golpe nunca llegó.
Una mano firme le agarró la muñeca en el aire.
Lucien.
El comedor quedó en completo silencio. Lucien lo miró con expresión neutra, pero sus ojos grises brillaban con algo peligroso.
—Basta, Colter, para este espectáculo. —Su voz era baja, pero cortante.
Colter bajó lentamente el brazo, soltó mi camisa y dio un paso atrás.
"Tienes suerte, novato."
Sin decir otra palabra, se dio la vuelta y salió del comedor con los puños apretados.
Lucien me miró por un momento, evaluándome con esos ojos fríos, antes de girarse y seguir a Colter.
Baltimore dejó escapar un suspiro de alivio.
Me dejé caer en mi silla, mis piernas temblaban y mi corazón latía con fuerza en mi pecho.
—Estás loco, Aleron… pero tienes agallas.
—No sé si eso fue valentía o estupidez —murmuré.
"Un poco de ambas cosas", respondió Tobias con una sonrisa nerviosa.
"No les hagas caso", dijo Tobias, con los ojos desorbitados fijos en mí. "Esos tipos no valen la pena".
"La gente los respeta sólo porque les teme, no porque lo merezcan".
El nudo en la garganta todavía estaba allí, pero al menos por ahora, había ganado esta pequeña batalla.
Una hora después, el dormitorio estaba sumido en una calma inquietante. El aire nocturno se filtraba por la ventana entreabierta, refrescando la habitación. Estaba sentado en la cama, con los hombros hundidos y la cabeza apoyada en la pared. Mi cuerpo aún temblaba por la adrenalina y el cansancio acumulado de estos dos días infernales.
La puerta se abrió de golpe. Lucien Reinhardt entró con Cassian y Axel pisándole los talones. Lucien tenía una expresión neutra, pero su aura era casi asfixiante. Sus fríos y calculadores ojos grises se clavaron en mí.
—No esperes que te agradezca lo que hiciste en el comedor —dije sin levantarme—. Eres igual de malo, o incluso peor, que ese idiota.
El aire pareció espesarse. Un gruñido gutural escapó de la garganta de Lucien, un sonido que me erizó el vello de la nuca. Mi lobo interior —o mejor dicho, mi loba— gimió en señal de sumisión, acurrucándose en lo más profundo de mi mente.
El poder que emanaba de Lucien era indescriptible, una fuerza que parecía presionar el aire, obligándome a encorvar los hombros instintivamente.
"Espero que te haya quedado claro quién es inferior aquí, novato", dijo Lucien en voz baja, cada palabra afilada como una cuchilla. "Deja de causar tantos problemas. Te lo advertí: no te interpongas en mi camino".
Su tono era tan helado que casi podía sentir el frío en mi piel.
"¿Cuándo lo hice?" murmuré, mi voz apenas era un susurro.
Lucien se inclinó ligeramente hacia delante y sus ojos grises se clavaron en los míos como dagas.
Colter es mi rival. Si crees que puedes desafiarlo, piénsalo dos veces. No tienes lo que se necesita para vencerlo.
Cada palabra era como un latigazo en mi orgullo. Sentí que mis puños se apretaban involuntariamente contra las sábanas.
—Tu técnica de lucha es deficiente —continuó, con un tono de voz casi aburrido, como si estuviera evaluando un juguete roto—. Eres lento y predecible, y si te uniste al club, fue pura suerte.
Apreté los dientes. Algo dentro de mí quería gritar, lanzarme sobre él y golpear su cara arrogante. Pero mi instinto sabía que no podía ganar. Lucien Reinhardt no era un alfa cualquiera; era un alfa de élite, un depredador en su mejor momento.
"¿Ya terminaste?" murmuré en el tono más neutral que pude conseguir.
Lucien ladeó ligeramente la cabeza, como si dudara entre ignorarme o tirarme por la ventana. Finalmente, resopló y se giró hacia su cama.
"Quítate de mi camino, novato", dijo sin mirarme. "No quiero repetirme".
Cassian y Axel, que habían permanecido en silencio todo el tiempo, intercambiaron una mirada antes de seguir a Lucien. Cassian puso los ojos en blanco, mientras que Axel me lanzó una mirada de advertencia, como diciendo: «No lo provoques más».
La puerta del dormitorio se cerró con un ruido sordo detrás de ellos.
Me quedé allí, sentada en la cama, con los nudillos blancos de aferrarme a las sábanas. Me temblaban ligeramente los hombros y no podía evitar que la humillación me quemara el pecho.
—Maldito Lucien Reinhardt… —murmuré entre dientes.
Odiaba su postura arrogante, su confianza inquebrantable y cómo usaba su rango para aplastar a los demás. Pero lo que más odiaba era que tenía razón.
No pude vencer a Colter. Mi técnica era deficiente, mis golpes eran débiles y mi cuerpo, aunque resistente, no era lo suficientemente fuerte.
"¡Basta!", susurré para mí misma, agarrándome el pelo con fuerza.
Luna, mi loba interior, gimió suavemente en mi mente.
Tranquila, Aleya. No puedes dejar que te destruyan.
Respiré profundamente, intentando calmar los frenéticos latidos de mi corazón.
Me dejé caer de espaldas en la cama, mirando el techo de madera agrietado. La tensión en el dormitorio era tan densa que podría haberse cortado con un cuchillo. Lucien, Axel y Cassian estaban allí, a solo unos metros de distancia, pero parecían montañas inalcanzables.
Mis ojos se cerraron lentamente, y aunque el sueño nunca llegó del todo, me obligué a permanecer quieto, esperando que la noche trajera algún respiro de este infierno.