Alfa Fanning entró en la sala con una presencia tan imponente que el aire pareció hacerse más pesado. Su figura era imponente, de hombros anchos y postura rígida. Vestía un traje oscuro, tan elegante como el de mi padre, y sus fríos ojos azules escudriñaban la sala como un halcón al acecho de su presa. Detrás de él, su esposa caminaba con gracia. Era una mujer alta y elegante, con el cabello dorado recogido en un moño perfecto y un vestido azul rey que realzaba su porte majestuoso. A su lado, dos chicas caminaban con paso delicado. La primera, Nicole, me llamó la atención de inmediato. Era hermosa. No de una forma común, sino de una manera que parecía casi irreal. Sus ojos azules eran tan claros como un cielo sin nubes, su cabello dorado caía en suaves ondas sobre sus hombros, y su piel

