El punto de vista de Lucien
La vida en la Academia Alpha nunca había sido un desafío para mí. Después de tres años aquí, conocía cada pasillo, cada profesor, cada rival. Cassian y Axel eran constantes; los conocía desde niños, criados en el mismo círculo de élite. Cassian, siempre contando chistes y actuando con despreocupación. Axel, metódico y leal, el equilibrio perfecto para nuestra dinámica. Compartir habitación con ellos era un acuerdo tácito: estábamos destinados a estar juntos, no por elección propia, sino porque ninguno de nosotros toleraría nada menos que lo mejor.
Mi lugar aquí estaba asegurado mucho antes de que cruzara las puertas de la academia. Soy Lucien Reinhardt, hijo único del rey Aldric y la reina Evelyne. Heredero al trono. Desde el día en que nací, mi vida giró en torno a una sola palabra: legado. Mis padres no tienen tiempo para sentimentalismos. Mi padre es un líder implacable, respetado por todos, pero querido por pocos. Mi madre, elegante y astuta, vive según el protocolo. Su relación no es de amor; es una alianza forjada por el deber. Crecí viéndolos trabajar juntos, no como pareja, sino como dos piezas de una máquina diseñada para mantener el poder.
De niño, anhelaba algo más de ellos, algo humano. Pero ese anhelo se desvaneció rápidamente cuando comprendí que no había lugar para la debilidad en nuestra familia. Mi único refugio era la perfección. Si no podía ganarme su cariño, al menos me ganaría su respeto. Por eso todo lo que hago, lo hago impecablemente. Mi historial en la academia es impecable: el mejor en deportes, en estrategia, en todo lo que importa. No porque lo disfrute, sino porque es lo que se espera de mí. Y no fallo.
Así que, cuando el chico nuevo, Aleron Silverfang , apareció en nuestra habitación, lo vi como un error. Flacucho, con movimientos torpes y un aire de inseguridad que no encajaba aquí. Durante su presentación, su voz... casi me hizo estremecer. Demasiado aguda, demasiado baja. Había algo en él que me inquietaba. Al principio no supe qué era, pero la sensación estaba ahí, como una picazón en el fondo de mi mente.
«Patético», pensé mientras lo veía acomodarse en su litera. Sabía que no encajaba allí. El nuevo —Aleron, creo que así se hacía llamar— era todo lo que yo despreciaba: flacucho, nervioso y con esa voz que casi me daban ganas de arrancarme las orejas. Había algo en su forma de hablar y moverse que era... irritante. Afeminado. No encajaba en este lugar, y mucho menos en nuestra habitación.
«Qué desperdicio de espacio», pensé, viéndolo subirse con dificultad a la litera de arriba. Su torpeza era casi cómica, pero no me molesté en ocultar mi desdén. Si no podía subir una simple escalera, ¿qué haría en una academia diseñada para los mejores?
Luego estaba su olor. Había algo extraño en él. No pude identificarlo del todo, pero era diferente. Eso me puso nervioso desde el principio.
Pero lo peor llegó en la cafetería. Allí, en el centro de la sala, en nuestra mesa, estaba él. Aleron. Comía como si no tuviera ni idea de dónde estaba, como si ignorara que el centro de la cafetería era nuestro territorio. Cada paso que daba hacia él estaba lleno de fastidio, pero también de curiosidad. ¿Qué clase de idiota se atreve a sentarse ahí, justo delante de nosotros, sin pensar en las consecuencias?
Cassian y Axel hablaron primero, como siempre. Cassian con sus bromas y Axel con su actitud protectora de macho. Me quedé atrás al principio, dejándolos divertirse. Quería observarlo. Comprenderlo.
Cuando por fin hablé, fui directo al grano, como siempre. Quería ver cómo reaccionaría el chico nuevo bajo presión, cómo se defendería, o si acaso se defendería. La mayoría de la gente en su posición habría agachado la cabeza, murmurado disculpas y huido. Eso es lo que hacen los débiles. Es lo que esperaba de él.
Pero no. En cambio, levantó la vista y respondió. No con la torpeza de antes, sino con algo más. ¿Desafío? Sí, eso era. Una audacia que no esperaba de alguien como él. Sus palabras no fueron especialmente ingeniosas, pero había algo en su tono, en su postura... como si estuviera dispuesto a plantarnos cara, aunque sabía que no tenía ninguna posibilidad.
Por un momento, lo miré fijamente, evaluándolo. ¿Qué clase de novato es este? Normalmente, los desviados como él son sumisos e insignificantes. Pero este... este tenía algo diferente. Algo que, para mi sorpresa, no me disgustó del todo. No lo veía como una amenaza, pero tampoco como alguien irrelevante.
Interesante. Esa fue la palabra que me pasó por la cabeza mientras lo veía alejarse con su bandeja, con la cabeza bien alta, como si hubiera ganado algo. Una parte de mí casi quiso sonreír, pero no lo hice. No era el momento.
«Un novato interesante», pensé, volviendo a mi asiento en la mesa. Aún no sabía qué hacer con él, pero una cosa estaba clara: Aleron Colmillo Plateado no era lo que parecía. Y tenía la intención de averiguarlo exactamente.
Después de comer, dejé a Cassian y Axel en la mesa. La conversación se había vuelto repetitiva, y mi paciencia para las bromas de Cassian había llegado a su límite. Caminé hacia el baño a paso tranquilo, disfrutando de unos minutos de paz. Los baños de la academia eran espaciosos, como todo en este lugar, diseñados para albergar a docenas de estudiantes a la vez. Al entrar, vi a algunos chicos usando los urinarios de la pared, charlando y riendo.
“Al menos aquí no hay idiotas intentando desafiarme”, pensé mientras abría el grifo para lavarme las manos.
Sin embargo, mi paz no duró mucho. Apenas unos minutos después, oí que se abría la puerta y vi entrar al novato, Aleron, agarrándose el estómago con una expresión que oscilaba entre el dolor y la urgencia. Caminó hacia uno de los cubículos, murmurando algo que no pude entender.
"Patético", pensé, poniendo los ojos en blanco mientras me secaba las manos. Junto a mí, Jombo , un tipo corpulento con la fuerza de un toro, terminaba de usar uno de los urinarios. Era una presencia intimidante, alguien que fácilmente podría aplastar al novato como a un insecto.
Estaba a punto de irme cuando vi a Aleron salir del cubículo. Su expresión había cambiado: ahora parecía aliviado, aunque aún conservaba esa torpeza que parecía ser su rasgo distintivo. La idea se me ocurrió sin pensarlo mucho. Extendí el pie delante de él, discretamente, lo justo para hacerlo tropezar.
Y el viaje que hizo.
El impacto fue glorioso. Aleron cayó de bruces frente a nosotros, pero no sin consecuencias. En su desesperación por evitar el suelo, extendió la mano y agarró los pantalones de Jombo . La prenda se deslizó hasta sus tobillos, dejando al gigante completamente expuesto.
El silencio en el baño fue ensordecedor por un segundo. Entonces, estallaron risas. Jombo , rojo como un tomate, se giró hacia Aleron, que seguía en el suelo, con una mirada asesina.
—¡Te voy a matar, chico nuevo! —rugió Jombo , y su voz resonó en las paredes como un trueno. Sus músculos se tensaron, haciéndolo parecer aún más grande, como si estuviera a punto de transformarse en un monstruo.
Me apoyé en la pared, cruzando los brazos, disfrutando del espectáculo. «Este será su fin», pensé, esperando ver al flacucho novato aplastado.
Pero entonces ocurrió algo inesperado.
Jombo lanzó su primer puñetazo, Aleron lo esquivó con un giro rápido. Otro puñetazo y Aleron se agachó, dejándose caer al suelo en una abertura completa, una maniobra que provocó murmullos de sorpresa entre los chicos reunidos en la puerta.
Entrecerré los ojos, despertó mi interés. "¿Qué demonios?", pensé.
Los espectadores, siempre ávidos de drama, formaron un círculo a su alrededor, empujando a Aleron cada vez que intentaba salir. Parecía acorralado, pero sus reflejos seguían desafiando las expectativas. Cuando Jombo le lanzó un puñetazo directo a la cara, Aleron agarró un desatascador del fregadero cercano y, con un movimiento rápido, lo blandió como una espada, golpeando a Jombo en la cara con tanta fuerza que lo derribó.
El impacto fue decisivo. Jombo cayó hacia atrás, agarrándose la cara y maldiciendo a gritos. El baño estalló en vítores y risas, y Aleron, respirando con dificultad, bajó el desatascador, mirando a su alrededor como si dudara si huir o celebrar.
No me reí. Observé en silencio, evaluándolo. Este novato acababa de hacer algo que ninguno de nosotros esperaba. No solo había sobrevivido al ataque de Jombo , sino que lo había derrotado con una improvisación y una habilidad que no correspondían a su débil apariencia.
«Interesante», pensé por segunda vez ese día. Aleron Colmillo Plateado no era solo un chico flacucho y afeminado. Había algo más en él, algo que no cuadraba. Y me molestaba porque no lograba entender qué era.
Mientras los chicos seguían aplaudiendo y vitoreando, me di la vuelta y salí del baño. Ya había visto suficiente. Pero una cosa era segura: ese novato acababa de captar mi atención.