Ese orgasmo fue potente. Necesitaba un descanso para coger fuerzas para el siguiente, así que dejé que su clítoris descansara, optando por lamer el semen de su húmeda rajita. Mientras lamía su semen, dejé que mis dos manos tocaran sus tetas negras y bovinas, moldeando su carne, curvando sus pezones erectos.
—No bromeabas, ¿verdad, Josh? —jadeó—. Tú sí que sabes moverte por ahí.
"Esa es solo una pequeña ventaja de ser yo; uno de los pocos que quedan al menos".
"¿Cómo lograste meterme tres dedos?", se preguntó, sin dejar de mirar al techo. "Nadie lo había logrado antes... dolió demasiado."
"Tengo las manos pequeñas", me reí.
"¿Sí?", rió ella. "¿Te gusta tu pene pequeño?"
—Bueno, todo es cuestión de paciencia, cariño. Solo necesitabas lubricarte un poco más ahí, eso es todo. Solo esperé
