Capítulo 6 – Dueño de lo prohibido

1856 Words
El silencio dentro de la casa era tan tenso que hasta los muros parecían contener la respiración. Alessia caminaba por el pasillo con los pies descalzos, su bata blanca apenas sujetándose sobre sus hombros. No sabía si temía más al eco de sus propios pasos o al monstruo que dormía en la habitación contigua. Dante. Dante Moretti. El hombre que había prometido protegerla… Y que ahora parecía tener un precio por su cabeza. El sonido metálico de un encendedor rompió el silencio. Ella se giró bruscamente. —No deberías andar sola por esta casa a estas horas —dijo él, desde las sombras, encendiendo un cigarro con la calma de un depredador que ya tiene a su presa entre los dientes. —No sabía que había toque de queda —respondió ella, alzando la barbilla, pero tragando miedo. Dante dio un paso hacia ella. Uno solo. Y el mundo cambió. La luz de la luna, que se colaba por los ventanales, acarició su rostro con una dulzura que no le pertenecía. Él no era luz. Él era sombra. Peligro. Dolor... y deseo. —No es un toque de queda. Es un consejo —dijo, mientras exhalaba humo—. Esta casa no es segura, Alessia. —¿Y tú sí lo eres? Silencio. Un silencio tan brutal que dolió. Dante la miró como si acabara de tocar una herida que aún sangraba. Como si ella, con su simple pregunta, hubiera desenterrado un cadáver que llevaba años oculto. —No —admitió, con la voz rota y sincera—. Yo tampoco lo soy. Alessia sintió que el aire se volvía más denso. Cada palabra era una daga. Cada mirada, una amenaza disfrazada de ternura. ¿Qué clase de hombre advierte que no es seguro y aún así nadie puede alejarse de él? Dante apagó el cigarro en la pared, sin quitarle los ojos de encima. —¿Sabes por qué estás viva, Alessia? —Porque tú lo decidiste. —Exacto. Dio otro paso. Y otro. Hasta quedar frente a ella. —Y también puedo decidir lo contrario. Ella no se movió. No parpadeó. No suplicó. —Entonces hazlo —susurró—. Porque lo que no voy a hacer… es vivir con miedo. Dante sonrió. Pero no fue una sonrisa humana. Fue un aviso. Le acarició el rostro con los nudillos, rozando su piel como si quisiera memorizarla. —Eres tan parecida a tu madre... —murmuró. Ese nombre. Su madre. Alessia se apartó como si hubiera recibido una descarga. —¿La conociste? —La odié. El corazón de Alessia se detuvo un segundo. —¿Por qué? —Porque me arrebató lo único que era mío —contestó él, sin titubear—. Y ahora la historia quiere repetirse. —¿Yo? —Tú eres el precio —dijo—. El castigo. El recuerdo que nadie quiere ver… y que yo no pienso soltar. Un trueno rugió en el cielo. La tormenta estalló sobre la ciudad, como si el universo supiera que algo acababa de romperse. O nacer. --- Alessia se encerró en su habitación, pero no encontró descanso. Los recuerdos eran cuchillos. Su madre, su padre muerto, su tío... la verdad cayendo sobre ella como balas. Dante Moretti no era solo el líder de la mafia más temida de Europa. Era el hombre que debía haberla matado… Y que, por alguna razón, no lo había hecho. Su protector. Su verdugo. Su todo. —¿Por qué no puedes simplemente dejarme ir? —susurró Alessia, al vacío. Como si el universo la oyera, una nota fue deslizada bajo su puerta. La recogió con manos temblorosas. “Esta noche. En el jardín. Sin preguntas.” Sin firma. Pero no hacía falta. Era él. --- Alessia caminó bajo la lluvia. Descalza. Desnuda de certezas. Envuelta en una bata y una tormenta de emociones. Dante la esperaba allí, bajo la pérgola, con una copa de vino en la mano y los ojos llenos de guerra. —Pensé que no vendrías —dijo él. —Pensé que esto era una trampa. —Lo es —admitió. Ella rió, sin humor. —¿Y cuál es el castigo esta vez? —Besarte —respondió él. El mundo se detuvo. Dante se acercó. Ella no retrocedió. —¿Por qué haces esto? —preguntó ella, al borde del llanto. —Porque necesito saber —murmuró—. Si te beso… ¿te quedarás? Alessia no supo responder. Y eso, en su mundo… era una respuesta. Dante la tomó del rostro con las dos manos. Y la besó. Un beso sin permiso. Sin límites. Sin final. Un beso que fue más venganza que amor. Más pacto que deseo. Más guerra… que paz. --- No hay salvación cuando el alma ya eligió el fuego.” La lluvia golpeaba con furia los cristales, como si el cielo también estuviera tratando de advertirle algo. Alessia no podía apartar la vista de Dante, quien, a pesar del caos que le rodeaba, mantenía su postura tan firme como una estatua de mármol tallada con precisión milimétrica. Pero su voz… su voz era fuego. Y ella ya estaba ardiendo. —¿Me tienes miedo, Alessia? —preguntó, dando un paso lento hacia ella—. ¿O te aterra lo que sientes cuando estás cerca de mí? Ella tragó saliva. Quiso responder, decirle que no, que nada en él le intimidaba, que su piel no se erizaba cada vez que la nombraba con esa intensidad afilada. Pero habría sido mentira. —No confío en ti —musitó, más para convencerse a sí misma que para herirlo. Dante sonrió de lado, una sonrisa torcida y peligrosa, como si ella acabara de activar algo que no debía. —Perfecto —susurró—. La confianza es para los débiles. Nosotros dos… no nacimos para la paz. Se acercó lo suficiente para que Alessia pudiera sentir el aroma de su perfume: madera, pólvora… y pecado. —¿Qué quieres de mí? —preguntó ella, retrocediendo un paso que solo consiguió encerrarla entre él y la pared. —Todo. Tu lealtad, tu rabia, tus secretos, tu sombra... tu alma. Pero no voy a suplicarlo —dijo, con una voz ronca—. Voy a ganarlo. A la fuerza si es necesario. El aire entre ellos se volvió tan espeso que casi podía cortarse. La habitación parecía más pequeña, más oscura, más peligrosa. Y ella… ella no podía apartarse. Entonces, él estiró la mano y acarició su mandíbula con una ternura que contrastaba cruelmente con la amenaza en sus palabras. —Pero antes —añadió—, necesito saber si estás dispuesta a cruzar esta línea conmigo. Porque una vez que lo hagas, no hay retorno, Alessia. No hay salvación para nosotros. Ella lo miró, temblando, sintiendo que el suelo desaparecía bajo sus pies. Y, aún así, se inclinó apenas hacia él. —¿Y si ya crucé esa línea hace tiempo…? —susurró. Dante cerró los ojos por un segundo. Cuando los abrió, la oscuridad en su mirada se había tornado casi violenta. —Entonces bienvenida al infierno, princesa. --- Horas después, Alessia estaba sentada en una sala secreta del ala oeste de la mansión Moretti, rodeada por retratos antiguos y documentos ocultos durante décadas. Su madre, Giulia, la observaba con una mezcla de miedo, culpa y un cariño que ya no podía protegerla. —No entiendo por qué nunca me lo dijiste —le reprochó Alessia, con la voz quebrada—. ¡Toda mi vida ha sido una mentira! Giulia cerró los ojos con dolor. —Intenté protegerte. Tu padre y yo sabíamos que si él —tu tío— descubría que tú eras la verdadera heredera… no dudaría en matarte. Como mató a los demás. Alessia sintió que el mundo se le desmoronaba. Toda su vida creyó que había nacido en una cuna de oro, entre lujos y poder. Pero ahora descubría que ese oro estaba manchado de sangre. —¿Quién más lo sabe? —preguntó con un hilo de voz. —Solo tu padre, Dante… y ahora tú. —¿Y por qué Dante? —espetó, en un tono más alto—. ¿Por qué él tiene que saberlo todo antes que yo? —Porque él fue entrenado para protegerte, Alessia. Desde que naciste. Es el único capaz de mantenerte viva en este juego. Alessia abrió los ojos con incredulidad. —¿Juego? Esto no es un juego. ¡Es mi vida! Giulia lloró en silencio. No tenía palabras para justificar los años de silencios, las decisiones oscuras, las promesas rotas. —¿Y tú… realmente crees que él me va a proteger? —susurró—. ¿Después de lo que ha hecho? Giulia se limpió las lágrimas con un pañuelo bordado. Levantó la mirada y, con una determinación casi nueva, respondió: —Dante mataría por ti, Alessia. Ya lo ha hecho. Y lo volverá a hacer. --- Al caer la noche, Dante estaba reunido con dos hombres en un despacho oculto en el subsuelo de la mansión. Los papeles estaban dispersos, y el aroma a tabaco impregnaba el ambiente. —El tío ya se mueve —dijo uno de ellos—. Enviaron a alguien a seguirla. Dante apretó los puños. Su mandíbula se tensó. —Si le tocan un solo cabello… —murmuró. El otro hombre lo observó con cuidado. —¿Estás empezando a perder la cabeza por ella? —No la estoy perdiendo —corrigió Dante—. Solo estoy reconociendo que hay cosas que valen más que el poder. Se hizo el silencio. Nadie se atrevió a responder. Porque todos sabían que si Dante Moretti, el hombre frío, calculador y letal… decía que algo valía más que el poder, entonces estaba dispuesto a arrasar con el mundo para conservarlo. --- Esa misma noche, mientras el viento azotaba los árboles y la tormenta rugía en el exterior, Alessia se despertó sobresaltada. Había alguien en su habitación. Se puso de pie, descalza, con el corazón desbocado. Alcanzó una lámpara, pero antes de encenderla, una mano la cubrió desde la oscuridad. —Shhh… soy yo. Era Dante. —¿Estás loco? —susurró ella, aún temblando—. ¿Qué haces aquí? Él se acercó a su oído y le susurró: —Vinieron por ti esta noche. Pero ya no van a volver. Tenías que saberlo. Alessia lo miró a los ojos. Algo había cambiado en él… en los dos. Algo había despertado. —¿Qué hiciste? Dante no respondió. Solo la abrazó. Por primera vez, sin deseo, sin poder… solo con miedo. El miedo de perderla. --- En otro punto de la ciudad, un cuerpo yacía en el suelo. Sin nombre, sin rostro, sin futuro. Solo una marca en el cuello: el anillo n***o de los Moretti. Y un mensaje escrito en sangre: > “Si tocas lo que es mío, el infierno te parecerá misericordioso.” — D.M. nota 📝 💬 ¿Demasiado fuerte? ¿O demasiado real? Tu opinión es fuego para mi tinta. Comenta algo, lo que sea... aunque sea un emoji. Ya con eso, me basta.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD