INVASIÓN: SANGRE Y OLVIDO LIBRO II

Prefacio 2 de enero 2019  La brisa fresca jugaba libre con los cabellos cafés de Catarina, quien inútilmente luchaba para controlar la falda polvorosa de su vestido color verde, el mismo que su madre había escogido para su cumpleaños número ocho unas semanas atrás. Desde ese momento decidió usarlo siempre que fuera posible, y ese día que sus padres bajaron con ella la colina de la casa de campo para un picnic familiar, fue la excusa perfecta. “Verde como el campo mamá” había dicho ella, a lo que su madre le contestó con una sonrisa.  Su padre tendía a unos metros de distancia una manta a cuadros, mientras que su madre, lo ayudaba a colocar la cesta de mimbre que contenía los deliciosos emparedados que prepararon juntos en la mañana antes de salir, los favoritos de su padre: Una capa de pavo y otra doble de queso.  Catarina ansiaba crecer y convertirse en una mujer como su madre y tener un esposo como su padre, a quién también le prepararía deliciosos emparedados de pavo con queso. Agarró la rebelde falda y corrió hacia ellos. Su sonrisa poco a poco se fue desvaneciendo al ver la mirada de pánico en los ojos color almendra de su padre. Su madre, quién también se había percatado, agarró de la mano a Catarina y giró la vista hacia el cielo, en busca de lo que pudiera estar acaparando la atención de su esposo. La respuesta la dejó sin palabras.  Justo encima de ellos, un enorme círculo morado había aparecido en el firmamento, que tan solo segundos antes era de un azul radiante.  De la extraña abertura, una neblina espesa del mismo color empezó a brotar, invadiendo todo a su paso. El olor del aire cambió, un extraño aroma a putrefacción comenzó a correr libre entre ellos.  El agarre de su madre alrededor de su muñeca se intensificó, pero sus ojos no se separaban del rostro de su padre, podía verlo gritar algo, pero por alguna razón no podía escuchar sus palabras, no podía escuchar nada. Su madre agarró su rostro y lo giró hacia ella, sus labios se movían temblorosos, le decía algo con una sonrisa, pero en su mirar las lágrimas ya golpeaban. Catarina quería hablar, preguntar qué era lo que pasaba, pero antes de siquiera abrir la boca, su madre echó a correr con ella agarrada de la mano. Su corazón amenazaba con salirse de su pequeño cuerpo, sus pies se movían a tropezones sobre la colina, pero su rostro, sus ojos seguían clavados en la figura alta de su padre, que, por alguna razón, no corría con ellas, lo vio agarrar su teléfono móvil, y hacer una llamada, luego su madre la empujó con fuerza por la puerta doble de madera.  “Lo estamos dejando atrás” gritaba su mente, pero las palabras no salieron de su boca.