Por mucho que traté de mantener las copas que tenía en la bandeja, fue algo inútil debido a la brusquedad con la que mi mamá me había jalado.
Las tres copas se cayeron y producto de eso fue que los cristales brincaron, seguido de eso hubo un enorme estruendo en el que todos voltearon a vernos.
— ¡¿Acaso son estúpidas?! — la señora de la casa se acercó a nosotras con brusquedad — ¡Esas copas y el champán son carísimos! Cuestan lo que ustedes no van a ver en toda su miserable vida.
— Lo lamentamos, señora — mi mamá bajó la cabeza — prometo que no va a volver a suceder.
— Quiero que pidan perdón de rodillas, así es como los estúpidos como ustedes es que deberían hacerlo.
En el momento que mi mamá iba a arrodillarse, la sostuve. Miré a esa mujer con dignidad y no bajé la cabeza en absoluto.
— ¿Qué es lo que le pasa? Entiendo su molestia por lo que sucedió, pero eso no le da derecho a tratarnos de esa forma. Menos pedirle perdón como si se tratará de Dios, ¿No le da vergüenza su actitud?
— No seas insolente — ella me intentó golpear, pero la detuve — ¡Suéltame! Tú no eres nadie para tocarme, solo eres una simple criada.
— Puede ser que no sea nadie en este momento, pero algún día lo seré. En este momento nos vamos de aquí y usted vea quién atiende a sus invitados, podemos ser pobres, pero tenemos dignidad.
— ¡Si se van voy a hablar muy mal de ustedes! Tengan por seguro que no las van a buscar de ningún sitio, ahora se quedan aquí a trabajar gratis para poder pagar el champán más las botellas que han echado a perder.
— Cassandra, no podemos darnos el lujo de perder este empleo — mi mamá habló bajito — sabes bien que salimos a duras penas de los gastos y…
— No, mamá. Podremos tener muchas necesidades, pero nada de eso vale una humillación. Nos vamos en este momento. Ya después veré de qué manera resuelvo.
Me fui de ahí junto con mi mamá, ella no dejaba de hablar y yo simplemente la ignoraba. Fueron muchos años los que me tomó poder lograr esto, por suerte pude hacerlo.
— ¡Suficiente, mamá! — me detuve y la miré furiosa — el hecho de que seamos pobres, no significa que vamos a aguantar los maltratos de los demás. Ahora, por amor a Dios, por primera vez en tu vida, guarda silencio de una maldita vez.
— ¡No me hables así! Recuerda que soy tu madre.
— Pues demuéstralo de una vez, pareciera que en vez de ser mi madre, eres mi verdugo. Todo lo que hago te parece mal, si quiero estudiar es malo, si quiero que Jesse progrese también lo es. Creo que lo único que para ti está bien es aceptar casarme con mi novio en un vestido de segunda mano y luego tener hijos, es lo que te haría feliz y me aprobarías.
— ¡Te tienes que resignar que somos pobres y moriremos igual!
— No, el hecho de que seamos pobres no significa que tengamos que morir igual. Ese es el conformismo que te llevó a que te acomodaras con la vida que tienes, simplemente es algo que no puedo tolerar. Entiendo que no está mal ser pobre y trabajar duro, pero, no podemos quedarnos estancados. Hay personas que nacieron siendo de escasos recursos y actualmente tienen una gran fortuna.
— El dinero no te da la felicidad, Cassandra.
— ¡Claro que te la da! ¿Acaso eres feliz al tener que andar contando hasta los centavos para poder comprar algo que necesitas? Ya ni siquiera algo que quieres. Lo que te puedo decir es que el dinero no te da la felicidad completa y no todo puede girar en torno a él, eso sí está mal.
— A veces me das miedo, Cassandra. No te críe así.
— Es evidente que no, por ti hubiese repetido tu historia de casarme con alguien que no tiene una estabilidad financiera y vivir en la misma vecindad que se cae pedazo a pedazo. No pienses que desprecio a papá con esto, no lo hago. Es solo que quiero marcar la diferencia, ¿Alguna vez le has preguntado a tu esposo si quiso estudiar? Porque yo sí lo hice y me dijo que lamenta mucho no haber estudiado, todo por hacerse cargo de la abuela y de nosotras al mismo tiempo.
Miré como mamá buscaba palabras para refutar lo que dije, no le di la oportunidad de que lo hiciera, aunque dudaba mucho que pudiera decirme algo.
— Vamos, tenemos mucho que caminar — le hablé al verla estática — no te quedes ahí, tiesa, si el bus nos deja tendremos que tomar un taxi y va a salir caro como dijiste.
— ¿Ahora qué vamos a hacer? Evidentemente, esa señora va a hablar muchas cosas de nosotras y no nos darán empleo, sabes bien que en los eventos ganamos más dinero que limpiando casas.
— No te preocupes, mamá. Yo veré de qué manera resolver este asunto, ahora sigue caminando y hazlo en silencio.
Nosotras llegamos a la parada de autobuses y tomamos la última ruta. Al llegar a la vecindad, miré que Jesse se encontraba en la entrada, él se notaba muy tomado por lo que preferí pasar sin decirle nada.
— Ven aquí — Jesse me sostuvo del brazo — tenemos que hablar acerca del hombre que te trajo cargada como si fueras una princesa. Todo el mundo está hablando de eso.
— Por favor, Jesse, no es momento para hablar de eso. Lo haré cuando estés sobrio, busca como ir a descansar y deja de preocupar a tu madre, con eso de que se encuentra enferma capaz y pasa algo malo.
— ¡NO! En este momento vas a hablar conmigo — él me agarró más fuerte y se tambaleó — escucha, sé bien que no soy lo que tanto quieres y que prefieres a un hombre rico. Pero te puedo hacer feliz como nadie más lo va a hacer.
— Suéltame que me estás lastimando, hablaremos mañana porque no estás en condiciones de hacer otra cosa que no sea ir a dormir.
— ¡Que no! Vamos a hablar en este momento y te quedas, si no quieres que…
— ¡Si no quiero, ¿Qué?!
— Pues te haré esto para ver si así te amansas, puta cara.
El golpe resonó en seco, mi mejilla ardía y veía a Jesse con una enorme rabia. Él tenía su mano bien abierta y en mi rostro estaba la seña de la bajeza que había cometido. El sabor de la sangre llegó a mi lengua y limpié mi rostro.
— ¡Esta es la primera y última vez que me tocas! — lo empecé a empujar y tomé la botella de la cerveza, entonces la quebré — ¡Yo te mato, maldito, infeliz!
Él metió la mano y terminé por cortarla, la sangre brotaba sin detenerse. Solté la botella y lo miré con rabia.
— ¡Mi hijo! Matan a mi hijo — su madre salió corriendo y me miró con rabia — ¡¿Acaso te has vuelto loca?! Por eso no quería que ustedes fueran novios, te encuentras mal de la cabeza.
— Pues no se tiene que preocupar más por eso, señora. En este momento su adorado hijito y yo, no somos nada, puede ir a ofrecerlo a la tal Lolita, ya que siempre ha querido verlos juntos.
— ¡Voy a levantar una denuncia por lo que le hiciste a mi hijo! Maldita puta cara, apenas fuiste a esa universidad de ricos, viniste con un hombre que sedujiste. Mi Jesse es mucho hombre para ti.
— ¡Vaya! Levante la denuncia porque yo pienso hacer lo mismo, ¿Ve esto? — señalé mi mejilla — me lo hizo su hijo, créame que él lleva todas las de perder, en este caso, en mi caso solo me defendí de un maldito infeliz que se atreve a golpear a las mujeres, ¿Qué va a decir en su caso? Su hijito no es mucho hombre para mí, sino todo lo contrario, la puta cara le salió demasiado grande.
— Rosaura — la mujer miró a mi mamá — tienes que decirle a tu hija que no levante la denuncia, Jesse es el único sustento que tengo.
— Así mi mamá me diga algo, no pienso dejar este golpe impune. Poco me importa si el cobarde de su hijo es el único sustento que tiene — ella empezó a llevarse la mano al corazón — a mí no me va a salir con ese chantaje barato, no le creo en absoluto que está enferma, ese cuento chino solo el idiota de Jesse se lo traga.
Tomé a mi mamá del brazo y nos fuimos de ahí, no podía creer que él se había atrevido a tanto. Pensé por un momento que iba a llorar por la ruptura con Jesse, pero no fue así, me encontraba bastante serena a pesar de las circunstancias.
— Cassandra — mi mamá habló cuando entramos a la casa — tú no vas a levantar ninguna denuncia, te lo ordeno yo que soy tu madre.
— No te obedeceré, ¿En serio me estás diciendo eso? Pareciera que no soy tu hija, se sincera por favor y dime si es que soy adoptada o me encontraste tirada en un basurero. Porque te juro que estoy empezando a pensar en esa posibilidad.
— No digas locuras, eres mi hija y por eso es que tengo la potestad de decirte que no levantes ninguna denuncia. Jesse es el único sustento de esa mujer, no puedes hacerle esto.
— ¡Pero él sí puede golpearme! — grité enfadada y las lágrimas brincaron de mis ojos — ¡No puedo creer que tu adoración por Jesse esté por encima del amor que se supone que debes tenerme!
— ¡Es tu culpa que él reaccionara de esa manera! Si tan solo no hubieses llegado en los brazos de ese hombre, nada de esto estaría pasando.
Mi papá salió al escuchar el escándalo, en el momento que miró mi rostro se sorprendió. Llevó su mano a su brazo izquierdo y se puso sudoroso, él quedó inconsciente y a duras penas lo sostuve…