5: La caridad comienza en casa

1820 Words
Mi papá miró a mamá de una manera que se notaba que reprobaba por completo su comportamiento, al final ya estaba acostumbrada a su pesimismo. — No puedo creer que a todo lo que Cassandra hace le pongas un pero. Se supone que somos sus padres y tenemos que apoyarla en todo lo que necesite, sin embargo, tú vienes a quitarle la vida pellizco por pellizco y desapruebas cada cosa que la niña hace por progresar. — Es cierto que tenemos que apoyarla, pero en cosas buenas. Cassandra vive en una especie de nube pensando en que algún día va a salir del vecindario, es como si le avergonzara el hecho de ser pobre. — Pues te informo que al paso que va, logrará salir de este vecindario. Deberías apoyarla, eres su madre después de todo. Además, no miró que esté haciendo algo malo, solo quiere progresar para darnos una mejor vida, porque te recuerdo que tú vas incluida ahí. No seas tonta y terca, mujer, esas dos combinaciones son peligrosas. Ella está haciendo lo que yo quise hacer un día y no pude. Las palabras de mi papá me llenaron de orgullo y lo abracé. Por estas cosas es que estaba tan unida a él, lo amaba profundamente y lucharía por darle una mejor calidad de vida, al igual que a mamá, a pesar de que tenía ese mal proceder. Empecé a estudiar arduamente, muchas veces me quedé dormida haciéndolo. Pero nada de eso me importaba. Logré calmar a mi mamá con el asunto del dinero, en la universidad me buscaban para hacer tutorías, guías de estudio y todo lo que pudiera hacer para que los alumnos pudieran sacar buenas calificaciones. Tres años después — Mamá, aquí tienes — le di una cantidad considerable de dinero — por favor compra lo que necesites y guarda el resto, tengo unas cuantas tutorías en estos días, sin embargo, eso lo quiero para solventar los gastos del pasaje. — Deberías irte en autobús, así me das más dinero. Con esto no alcanza, Cassandra. — Pero mamá, es más de lo que sacábamos cuando limpiábamos casas y asistíamos a eventos. No entiendo cómo es que el dinero se te está yendo tan rápido si ni siquiera hemos cambiado la comida a una más cara. — Lo que sucede es que la vecina tiene problemas de salud y me pidió que le ayudará, ya que ella es… — ¡Basta, mamá! Yo no soy un centro de beneficencia, entiendo que es bueno ayudar a las personas, pero recuerda que la caridad comienza desde casa. No puedes estar priorizando a los demás y nosotros padeciendo — mi mamá me miró retándome — no me hagas pelear contigo, sabes bien que no te conviene hacerlo. Ese dinero te tiene que aguantar para esta quincena son casi dos mil dólares. — ¡¿Para la quincena?! Pero Cassandra, yo le prometí a… — ¡Pero nada! No hagas que te dejé de dar dinero y empiece a comprar la comida junto con el resto de cosas que necesitas. Me fui de ahí a mi cuarto, luego de mover un ladrillo que tenía debajo de mi cama, saqué mi pequeña cajita. Ahí puse lo que me sobraba después de salir de mamá, quería ese dinero para comprar mi coche, ya que batallaba demasiado para llegar a la universidad y aunque algunos compañeros me daban un aventón, lo cierto es que quería empezar a tener mis cosas, además ya el arquitecto Sandemetrio me había prometido un puesto en su constructora. Algo bueno que me enseñó Jesse fue a manejar, también mi papá me ayudó con la licencia, a pesar de que mi mamá se oponía. — Cassandra — mi mamá me llamó — ven aquí, te necesito. Suspiré pesadamente, coloqué la cajita en su sitio y después empujé mi cama. No podía permitir que mi mamá se diera cuenta de que estaba guardando para un carro, ya la escuchaba decir que era un gasto innecesario y que debíamos seguir siendo pobres. — ¿Qué pasa, mamá? — miré a la vecina con su hijo — ¿Qué hacen ellos aquí? — Quiero que le digas a la vecina el motivo por el cual no le voy a poder seguir ayudando para que compre las medicinas de su pequeño niño, el cual padece de neumonía, a pesar de que tenemos el dinero necesario para hacerlo. Yo no tengo corazón para decírselo. No podía creer que mi mamá se pusiera en este plan. Respiré profundamente y con mi mejor sonrisa fue que vi a la vecina. — Vecina, lamento mucho informarle que no vamos a poder seguir ayudándole a comprar las medicinas de su hijo por el simple hecho de que no es nuestra responsabilidad. Si usted decidió salir embarazada de un bueno para nada como lo es el padre de su criatura, no es mi asunto. A pesar de que tenemos el dinero como dice mi mamá, no es lo suficiente para mantener esta casa y a ustedes dos. — Pero Cassandra — mi mamá me miró sorprendida — ¿Cómo se te ocurre decirle eso? — ¿Qué tiene de malo? Tú me dijiste que le dijera los motivos y eso fue lo que hice, fácil es para los demás venir a pedirme cuando nosotros batallamos con las medicinas de mi papá. ¿Acaso ya se te olvidó que sus medicamentos son carísimos? Yo corro con ese gasto y él me ayuda con lo poco que gana en el taller. Aquí cada quien tiene sus demonios y sus problemas, no por eso andamos molestando a los demás. Me di la vuelta y miré cómo la vecina junto con su hijo me veían de mala forma, ese era el problema de esta gente. No buscaban la manera de progresar y lo único que podían hacer era causar lástima, así es que sacaban dinero de los demás ingenuos. — Cassandra, Cassandra, Cassandra — mi mamá entró molesta a mi cuarto — ¿Adónde vas? — A la universidad, tengo unas tutorías que dar y también clases. No quiero que vuelvas a hacer lo que hiciste hoy, al final ya puedes ver que no soy la criatura indefensa que era años atrás y la única que termina perdiendo con esto, eres tú y solamente tú. Me fui de ahí, sentía que me ahogaba vivir en este sitio. Una vez que empezará a trabajar en la constructora Sandemetrio buscaría cómo conseguir una hipoteca en una casa decente, mi papá se vendría conmigo y si mi mamá no quería hacerlo, pues que se quedará en esta vecindad. — Cassie — la voz de Jesse caló mis oídos — hola, ¿Cómo estás? Jesse se encontraba tomado de la mano con Lolita, simplemente le di la vuelta a mis ojos y seguí mi camino. Al año de que habíamos terminado, esos comenzaron a salir, no me podía importar menos. Llegué a la universidad y después de mis clases, fui a dar las tutorías al grupo que me tocaba el día de hoy. Una vez que terminé, sentí una enorme carga en mis hombros. — Cassandra — uno de mis compañeros se acercó — ¿Sigues interesada en el coche que te dije? Es que necesito el dinero para ir de fiesta con mis amigos, mis papás no me dan mi mensualidad todavía. — Espera, déjame ver — saqué el dinero que había ganado hoy — solo sumó algo. Sumé la cantidad que tenía guardada y lo que saqué hoy, tenía lo suficiente para comprar el carro sin problemas. Sonreí satisfecha y miré a mi compañero. — Te traeré el dinero mañana, dado que es viernes, pues, es una buena fecha para que salgas de fiesta. Espero que el tanque tenga algo de gasolina, no estás pidiendo poco después de todo. — Claro que tiene gasolina, entonces mañana a esta hora vendré por mi dinero. Sonreí satisfecha. Por primera vez tenía ansias de llegar a mi casa, sacaría el dinero a escondidas de mi mamá y mañana a esta hora tendría mi carro. Al llegar al vecindario fui directo a casa, saludé a mis padres y entré casi corriendo al cuarto. Me quedé helada en el momento que vi que todo estaba patas arribas, al ir a mi escondite, no encontré el dinero que con tanto esfuerzo había recogido por tanto tiempo. — Mamá, ¿Qué ha pasado con el dinero que tenía guardado debajo de mi cama en el rincón de mi cuarto? ¿Por qué no está y toda mi pieza se encuentra revuelta? — Se lo he dado a la vecina para que compre las medicinas de Pablito. No sé cómo se te ocurre ocultar que tenías semejante cantidad de dinero guardada y viendo que las necesidades de los vecinos se encuentran. — ¡¿Qué?! Mamá, no puedo creerlo. En este momento iré a pedirle ese dinero a la vecina, ¡No tenías el derecho de tomar algo que no es tuyo! Esa cantidad la quería para comprar mi carro. — Ah, quiere decir que para ti es más importante tener un carro que mantener con vida a un niño tan dulce como lo es Pablito. — ¡Ese maldito chiquillo es un chismoso y su madre una sinvergüenza que abusa de personas ingenuas como tú! No tenías el derecho de tomar ese dinero que junté con mucho sacrificio, justo por eso es que lo había escondido de ti. Pero no importa, en este momento iré a pedirle a la descarada de la vecina lo que por derecho es mío. — Tú no vas a ninguna parte — mi mamá se puso en la puerta y me detuvo — tienes que resignarte que naciste pobre y así vas a… — Quítate de mi camino, no respondo de mí si no lo haces — ella se aferró a la puerta — muy bien, pues que así sea. La empujé, no me gusto hacerlo, sin embargo, no tuve opción. Llegué a la casa de la vecina y empecé a golpear la puerta con tal fuerza que pronto todos en la vecindad salieron. — ¿Qué sucede? — ella abrió mientras sostenía una botella de cerveza — ah eres tú, muchas gracias por el dinero que guardaste. Nos ha servido de mucho, ahora mi pequeño va a estar bien. — Me vas a dar el dinero que mi madre me robó, si no quieres que te denuncie — ella palideció — ¡Apúrate! A mí no me vas a ver de esa manera. — Ya lo he gastado, lo siento, pero eso no es asunto mío. Ahora ve a hablar con tu madre, ya que es con ella que debes arreglar ese asunto. Empujé a mi vecina y al entrar miré que tenían varias botellas de cerveza en el refrigerador, Pablo estaba jugando un videojuego y no se miraba para nada enfermo, como lo sospechaba…
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