Pov Fiorella Aidán no se ve nada, absolutamente nada cariñoso. Pero su madre sí se levanta a abrazarlo. Él no hace ningún gesto y yo me extraño: ¿desde cuándo es así con su madre? —Hijo, al fin te tengo conmigo, ¡cómo te extrañé! —Ella lo besa y Aidán sigue igual, serio, sin gestos de nada. Intenta sonreír y le sale una mueca extraña. No es una sonrisa—. No te vuelvas a ir, hijo. Un año y cuatro meses es demasiado para no verte. Soy tu madre, no me puedes hacer esto. —Lamento romper tus ilusiones, madre —le dijo “madre”, no “mami” o “mamá”. Sigo sin entender nada de lo que pasa aquí—, pero parece que nadie te informó que yo me voy hoy mismo de aquí. Si vine, fue casi obligado. Prometí no poner un pie en este país nunca más. Aidán se quita las gafas de sol por primera vez y ve a su madr

