Punto de vista de Demian. La ira aún me hervía en el pecho mientras caminaba hacia las caballerizas. Mi mente era un torbellino de imágenes que no podía controlar: la manera en la que Humberto la miraba, esa sonrisa casi perfecta que le dedicó, la forma en que Azucena bajó la mirada, como si se sintiera halagada, como silo deseara. —Maldita sea!— Grité. No quería pensar eso, no quería imaginármelo, pero estaba ahí, como una repitiendo todo eso en mi mente una y otra vez. Justo al llegar, me topé con George, que estaba dándole unas palmaditas al lomo de uno de los caballos jóvenes. —¿Qué te pasa?¿Estas así por lo que presenciamos en la hacienda de Humberto? —me preguntó al verme la cara. —Pareces a punto de echar fuego por los ojos. Me detuve y pasé las manos por mi cabello, la fru

