Al día siguiente abrí los ojos lentamente, el aire del campo me asentaba a la perfección. Extendí la mano con cautela, buscando el cuerpo de Demian, pero no estaba. Su lado de la cama estaba frío, ni siquiera me había dado cuenta de cuándo se había levantado. Me senté con tranquilidad en el borde de la cama, pasándome los dedos por el cabello desordenado. Me levanté y me dirigí al baño, dejé que el agua corriera por mi cuerpo mientras trataba de ordenar mis ideas, de volver a colocar cada parte en su lugar antes de salir de esa habitación. —Buenos días Azucena— Me dije a mi misma mientras me miraba al espejo. Al terminar, me vestí con un vestido ligero color crema que caía con sobre mi rodilla. Salí de la habitación y recorrí el pasillo en silencio, guiada por unas voces que se

