Esta noche tenía una fiesta, una universitaria, podía ser que aún no estuviéramos en la universidad pero nuestros equipos eran semi profesionales, por lo que competía con los equipos universitarios haciendo que fuera más sencillo que nos invitaran a las fiestas. Mis padres por suerte no me ponían muchos impedimentos para ir a las fiestas, era algo que agradecía, no voy a mentir y que me venía bien para socializar, mi vida no se podía basar solo en las relaciones que teníamos por la mafia, debía tener muchas más cosas, una salida por si en algún momento necesitaba una salida o un salvavidas, el salvavidas de mi hermano era la empresa, siempre dijimos que si en algún momento nos descubrían, mi padre se haría responsable de todo, no era algo divertido que nos tuviéramos que enfrentar a ello, que nos enfrentáramos a que todo pudiera fallar pero siempre era una posibilidad, por lo que siempre nos preparábamos para lo peor, si en algún momento las cosas salían mal, si en algún momento las cosas se descontrolaban demasiado, Bran tendría el control de todas las empresas familiares mientras que yo podía ganarme un futuro en el patinaje, además si tenía amigos poderosos las cosas serían mucho más fáciles, la gente no pensaría en mi como alguien malo.
Me puse una camiseta de tirantes rojo con unos vaqueros negros, me coloque unos tacones rojos que pegaran con la camiseta. A las siete exactamente, mis amigas, Susana y Leah vinieron a por mi para ir a la fiesta, las tres fuimos en el Ferrari de Leah a la fiesta en una de las casas de la universidad.
—¿Creéis que va a estar el chico nuevo?—pregunto Leah.
Le mire sorprendida.
—¿Por que nos importaría eso?—le pregunte.
Leah me miro por el espejo del retrovisor, me miro en silencio, como si hubiera dicho algo malo, pero en realidad no era así, la cosa es que no debería importarnos lo que hicieran los jugadores del equipo de hockey, aunque fueran nuestros compañeros, también eran nuestra competición más directa en cuanto al reinado de la pista, para mi era algo demasiado sencillo, podían ser nuestros amigos pero si comenzaban a hablar de la pista, iba a aplastar su cabeza.
—Porque es guapo—me dijo Susana.
Mire a mis amigas, estaba demasiado sorprendida porque hablar así abiertamente de los chicos, puede ser que seamos amigas pero no solemos hablar mucho de la vida en general, lo que más hacíamos era hablar de patinaje.
—Me sorprende hablar de esto con vosotras—les confesé, las dos me miraron, Leah por menos tiempo que Susana ya que tenía que conducir.
—Hay muchas cosas aparte del patinaje—me dijo Susana.
La mire.
—Lo se pero no estoy acostumbrada ha hablar de esto con vosotras, de esto hablo con otra amiga—les dije, las dos rieron.
Diana era mi mejor amiga, nos conocíamos desde niñas, nuestras familias eran amigas por lo que estar tanto tiempo juntas nos hizo ser muy unidas, cuando se mudo a Alemania, no nos separamos es más, seguimos hablando cada día como si estuviéramos juntos todos los días, en ocasiones una de las dos no dormía por hablar con la otra, era mi otra mitad y en quien más confiaba, y a quien le daría mi vida entera sin dudarlo.
—Bueno pero ¿Te parece guapo?—me pregunto Leah.
La mire.
—No voy a negar que me da curiosidad conocerle—les dije.
—No eres corazón de hielo como pensábamos—comento Leah.
La mire sorprendida.
—Obviamente tengo corazón, no me fastidies—me queje.
Las dos rieron.
—En ocasiones parece que eres igual de fría que la pista—me dijo Susana, la mire divertida.
—Eso ha sido innecesario—le dije fingiendo seriedad pero realmente era algo demasiado divertido, no voy a negar que en las películas de Narnia mi personaje favorito era la reina de hielo, me parecía una mujer poderosa y con carácter, era lo que a mi me gustaría ser por lo que amaba que em dijeran esas cosas, para mi era u n alago, en las películas y libros siempre me gustaban los villanos, las mujeres fuertes y decididas mientras que las protagonistas para mi eran demasiado aburridas y perfectas cosa que en la vida real no solía ser nunca así por lo que no me gustaban.
Le mire sorprendida.
—Eres mi villana favorita—me dijo Leah.
Reímos, llegamos a la fiesta, el lugar estaba algo lejos de la ciudad pero merecía la pena porque era un gran lugar en el que disfrutar.
Salimos del coche para mirar al lugar.
—Recordar me no beber mucho—me dijo Leah.
La mire, Leah era una persona muy intensa demasiado y eso con el alcohol se amplificaba demasiado. No podíamos beber, legalmente hasta tener 21 años no podíamos hacerlo pero nadie respetaba esas normas, todos bebíamos mucho antes de la edad legalmente permitida, las cosas eran así, la ley decía muchas cosas pero no por eso había que hacerle caso.
—Yo te cuido—le dije.
Agarré a mis amigas de las manos para caminar con ellas a la fiesta juntas. Entramos para perdernos entre la gente, nosotras éramos amigas pero era verdad que no compartíamos otros amigos, Susana era la mayor de nosotros, ella si estaba en la universidad, pero estaba en nuestro equipo porque este era profesional y su universidad no tenía equipo, aunque en si ella no era patinadora sobre hiela, su especialidad eran las ruedas, patinaje en la calle donde lo que importaba era la velocidad, haciendo así más fácil poder seguir su sueño de ser patinadora profesional, Leah no es que tuviera un grupo de amigos concretos, se hacía amiga de quien le hablara, era amiga de todo el mundo, era bastante divertido, no lo voy a ocultar, y ella tampoco tenía el patinaje sobre hielo como primer amor, ella era bailarina de ballet pero su padre se ya llevo dos años a Alaska, donde era muy complicado que una academia de ballet abriera por lo que le toco patinar para sobrevivir y al final le gusto más que nada. Pero yo siempre como primera opción el patinaje, para mi no había otra forma de vida, era algo que amaba con todo mi alma, algo que tenía claro que iba a llevar hasta lo más alto, aún no había entrado en el equipo nacional pero iba a entrar, y después al olímpico, iba conseguir el oro, bien por estados unidos o bien por Irlanda, pero yo no estaba hecha para ser mediocre, yo había venido a este mundo con la clara intención de dominar el mundo y eso es lo que iba ha hacer.
Me acerque a la barra para pedir algo de beber, pero había tanta gente que los camareros ni me miraban, y estaba claro que iban a atender antes a unas chicas con un gran escote que a mi.
—No tengo prisa—le grite a uno con gran ironía.
Note que alguien se puso detrás mía.
—Atienda a la señorita—le ordeno al camarero, tenía acento italiano porque no necesitaba ni girarme para saber quien era.
—No soy una damisela en apuros—le avise.
Thiago se puso a mi lado y me miro.
—Sophy—me llamo, lo pronuncio mal, seguramente era porque era extranjero pero en lugar de usar una f uso una p, sopi, como si fuera sopa o algo así.
—Es Sophie—le dije pronunciándolo bien y despacio para que le quedara claro.
—Amore mio, a ti cualquier nombre te queda bien—me dijo.
Le mire impresionada, no voy a negar que los chicos que hablan en otros idiomas son mi debilidad, es algo que me encanta, me atraen de formas que no comprendo pero son demasiado divertidas, cosa que jamás podre comentar con Bran, quien aunque es mi hermano mayor, es también mi mejor amigo, a la persona a la que le confiaría mis mayores secretos, menos que me atraen los italianos, si le digo eso me manda al castillo más lejano de china.
—Ten cuidado italianito, que me como a los chicos como tu, me los como los porridge de mi abuela—le avise.
Thiago me miro,
—Eres irlandesa—me dijo sin dudarlo.
—Y bastante orgullosa—le avise.
Thiago se acerco a mi y le mire.
—Somos los únicos europeos en un mar de estadounidenses deberíamos unirnos para conquistarles—me dijo.
Le mire impresionada.
—¿Tan rápido haciendo planes de guerra?—le pregunte sorprendida.
—Debo ser rápido para que nadie me quite el puesto—me dijo.
Le mire.
Estaba tonteando conmigo, no era el primer chico que lo hacía, tuve bastantes pretendientes por mucho que Bran les intentara espantar, claramente los chicos ligan contigo para conseguir cosas aunque solo sea una noche, algo para una noche, eso lo entiendo pero me ha parecido que tiene una forma muy curiosa de hacerlo.
— ¿Te has ido?—me pregunto.
Le mire sorprendida.
—¿Que?—le pregunte sorprendida, estaba ahí con él, no me había ido solo estaba pensando.
—Al cielo me refiero, como eres una estrella—me dijo.
Le mire impresionada.
—Tienes un punto—le dije.
El camarero se acerco a nosotros y nos sirvió dos bebidas.
—¿Cuántos hay que conseguir para que me dejes invitarte a cenar?—me pregunto.
Le mire.
—Depende del día, hoy cuatro porque tengo hambre pero mañana igual me apetece y solo dos—le dije.
Thiago me miro divertido y choco su vaso con él mío.
—Pues a conseguir puntos todos los días—me dijo antes de mirar a la pista de baile de forma dramática, creo que le estaba queriendo dar interés a la conversación y a él mismo, no voy a negar que era algo divertido y que no me importaría cenar con él, si mi familia no se enteraba el peligro solo lo tenía yo, nadie más, y las aventuras siempre son divertidas.