Tragando las crecientes ganas de asesinarlo, Danika dibujó una sonrisa en sus carnosos labios, los cuales habían perdido por completo el color carmín.
—Me llamo Danika Sky, soy… amiga de Eros—respondió ella sin sentirse sumida por el tono autoritario del hombre.
Alexander dibujó una sonrisa burlona en su rostro mientras la observaba con aires de suficiencia, haciéndola sentir vulgar e inferior.
—Eso es obvio, las "amigas" de mi hermano siempre visten poca ropa… quizás él debería ser menos tacaño y pagarles algún dinero extra por la dignidad perdida, así al menos pueden comprarse algo más acordé al tiempo—dijo con total frialdad el hombre frente a ella observándola con desdén.
Danika trago las filosas palabras que serpenteaban por su garganta intentando escapar, sin embargo, no pudo contener las ganas de responderle al posible asesino de Gleen.
—Pobre de ti, estás acostumbrado a tener que pagar a las mujeres por compañía—comenzó a ronronear ella, acercándose a él con mirada depredadora—Yo no estoy con Eros por dinero, lo que me mantiene a su lado es el simple placer de su compañía… algo que no entenderías.
La hermosa agente saboreo cada letra que formaban las palabras que acababa de soltar con morbido deleite.
Sin embargo, cuando notó como las facciones de Alexander se contraían aún más en odio coleroso, sintió el verdadero placer.
Un gato jugando con un ratón, eso había creído que era el hombre frente a ella.
Pero se había distraído solo un instante para descubrir que el ratón en realidad era una feroz y sigilosa pantera.
El atractivo príncipe del bajo mundo separó sus labios, preparándose para responder con ingenio a semejante insulto, porque si de algo estaba segura la hermosa agente, era del temple orgulloso y arrogante que guiaba las acciones de él.
—Hola guapa, te estaba buscando—ronroneó una sensual voz masculina a sus espaldas. Eros.
Con una seductora mirada acompañada por una media sonrisa, ella ignoró a Alexander como un niño que se aburre de su juguete y encuentra uno mejor.
Y si que lo había encontrado.
Eros se aproximaba a ellos con pasos seguros y confiados vistiendo… que la madre los ampare, solo un ceñido boxer que no guardaba lugar a la imaginación.
Era fácil ignorar el atractivo rostro de Alexander, teniendo frente a sus ojos al perfecto espécimen tallado por los dioses que era Eros.
—Lo lamento, buscaba el baño y no te quise despertar—respondió ella, obligándose a mirar sus profundos ojos verdes.
El acortó la distancia que los separaba para tomar sus manos y besarlas con gentileza, como el viento cuando sopla un diente de león maduro.
Sin embargo, en ningún momento apartó su mirada de la de ella, como si intentará decirle algo.
Hasta que Danika lo comprendió, cuando finalmente la liberó.
Eros había escuchado su conveniencia con Alexander, por eso sus ojos color esmeralda brillaban de orgullo y fascinación.
—Me habría gustado que me despertaras, con gusto te habría acompañado… incluso podríamos haber seguido en la ducha lo de anoche—ronroneo el guiñando un ojo en su dirección.
Aquellas palabras hicieron arrugar los dedos en la planta de los pies de Danika, quien con gusto habría aceptado aquella seductora oferta, de no ser por el carraspeo que soltó Alexander a sus espaldas.
Con un pestañeo, ella volvió a la realidad, recordó a los asesinos, de pie frente a ella y a sus espaldas. El rostro de Gleen voló a su mente, trayendo consigo odio hacia la familia D'Angelo.
—Lamento interrumpir sus planes de un revolcón, pero padre te espera a almorzar en veinte minutos—escupió el príncipe de hielo, haciendo énfasis en que solo su hermano tendría cabida.
Danika ya lo había imaginado, era de esperarse que no tuviera lugar a un almuerzo con la familia más peligrosa y poderosa, después de todo, utilizaban aquel momento para tratar asuntos importantes.
Alexander ya se estaba dando la vuelta para marcharse, cuando la profunda voz de Eros irrumpió en el silencio.
—En treinta minutos Danika y yo estaremos en el comedor—dijo con simpleza el Dios del amor.
Con desdén, el príncipe de hielo giró su rostro para observarlos a ambos. Sintiéndose superior a ellos soltó un bufido y volvió a retomar su paso, perdiéndose en el profundo pasillo.
—Te admiro Danika.—susurro Eros al cabo de varios segundos, con la mirada esmeralda fija en el lugar por donde se fue su hermano—Eres la primera mujer que no cae cautiva ante los encantos de Alexander, incluso tuviste el valor de enfrentarlo.
Las palabras de aquel hermoso hombre eran una mezcla de orgullo, admiración y fascinación. Algo que le recordó a su amigo, su compañero, el confidente que ya no moraba en aquel mundo.
—Es un idiota, y por suerte, soy inmune a los encantos de los idiotas—respondio Danika con una pizca de humor, intentando alejarla de sus pensamientos para enfocarse en la misión.
Eros sonrió haciendo un gesto con su cabeza coronada por una melena despeinada color bronce, indicándole que volvieran al cuarto. Ella lo siguió.
—Necesito que me hagas un favor—susurró él, mientras caminaban por el amplio pasillo con pasos perezosos.
Aquello tomó por sorpresa a la hermosa agente, sin embargo, adoptó una mirada sensual y sugerente al perfilar su rostro hacia él.
—Lo que desees—ronroneó ella, asqueandose con aquellas palabras.
Eros expuso una sonrisa lupina que duró solo una fracción de segundos en su rostro, antes de desaparecer.
—Necesito que me ayudes a horrorizar y escandalizar a mi familia. A ganarme un lugar digno de mí entre ellos—explicó con simpleza el Dios del amor, sin embargo era evidente que sentía vergüenza por sus palabras.
Danika entreabrió sus carnosos labios, mientras expandía su mirada azul hielo, siguiendo cada movimiento de Eros con atención.
—¿Podrías ayudarme a hacerlo?—preguntó él, con una súplica muy clara en su petición.
La hermosa agente de mirada color hielo sopesó la oferta unos segundos antes de responder.
—¿Cómo podría rechazar la oferta de un Dios del amor?—dijo ella acortando la distancia que lo separaba de él, para deslizar su mano de uñas afiladas por su anguloso rostro asquerosamente perfecto.
Eros sonrió con alegría y fascinación, mientras la elevaba en sus brazos con delicadeza, llevándola a su cuarto con velocidad.
Sin embargo, la mente de ella recreaba una y otra vez los pasos a seguir para destruir aquella familia. Consciente que quizás sería más pronto de lo que había planeado.
Todo gracias a aquel promiscuo hombre desesperado por la aprobación de su familia.
«Pronto Danika; pronto tendrás el corazón de todos en esta familia a tus pies» se dijo a sí misma, mientras le permitía al confiado Eros deslizarla en la habitación.