Siguiéndote
El tráfico matutino de Londres parecía un río interminable de ruido y caos mientras Laura avanzaba a paso firme hacia el edificio médico. Su respiración era rápida, no tanto por el esfuerzo físico, sino por la rabia contenida que la había estado quemando desde que leyó el escueto mensaje de Nicholas Kentwood.
“No podré verte hoy. Mis disculpas.”
Eso era todo. Ni una palabra más, ni una explicación. Después de su extraño comportamiento el día anterior y el evidente desdén hacia el retrato de Cedric, la evasiva de Nicholas era inaceptable.
Ni siquiera un “lo siento” o una razón para cancelar. Algo en su tono seco y abrupto la había dejado intranquila. Había recordado su reacción cerca del retrato: el sudor frío, su tensión evidente y cómo había huido del museo la última vez ¿Podría ser una reacción a los materiales con los que trabajaba?
Los zapatos de Laura resonaban con firmeza en la acera, compitiendo con el ruido de los autos y las conversaciones apresuradas de los transeúntes. Cada paso que daba intensificaba el torbellino de emociones dentro de ella: frustración, confusión y algo que no lograba definir del todo, pero que la carcomía por dentro.
No sabía por qué este caso la afectaba tanto. Restaurar pinturas era su trabajo, su pasión y había enfrentado desafíos similares antes. Pero con este retrato, con Cedric Kingsley, sentía algo completamente diferente, algo que no podía racionalizar.
Había pasado horas examinando la pintura en silencio, como si cada pincelada, cada sombra en el rostro del joven marqués, le estuviera suplicando que lo escuchara. Su nombre no merecía ser manchado con rumores de cobardía o traición.
“¿Por qué me importa tanto?” pensó, apretando los puños.
La necesidad de defender a un hombre que había muerto hacía más de un siglo no tenía sentido alguno, pero era como un llamado, algo ineludible.
A primera hora, decidió llamar a la fundación Kingsley. Era un paso lógico, se dijo. Quizás allí alguien supiera qué estaba ocurriendo.
- ¿Fundación Kingsley? Buenos días, necesito hablar con el señor Kentwood. Es urgente. - Su voz sonaba firme, casi profesional.
Del otro lado, un joven con voz ligera respondió:
- Oh, eh, el señor Kentwood no ha venido hoy. Tiene una cita médica, creo.
Eso hizo que el corazón de Laura diera un vuelco. ¿Estaba enfermo? ¿Era grave? Pensó en su reacción al retrato y la idea de que algo relacionado con ella, o peor, con el propio cuadro, pudiera estar afectándolo le aceleró el pulso.
- ¿Una cita médica? - preguntó, su voz adoptando un tono más suave - Disculpe, no quiero parecer intrusiva, pero... soy su novia. Acabo de volver al país y no sabía nada de esto. ¿Podría decirme dónde tiene la cita? Estoy preocupada por él.
El joven se quedó en silencio un momento, como sopesando la legitimidad de su afirmación. Finalmente suspiró.
- Es en el consultorio del Dr. Henry Banks, en el edificio Regent Square. Siempre ha ido ahí para... bueno, su revisión de salud.
Laura agradeció apresuradamente y colgó antes de que pudiera arrepentirse de haber mentido. No le gustaba tomar ese tipo de atajos, pero algo le decía que tenía que saber qué estaba pasando con Nicholas. Si su trabajo estaba afectando su salud, debía saberlo.
Ahora estaba aquí, frente al edificio médico, sintiendo que tal vez se había precipitado. ¿Qué esperaba encontrar? ¿Una simple explicación? ¿O algo más que pudiera darle sentido a las reacciones del hombre que parecía enredarse cada vez más con la historia del marqués Kingsley?
Alzó la vista y vio el imponente edificio médico, moderno y minimalista, con amplios ventanales que reflejaban el cielo gris de Londres. Se tomó un momento para alisar su abrigo, se ajustó la bufanda y empujó la puerta, decidida a obtener respuestas.
El interior del edificio médico era tranquilo, casi demasiado. Las luces eran tenues, los pasillos silenciosos, y el eco de sus pasos resonaba contra los pisos de mármol pulido. Unas pocas sillas en la sala de espera estaban ocupadas por personas ensimismadas en sus teléfonos o leyendo revistas viejas.
Laura se acercó al mostrador de recepción, donde una mujer de mediana edad, con gafas y un cabello cuidadosamente recogido, tecleaba en una computadora.
- ¿Puedo ayudarla? - preguntó la recepcionista, sin levantar la mirada.
- Busco a Nicholas Kentwood. - dijo Laura, con un tono que rozaba lo cortante - Sé que tiene una cita con el doctor Henry Banks.
La recepcionista parpadeó, desconcertada.
- Señorita, no puedo confirmar ni negar... Es confidencial.
- No me importa lo que pueda o no pueda decirme. - Laura alzó ligeramente la voz, atrayendo miradas curiosas de otros pacientes que esperaban en las sillas cercanas - Solo dígale que Elise Kingsley está aquí. Nicholas Kentwood, tiene una cita con ella esta mañana. Me preguntaba si sería posible hablar con él rápidamente.
La recepcionista finalmente levantó la mirada, evaluando a Laura con una mezcla de sorpresa y cautela.
La mujer dudó, pero finalmente tomó el teléfono. Laura aprovechó el momento para apoyarse en el mostrador, respirando hondo para calmarse. No era propio de ella comportarse así, pero la sensación de que algo importante le estaba siendo arrebatado era demasiado fuerte.
Después de un breve intercambio en el auricular, la recepcionista volvió a mirarla.
- El señor Kentwood estará aquí en un momento.
Laura se enderezó y cruzó los brazos, intentando parecer calmada mientras su corazón latía con fuerza. No entendía por qué estaba tan furiosa. Nicholas era un extraño y no le debía nada. Pero la inexplicable conexión que sentía con Cedric Kingsley y la desidia de Nicholas la hacían sentir como si le estuvieran fallando a alguien, como si una promesa rota estuviera en juego.
- El Dr. Banks está con el paciente ahora mismo. ¿Quiere esperar?
- Sí, claro. - Laura asintió rápidamente, aunque su pulso estaba acelerado. Dio un paso atrás y tomó asiento en una de las sillas junto a la ventana, desde donde podía ver la entrada del consultorio.
Mientras esperaba, su mente giraba sin descanso ¿Por qué estaba aquí realmente? ¿Era preocupación genuina o la frustración acumulada por las evasivas de Nicholas lo que la había impulsado a actuar? No podía negar que el retrato del marqués Kingsley la tenía atrapada. Y Nicholas... había algo en él que la desconcertaba tanto como la fascinaba.
Pasaron veinte minutos antes de que la puerta del consultorio se abriera. Un hombre alto y delgado salió primero. Era Nicholas, con una expresión tensa, los hombros encorvados y el rostro visiblemente pálido. Parecía perdido en sus propios pensamientos.
- Señorita Blackwood.
La profunda voz masculina detrás de ella la hizo girarse. Nicholas estaba allí, con el cabello despeinado, como si apenas hubiera salido de la cama. Su camisa estaba parcialmente desabotonada y había sombras oscuras bajo sus ojos.
Laura se levantó antes de pensarlo respirando hondo. Tenía que parecer confiada.
- Nicholas.
Él giró hacia ella, su rostro mostrando sorpresa primero, seguida de algo más difícil de interpretar: incomodidad.
- ¿Qué haces aquí? - preguntó, su tono apenas por encima de un susurro.
Laura cruzó los brazos, tratando de mantener la calma.
- Me preocupaste. Cancelaste nuestra reunión esta mañana sin explicaciones y luego me entero de que tienes una cita médica. Si estás enfermo, creo que merezco saberlo.
Nicholas se pasó una mano por el cabello, claramente irritado, pero tratando de mantener la compostura.
- No estoy enfermo, Laura. Esto es... personal. No tiene nada que ver contigo.
- ¿No? - Ella alzó una ceja, su tono más desafiante ahora - ¿Entonces por qué te pones así cada vez que estás cerca del retrato? ¿Por qué huyes del museo como si estuvieras viendo un fantasma?
Nicholas apretó la mandíbula, su mirada oscureciéndose.
- No sé de qué estás hablando.
- ¿De verdad? - Laura dio un paso más cerca, obligándolo a mirarla directamente - Porque yo sí sé que hay algo en ese retrato que te afecta ¿Qué es, Nicholas? ¿Por qué no puedes estar cerca de él sin que te tiemblen las manos?
Por un momento, él no dijo nada, solo la miró con una intensidad que hizo que Laura sintiera que había cruzado una línea. Pero entonces Nicholas exhaló lentamente y se pasó una mano por el rostro, como si estuviera agotado.
- Mira, no es algo que pueda explicarte en este momento. Necesito... tiempo. No deberías estar aquí.
Laura lo enfrentó, con la barbilla levantada.
- Estoy aquí porque tú no lo estabas. Dijiste que no podrías verme, pero no diste ninguna explicación. No sé si estás evitando el retrato, a mí o lo que sea que está pasando contigo, pero no tengo tiempo para esto, Kentwood.
- Esto no es asunto tuyo, Laura. - replicó Nicholas, pasándose una mano por el cabello mientras evitaba su mirada - Hay cosas más importantes...
- ¿Más importantes que esclarecer la verdad sobre Cedric Kingsley? - lo interrumpió ella, su voz cargada de emoción - Cada día que pasa siento... siento que algo está mal con todo esto ¿No lo entiendes?
Nicholas cerró los ojos por un momento, como si las palabras de Laura fueran un peso adicional sobre sus ya cansados hombros. La intensidad en su tono lo golpeó, reviviendo las imágenes de sus pesadillas, el disparo, la sangre y la voz que lo llamaba. “Elise.”
Finalmente, abrió los ojos y la miró.
- No es tan sencillo como piensas, Laura. - Su voz era baja, casi suplicante - Hay cosas que no puedes entender... cosas que ni yo entiendo.
- Pues ayúdame a entenderlas. - Laura dio un paso hacia él, mirándolo directamente a los ojos - Esto no se trata solo de restaurar un cuadro, ¿verdad? ¿Qué está pasando, Nicholas?
Nicholas desvió la mirada, incapaz de sostener el fuego de sus ojos.
- No lo sé, Laura. - Su tono era derrotado, cargado de un cansancio que iba más allá de lo físico - Pero si sigues insistiendo, podrías arrepentirte de saberlo.