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1180 Words
Debe Prepararse La oscuridad se cernía sobre la mansión mientras la noche avanzaba. Nicholas permanecía de pie frente a las grandes puertas de la mansión, su mente en caos, completamente atrapado en la confusión y el terror. ¿Y si la maldición era real? Ese pensamiento lo asaltaba, haciéndole recorrer la espalda un escalofrío helado ¿Y si algo le pasaba a Laura? Un miedo visceral lo invadió. Pensaba en ella corriendo por los pasillos, el terror reflejado en sus ojos, su angustia desbordada. Y ahora, la puerta cerrada detrás de ella... La casa la había tragado, como si quisiera mantenerla dentro. Como si la mansión la reclamara, como había reclamado a tantos antes. El recuerdo de las palabras de Patrick resonó en su mente con cada vez más fuerza: Solo un Kingsley puede descansar en Kingsley Hall. Las paredes de la mansión parecían cerrarse alrededor de él, asfixiantes, como si le advirtieran que él también estaba atrapado, igual que sus antepasados, condenado a vivir con un legado que no entendía y que lo estaba desterrando de su propia vida. - No puedo dejar que la maldición la alcance... - murmuró, pero el miedo lo paralizaba. Su mente se atoraba, incapaz de pensar con claridad ¿Qué debía hacer? ¿Cómo podía liberarla de algo tan antiguo, tan inexplicable? ¿Por qué, ahora que por fin se acercaba a la verdad, todo se estaba derrumbando? El grito de Nicholas resonó en la entrada de la mansión, rebotando contra las paredes, amplificando su desesperación. Su pecho subía y bajaba con la respiración agitada y las manos que antes se aferraban con fuerza a la madera del umbral de la puerta ahora temblaban, su cuerpo entero temblaba. El cansancio, la confusión y la incomodidad lo invadieron con fuerza. La angustia crecía en su pecho como una bola de fuego y el terror de que Laura estuviera en peligro lo consumía por completo. Ella no lo comprendía, pensaba con desesperación. Ella no sabía lo que estaba pasando. No sabía lo que él sentía, lo que él había descubierto ¿Y si nunca llegaba a entenderlo? ¿Y si ya era demasiado tarde para ella? Esa idea lo desbordaba y la ansiedad lo hacía temblar. De repente, un ruido a lo lejos, en el pasillo, lo hizo alzar la cabeza. Las pesadas puertas de madera crujieron y Nicholas se giró rápidamente, con el corazón golpeando contra su pecho. Patrick y Sonia aparecieron en el sendero, sus rostros tensos por la preocupación. - ¿Qué ocurre, maestro?- preguntó Patrick, su voz grave, su tono sin más pretensión que la de preocupación genuina. Pero en sus ojos había una chispa de conocimiento, como si ya comprendiera que algo serio estaba ocurriendo. Nicholas los miró, sin poder ocultar la desesperación en su mirada. - Laura… - murmuró con voz quebrada - Ella… se fue corriendo y ahora… - Sus palabras se ahogaron en su garganta. El miedo se apoderaba de él y no podía articular lo que sentía. Patrick lo observó con cuidado. - La mansión… es un lugar peligroso, pero… - Titubeó, como si midiera sus palabras. - No hay nada que temer… si ella es quien creemos que es. - La mirada que intercambió con Sonia dejó claro que ambos compartían una comprensión mucho más profunda que la que Nicholas podía captar en ese momento. - ¿Quién creemos que es? - preguntó, su voz ronca, como si la respuesta ya estuviera escrita en su destino. Sonia intervino suavemente, con una mirada que denotaba compasión. El rostro de Nicholas se tornó pálido ¿Por qué la casa había aceptado a Laura, o la había rechazado, dependiendo de cómo se mirara? Todo lo que sabía era que no podía permitir que algo le pasara a Laura, que la mansión no la reclamara como un eco de su propia historia. Pero no podía ir solo. La verdad de su linaje se le caía a pedazos y aún no estaba listo para enfrentarla. - ¿Qué debo hacer? - preguntó, su tono cargado de impotencia. Patrick se acercó a él, dándole una palmada en el hombro, su rostro grave. - Debes enfrentarlo, como un Kingsley lo haría. Es la única manera de salvar a Laura y a ti mismo. - ¿El pasado?- Nicholas preguntó, desconcertado - ¿El pasado tiene algo que ver con ella? Sonia los miró con tristeza y asintió lentamente. - Cada uno de nosotros tiene un destino entrelazado con este lugar. Y si ella es quien creemos que es, es más que la señora de la mansión. Es la clave para romper lo que fue sellado hace tanto tiempo. Nicholas tragó saliva, un nudo apretando su garganta. El miedo lo embargaba, pero algo más también empezaba a tomar forma dentro de él: la necesidad de protegerla. La necesidad de romper el ciclo. Un silencio pesado cayó sobre ellos, mientras las sombras de la mansión parecían envolverlos aún más, como si la casa misma los estuviera mirando, esperando, observando qué decidirían hacer. - ¿La señora? - Su voz se quebró en una mezcla de incredulidad y rabia. - ¡Basta de sus tonterías! Ella es solo una restauradora, una mujer que está obsesionada con Cedric, con esa maldita historia. Eso es todo. Eso es todo lo que es. – les gritó resistiéndose a la realidad. Quería mantener a Laura lejos de esa locura. Las palabras parecían sonar vacías incluso para él. La rabia que había acumulado dentro de sí durante días, semanas, por la información descubierta, por las inquietudes sobre Laura y el torbellino de emociones que ella había desatado, estallaron en un grito de furia ciega. Pero las palabras se disolvieron, como si la mansión las absorbiera, como si la casa no le permitiera escapar de lo que, en el fondo de su alma, ya sabía que era cierto. Patrick y Sonia intercambiaron una mirada, pero esta vez no hubo indiferencia. Había preocupación en sus ojos. La mirada que se cruzaron entre ellos era cargada de algo más. Sabían algo que él no comprendía. Algo que no podía ver aún. - ¿Lo es? - Sonia repitió suavemente, su tono de voz casi un susurro, como si estuviera planteando una pregunta eterna. - ¿Has olvidado a tu esposa, maestro? El sonido de esas palabras perforó el aire, como una daga afilada en la quietud de la mansión. - ¿Has olvidado a tu esposa? Fue como una campana sonando en la lejanía, lenta, resonante, imposible de ignorar. Nicholas se quedó congelado, como si el tiempo se hubiera detenido por un instante. - No.- murmuró, como si de algún modo quisiera negar lo que Sonia acababa de decir - No, no la he olvidado ¿Qué demonios pasa con ustedes? Su voz temblaba ahora y el sudor frío recorría su frente. - ¡Basta! - Gritó nuevamente, sus manos apretando el cabello, rascándose la cabeza con desesperación - ¿Qué está pasando? ¿Por qué todo lo que me dicen es una locura? No entiendo nada. Cedric está muerto. Soy Nicholas Kentwood.
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