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1305 Words
Banks El frío vino como un balde de agua helada. Nicholas se sobresaltó, tosiendo mientras intentaba enfocar su vista. El jarro vacío que había causado su despertar estaba en manos de Henry Banks, quien lo miraba con una mezcla de severidad y paciencia. - Por fin despierta, señor Kingsley. Ya ha amanecido. - dijo Banks, entregándole el jarro a Sonia. Su tono era formal, pero la preocupación era evidente en su rostro. Nicholas se enderezó en el suelo donde había estado durmiendo. La noche anterior lo golpeó como un mazazo: la mansión lo había rechazado, Laura estaba dentro y él había pasado horas golpeando las puertas, gritando su nombre en vano. Sentía los músculos tensos, la cabeza pesada y una desesperación que no lograba sacudirse. - ¿Qué demonios está pasando? - murmuró, frotándose el rostro con las manos temblorosas - ¡¿Qué haces?! ¿Cómo llegaste aquí? Patrick a unos pasos del especialista se adelantó con su semblante serio. Se detuvo frente a Nicholas, junto a Banks. Ambos intercambiaron una mirada antes de que Patrick rompiera el silencio. - Ya es hora de que hablemos con claridad, maestro. No solo sobre la mansión o Laura, sino sobre ti. - ¿Ustedes se conocen?- preguntó, incrédulo. - Es una larga historia… Nicholas lo miró con el ceño fruncido. - ¿A qué te refieres? Banks, ajustando las mangas de su chaqueta, se acercó y se inclinó frente a Nicholas. - Antes de que expliques cualquier cosa, Nicholas, creo que debería presentarme apropiadamente. - Sus ojos oscuros se fijaron en los de Nicholas - Soy Henry Banks, psicólogo y sí, también soy descendiente del médico que sirvió a la familia Kingsley en el siglo XIX, Alistair Banks. Nicholas arqueó una ceja, confundido y desconfiado. - Maldición ¡También tú! Esto es una mierda ¿Qué tiene que ver eso conmigo? Es como si estuviera atrapado. Patrick tomó la palabra, su tono firme, pero sin agresividad. - Aunque nunca hayas vivido aquí, sigues siendo un Kingsley y nuestra misión es servir a la familia. Tanto la familia del doctor como la nuestra hicimos un juramento que no podemos romper. Cuando sus padres murieron contacté a Banks para apoyarte. Él ha estado siguiendo este caso desde hace tiempo, no solo como profesional, sino como alguien con un vínculo directo a la historia de Kingsley Hall y lo mismo hizo su padre y su abuelo antes que él. - ¿Qué vínculo? - insistió Nicholas, su voz cargada de escepticismo. Banks se inclinó hacia adelante, los dedos entrelazados sobre sus rodillas. - Vamos a la casa lateral… Esto va a ser más largo que una conversación en la entrada… - se levantó y suspiró – Sonia, prepara algo de café y que coma… - No quiero comer, explícame de una puta vez… - exclamó Nicholas incorporándose, pero el doctor no contestó si no que caminó hacia la casa lateral ignorando las maldiciones y enojo del joven que caminaba tras de él. El grupo entró a la casa y fueron al estudio donde podrían hablar en calma. Nicholas se sentó en el sofá con los brazos cruzados mientras Henry se sentaba en una sillón cercano mientras Patrick los observaba de pie cerca de la puerta en tanto Sonia iba por café. - Habla… - ordenó Nicholas cortante – Si llego a enterarme que has hablado de nuestras sesiones con otros, te demandaré y haré que te quiten la licencia. – amenazó. - El que sirva a tu familia y conozca a Patrick no significa que rompa los criterios de confidencialidad o no valore mi profesión. – aclaró Banks con seriedad – Siempre hemos estado coordinados como leales a Kingsley. - Están conscientes de que no es el siglo XIX ¿Verdad? – se burló el joven – Eso de señor y servir a la familia solo queda en los libros… - Eres historiador, Nicholas… Sabes que la historia siempre se repite y que algunos compromisos son de por vida, incluso más largos… El joven se movió incómodo en la silla. Banks tenía razón. Lo había visto cientos de veces en sus investigaciones. - Te explicaré lo que sé… Patrick me dice que es tiempo… - suspiró – Como científico no puedo creer todo lo que este loco dice sobre la mansión, pero también sé que hay cosas que la ciencia no puede explicar del todo y tampoco puedo faltar a la promesa que mi abuelo le hizo a tu familia… - Aún no estoy seguro de lo que está pasando. Parece una locura… Banks asintió agradeciendo el café que Sonia le entregó antes de respirar profundo preparándose mentalmente para lo que iba a decir. - Mi antepasado, el doctor Alistair Banks, juró lealtad a la familia Kingsley cuando Lady Elise intercedió por él. Fue acusado injustamente por un noble rival y ella utilizó su influencia para salvarlo. Desde entonces, nuestra familia no solo ha sido de médicos, sino también guardiana de los secretos de los Kingsley. Nicholas sintió cómo las piezas de un rompecabezas que nunca había querido armar comenzaban a encajar. - ¿Secretos? - preguntó con un tono bajo, casi temeroso de la respuesta. Banks asintió. - Secretos que explican por qué la mansión te rechaza y a la señorita Blackwood la acepta. Secretos que podrían revelar qué ocurrió realmente el 14 de junio de 1867, cuando Cedric y Elise desaparecieron. El nombre de Elise resonó como un eco en su mente. Elise, siempre Elise. Había tratado de distanciarse de la historia de Kingsley Hall, de mantener la herencia como una carga distante, pero ahora era imposible ignorarlo. Patrick cruzó los brazos. - Banks es el único que puede ayudarte a entender todo esto, Nicholas. Y créeme, si sigues ignorando tu conexión con Kingsley Hall, no solo pondrás en peligro a Laura, sino también a ti mismo. - ¿A qué te refieres con “mi conexión”? - preguntó Nicholas, mirando a Patrick con desconfianza. Banks tomó aire profundamente. - La mansión no actúa al azar, señor Kingsley. Laura no es la única con un pasado conectado a esa casa. Tú también tienes un rol que jugar, pero para entenderlo, necesitas enfrentarte a lo que siempre has evitado: tu herencia, tu linaje y la maldición que lo acompaña. No sólo por los sueños que has mencionado, si no por ser un Kingsley. El último de ellos. Nicholas sacudió la cabeza, incrédulo. - Esto es una locura. Solo quiero entrar a esa maldita mansión y sacar a Laura de allí. Banks no se inmutó por la negativa de Nicholas. - Y para hacerlo, necesitarás nuestra ayuda. Mi familia ha estudiado estos patrones por generaciones. Alistair Banks dejó registros detallados sobre las circunstancias que rodearon la desaparición de Cedric y Elise. Pero esos registros son solo una parte del rompecabezas. La otra parte eres tú. Nicholas apretó los puños, luchando contra la sensación de ser acorralado. Ahora no confiaba en Banks y la insistencia de Patrick no ayudaba a calmarlo. Pero algo en la seriedad de ambos hombres lo hizo dudar. Patrick habló nuevamente, su voz más suave: - Maestro, si realmente quieres proteger a Laura, necesitas aceptar que esto no es solo sobre ella. Es sobre ti, sobre lo que eres y lo que representas para Kingsley Hall. Nicholas respiró profundamente, su mente inundada por imágenes de Laura dentro de la mansión, vulnerable y sola. Si había una mínima posibilidad de salvarla, no podía ignorarla. - Está bien. - murmuró finalmente, levantando la vista hacia Banks – Voy a escucharlos, pero no prometo nada más. Banks y Patrick intercambiaron una mirada de aprobación. El psicólogo respondió con calma: - Primero, debes confiar en nosotros. Luego, debemos desentrañar lo que realmente ocurrió en 1867. Solo entonces podremos entender qué quiere la mansión de ti… y de Laura.
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