Una Fecha Diferente
Al final, sus dedos dejaron caer el papel con cuidado sobre la mesa. Nicholas se llevó una mano al rostro, cubriéndose los ojos, como si el peso del descubrimiento fuese demasiado. Era Elise. La mujer que había comenzado a habitar cada rincón de sus pensamientos desde que podía recordar.
La carpeta con las cartas descansaba abierta sobre la mesa frente a Nicholas perdido en sus pensamientos. Bajo la luz tenue de la lámpara del archivo, el papel amarillento de las hojas parecía susurrar secretos antiguos. Sus dedos dudaron al elegir una, temerosos de romper un hilo invisible que lo conectaba con Cedric y Elise. Finalmente, escogió una con un borde ligeramente desgastado, la caligrafía inclinada y elegante adornaba el papel con tinta negra.
La fecha en la esquina superior indicaba que había sido escrita en el invierno de 1867, mayo 12 apenas un mes antes del compromiso oficial. Nicholas respiró hondo y comenzó a leer:
“Mi adorada Elise,
Mientras escribo estas líneas, me encuentro en mi estudio, rodeado de los ecos de nuestros últimos días juntos. La lluvia golpea con suavidad contra las ventanas, un ritmo constante que parece marcar el tiempo que nos separa. Me esfuerzo por escribir con serenidad, aunque mi corazón late con la fuerza de mil tormentas. El relicario que me diste descansa a mi lado y al mirarlo, siento como si llevara tu espíritu conmigo.
Pienso en tu sonrisa, tan luminosa como los amaneceres de verano y en tus ojos, que me han enseñado a mirar más allá de las sombras de este mundo. Quiero que sepas que, aunque nuestras circunstancias sean inciertas, mi amor por ti es una promesa inquebrantable. No hay viento ni marea que pueda arrancarte de mi corazón.
Cuando vuelvas a Kingsley Hall, encontrarás en tu estudio un regalo que he preparado para ti. Es solo un pequeño tributo a la artista que amo, un recordatorio de que este lugar y yo, siempre estaremos incompletos sin tu presencia.
Mi adorada Elise, mi mundo comienza y termina contigo. Espero el día en que podamos caminar juntos por estos pasillos sin temor ni secretos, como marido y mujer frente a todos. Hasta entonces, mi corazón es tuyo y solo tuyo.
Con devoción eterna,
Cedric Kingsley.”
El joven podía sentir la emoción contenida en sus palabras, su promesa y compromiso con la mujer que amaba. Si cerraba los ojos hasta podía sentir la madera de la chimenea chirrear y la imagen del relicario ovalado que estaba junto a la hoja que escribía. Un relicario finamente elaborado con hojas intrincadas. Se vio tomándolo entre sus dedos y acariciándolo con tanto aprecio como si con eso pudiera acariciar la piel de su amante.
Nicholas abrió los ojos pestañeando varias veces para luego hojear los otros documentos con manos temblorosas, buscando respuestas entre el polvo del tiempo. Entre los papeles amarillentos y los informes meticulosamente ordenados, un artículo de periódico llamó su atención. El encabezado, impreso con gruesas letras negras, parecía sobresalir como si esperara a ser leído después de décadas de silencio:
“Desaparición del Honorable Cedric Kingsley y su amante. Un escándalo sacude a Kingsley Hall.”
El corazón de Nicholas pareció detenerse. No pudo evitar notar la fecha escrita justo debajo del título. 14 de junio de 1867. Su mirada quedó fija en los números, tratando de procesar lo que significaban. Dos noches después de la fecha anunciada para la boda de Cedric y Elise.
El artículo describía con detalles que parecían ficticios, casi como una obra teatral, los eventos que habían conmocionado a la sociedad inglesa:
“El marquesado Kingsley queda envuelto en controversia tras la desaparición del joven marqués Cedric, apenas dos días después de su boda con la señorita Elise Fairchild. Según testigos, Cedric fue visto por última vez acompañado de una mujer que no era su esposa. La pareja abandonó Kingsley Hall en medio de la noche, dejando detrás preguntas y un linaje en declive. La familia Kingsley, devastada, guarda silencio mientras la alta sociedad especula sobre los motivos de tan abrupto desenlace.”
Elise fue traicionada. Esa idea lo golpeó con una fuerza devastadora. Nicholas sintió una presión en el pecho, como si el aire se hubiera vuelto demasiado pesado para respirar.
Se inclinó sobre la mesa, sus dedos sosteniendo el artículo con tanta fuerza que las puntas de sus uñas dejaron marcas en el papel. Cedric… había desaparecido con otra mujer. ¿Era cierto? ¿Era esta la verdad de la historia, o solo una versión retorcida para alimentar los rumores de la época?
Su mente bullía con preguntas sin respuesta, mientras imágenes vagas surgían en su mente. Vio un carruaje que se deslizaba por caminos oscuros hacia el sur, dos caballos listos para partir. Una mujer caminando apresurada tras él… algo más. No pudo verle el rostro.
Dos noches después de su boda. Dos noches después de prometerse a Elise, de comenzar una vida juntos. Nicholas cerró los ojos con fuerza, intentando reconciliar los hechos. Algo no encajaba.
Cedric había amado a Elise, lo sabía con certeza. La carta que leyó, las palabras escritas con pasión y ternura no podían ser falsas. Entonces, ¿Qué había pasado?
¿Por qué dos noches después de su boda, Cedric habría huido con otra mujer? ¿Y por qué ese acto había marcado su desaparición?
El miedo y la culpa comenzaron a filtrarse en su mente. Si Cedric realmente había traicionado a Elise, entonces Kingsley Hall estaba marcado por algo más profundo que una simple maldición. Era un legado de dolor, de promesas rotas y secretos que nunca debieron ser enterrados.
Nicholas dejó el periódico sobre la mesa y se llevó las manos al rostro, respirando profundamente. Tenía que encontrar la verdad. No podía permitirse dudar, no ahora. Cedric no podía haberse ido con otra mujer. Había algo más en juego, algo que aún no lograba descifrar.
Y entonces, un pensamiento lo golpeó como un trueno.
“¿Y si Cedric no huyó? ¿Y si todo esto… fue una mentira?”
El artículo, las acusaciones, el escándalo… ¿Y si era parte de algo más grande? Una historia diseñada para deshonrarlo. La verdad estaba ahí, enterrada entre los escombros de la historia y Nicholas no descansaría hasta encontrarla.
El joven vació con cuidado la pequeña caja metálica, sintiendo cómo sus manos temblaban mientras cada objeto tocaba la mesa. Cuando el último papel cayó, notó algo que había estado oculto en el fondo: un trozo de papel doblado. Sin sobre ni sello, parecía haber sido escondido apresuradamente, un secreto guardado lejos del alcance de ojos indiscretos.
Lo tomó con cuidado, como si el peso del tiempo pudiera desintegrarlo y lo desplegó lentamente, conteniendo la respiración.
Las palabras escritas lo dejaron inmóvil:
“Cedric Maximilian Kingsley y Elise Marie Fairchild. Unidos en matrimonio el 10 de mayo de 1867.”
El corazón de Nicholas pareció detenerse por un momento. Su mirada se quedó fija en la fecha. 10 de mayo de 1867. Exactamente un mes antes de lo que los periódicos habían informado.
Elise no era solo la prometida de Cedric. Era su esposa.
Elise Kingsley.
Un torbellino de emociones se desató en su interior. Confusión, incredulidad y una creciente ira mezclada con un dolor inexplicable. Si Cedric y Elise se habían casado antes, en un acto privado y lejos de las miradas del mundo, ¿Por qué ocultarlo? Y peor aún, ¿Por qué el artículo decía que Cedric había huido con otra mujer?
“Si Elise era su esposa antes del 14 de junio… entonces, ¿Qué sucedió después? ¿Qué la mantuvo lejos de Kingsley Hall cuando Cedric desapareció?”
Nicholas se hundió en la silla cercana, sus pensamientos acelerados. El papel temblaba en sus manos mientras leía y releía las palabras como si ellas pudieran darle una explicación inmediata. Pero lo único que tenía eran preguntas.
¿Dónde estaba Elise en el momento de la supuesta huida de Cedric? ¿Por qué no estaba con él? Si la versión oficial decía que él había escapado con otra mujer, ¿Qué pasó con Elise? ¿Cómo explicó su ausencia la familia Fairchild?
Nicholas cerró los ojos y apoyó la cabeza contra el respaldo de la silla. La imagen de Elise se formó en su mente, borrosa, pero insistente. Una joven con ojos luminosos y un aire de determinación, que ahora parecía atrapada en los hilos de un misterio más grande de lo que él había imaginado.
Todo esto no tenía sentido. Si Cedric había sido tan apasionado con Elise como las cartas sugerían, ¿Por qué habría huido? La lógica era inconsistente con lo que él había sentido al leer las palabras del marqués. Cedric la había amado. Eso estaba claro. Estaba seguro. Pero entonces, ¿Qué fuerza lo había obligado a alejarse de ella? ¿O acaso… algo lo había apartado por la fuerza?
El 14 de junio marcaba la desaparición de Cedric. ¿Y Elise? ¿Dónde estaba en esa fecha?
Nicholas sintió una oleada de angustia. Los periódicos no mencionaban a Elise más allá del escándalo inicial. Su nombre parecía borrado de los registros oficiales, su destino dejado a la imaginación de los curiosos.
“¿La abandonó Cedric, como decía el artículo? ¿O fue ella quien lo dejó? ¿Ocurrió algo más… algo que ambos habían intentado ocultar?”
Cedric y Elise no podían haber estado separados por voluntad propia. Ese pensamiento se arraigó en él con una certeza inexplicable, como si la misma mansión estuviera susurrando la verdad en su mente.
Nicholas se levantó de golpe, dejando el papel cuidadosamente sobre la mesa. Necesitaba respuestas, y las necesitaba ya. Si Elise había sido su esposa, su lugar debía haber estado a su lado, incluso en la desaparición de Cedric. Pero si ella no había estado allí, entonces alguien había borrado su papel en la historia.
El silencio del lugar pareció volverse opresivo. Cada rincón de Kingsley Hall guardaba un secreto y Nicholas sentía que estaba más cerca de desenterrarlo. Sin embargo, cuanto más se acercaba, más preguntas surgían.
Miró nuevamente la fecha del certificado: 10 de mayo de 1867. Un mes antes del artículo. Ese día, Cedric y Elise habían prometido compartir sus vidas. Pero algo había roto esa promesa.
Y Nicholas necesitaba saber qué.